XXXVIII

Dos hombres, una mujer y una chica joven llegaban hasta la entrada de nuestro bunker. Los integrantes del grupo tenían una expresión seria y altiva. Juliette era una mujer que apenas llegaba a sus treinta y gozaba de una figura que cualquier mujer envidiaría. Cintura diminuta en comparación a curvas mega pronunciadas en la cintura y piernas abultadas. 

La chica de aproximadamente quince a diecisiete años era delgada y de tez morena junto a un cabello bastante rizado, iba acompañada de cerca por un sujeto de veintitantos bastante fornido. Apariencia atlética y ojos semi rasgados, como si el mundo frente a él fuese lo más aburrido que viese en años. Tenía además una cicatriz bastante grande en el rostro del lado izquierdo. 

El último se trataba de un sujeto de quizás cincuenta, probable protagonista de cualquier película de acción militar de los noventa. Hecho que se marcaba más por arreglar su rifle contra su hombro al llegar hasta nosotros. 

—Shun, has crecido tanto. Te recuerdo de hace como diez años— Me abrazó con fuerza. 

—Entonces siquiera estuve en la academía— A mis diez años estuve un periodo de cinco años en una academía secundaria, algo que casi parecía tradición familiar. A excepción de Gyna o Carol. 

—Esos parecen tremendos trajes. 

—Hola tía Juliette— Saludó Samantha. 

—Y ella es Celia, está con nosotros. 

—Supongo que los reconoceré cuando estén sin cascos. Por ahora te digo que ellos son Sebastian, es un militar, Julio es, o era parte de su pelotón. Y ella es Ima. Los conocí camino acá. 

—Mucho gusto, Juliette nos ha hablado sobre ti y tu grupo. Soy Sebastian, ex miembro del cuerpo militar de México. 

—Un placer— Contesté estrechando la mano del hombre mayor. 

—Me sorprende, no solo han sobrevivido, sino que se han adaptado a la naturaleza hostil de este lugar. Nuestro grupo jamás ha permanecido mucho en un lugar con semejante radiación. 

—¿Cómo hicieron? 

—Ah, recientemente pudimos tomar una de las famosas inyecciones, aunque siento que pica en la piel. Sonrió mi tía. 

Pensé en todos, vi las armas en las manos del nuevo grupo, eran un par de fusiles, rifles y pistolas en sus cinturas. Era peligroso en gran medida. Suspiré antes de hablar— Vayamos al bunker, allí podremos hablar contigo. Pero, creo que deberíamos dejar las armas aquí arriba. 

—Claro— respondió Juliette al instante. 

 ¿Cómo se encargan de los alimentos? Ha sido un tema delicado para nuestro grupo siempre. En especial cuando eramos muchos— Explicó Sebastian. Necesitábamos un grupo especializado en la caza y otros en recolección y preparación. 

—Tenemos un pequeño huerto bajo tierra, y planeo hacer una pequeña granja, pero lo demás lo hemos conseguido de congelados, enlatados o pesca. 

—Bueno, tener la costa tan cerca y sin peligros mayores es una ventaja— Expresó Juliette y el hombre asintió frunciendo los labios. 

—Claro. 

—¿Peligros?— Preguntó Samantha. 

—Cuando nos acercamos a la selva y debimos cruzar, elegimos hacerlo por el punto más fácil. Al principio pensamos rodearlo por la costa, tomar algunas barcas y listo. Pero hubo un problema que nos lo impidió y debimos tomar el estrecho más corto y recto para cruzar— Relató Sebastian. 

—Un tigre— Añadió Juliette. 

—¿Un tigre?— Preguntaron tanto Celia como Sam. 

—Bueno, al menos fue un tigre algún tiempo— Sonrió el viejo— Es mucho más grande que un tigre normal, debe medir cerca de metro ochenta aún en sus cuatro patas. Se mueve a gran velocidad y tiene un apetito bastante feroz. Él fue quien se dedicó a cazar a todo nuestro grupo en la selva. 

—Pensamos que todos moriríamos— Expresó Juliette con temor. 

—¿Un tigre casó a casi cien personas?— Indagué. 

—Cerca de ochenta. Hubo algunas peleas y no todas las bajas fueron a causa del tigre, también por culpa de la deshidratación y un par de picadas venenosas. Es difícil creer que en estas selvas tocar ligeramente una rana dorada de un par de centímetros haga que te mueras a los minutos. 

—¿Un tigre come tanto?— Preguntó Sam.

—Probablemente deba preguntarle a Gyna— Respondí. 

—Esperamos que sea solo un tigre, porque si son dos o tres, diablos, no quiero imaginar el desastre que harían esas cosas. 

—¿Cómo les atacó?— Indagué aún más. 

—Eran ataques sorpresa, a veces simplemente alguien desaparecía mientras realizaba alguna tarea. Solo hubo dos ataques masivos realmente, se escuchaban los gritos de alguien a quien mataba primero. Su tamaño le permitía morder el tórax y partir a las personas casi al instante, no había nada que hacer si los mordía o arañaba. Bastante sigiloso, sabe muy bien moverse por la selva, se camuflaba bastante bien a pesar de sus colores, y salta muy alto. Sabe usar bastante las ramas de los árboles para moverse. 

—¿Le dispararon?— Pregunté recordando a los lobos. 

  Más de tres cartuchos enteros entre varios. Las balas parecen entrar a poca profundidad. Hallé luego algunas balas en el suelo. 

Sam, Celia y yo nos miramos. Era muy semejante a lo sucedido con los lobos. Lo cual me hizo pensar si tal vez existía una relación entre los incidentes y de alguna forma dos bestias no emparentadas sufrieron la misma clase de transformación.

—Nunca pensé que ese bunker sirviera para algo— Juliette vio la entrada— Entré un par de veces hace algunos años, nunca me gustó mucho, de pequeña me daba miedo. Nunca imaginé que Natalie se casara con el vecino que llegaba a la casa y le gustaba el bunker de papá. 

—¿Era de tu padre este bunker? ¿Para qué lo construyó?— Preguntó el hombre. 

—Mi papá estuvo en la guerra de Vietnam, y bueno, durante ese tiempo había la creencia que en cualquier momento podría desatarse una guerra nuclear. Luego de la segunda guerra las personas quedaron un poco paranoicas con el asunto de las bombas. 

—Resultó muy útil— Comenté dando la bienvenida— Deberán ducharse para entrar. Lo siento, cuestiones de la radiación. 

—Me parece bastante sensato— Alegó el viejo y pasamos directo a la zona de ducha. A pesar de eso Mónica y Natalie se hallaban gritando saludos a su hermana y hablando desde la distancia sobre tonterías en general. 

—Bueno, Juliette siempre dijo que quería viajar. Mi sueño en cambio siempre fue ser ama de casa, supongo que no fuí muy ambiciosa— Reía Mónica. 

—¿Aún piensas dejar que se queden en otro lugar?— Preguntó Samantha— Mamá no estará muy feliz con eso. 

—No está a discusión Sam. 

—Shun— Nicole llegaba desde un lado.

—¿Qué pasa?

—No vayas a dejar que esta gente se quede con nosotros en la noche— Expresó. Punto al cual Sam y yo la miramos. 

—Pero es la tía…

—No pensaba dejarlos— Respondí. 

—Bien. No me gusta como esos dos nos miraron a todas— Indicó alzando la barbilla en dirección a Sebastian y Julio. 

—¿Te miraron mal?— Indagó Sam. 

—Solo no le despeguen los ojos. ¿Si?— Se retiró haciendo ondular su cabello. 

—¿Qué piensas hacer?— Sam dirigió su mirada a mí y luego al grupo que se movía hasta la zona cercana al tanque para mojarse un poco. 

—Nada, por ahora— Respondí tomando un poco de caldo de la cocina para comer un poco. Samantha quedó de pie en el lugar, por su mirada comprendí que estaba planteándome si había dejado entrar al enemigo junto a nuestra tía. O si era prudente confiar en los recién llegados. 

Las historias no se hicieron faltar mientras la noche caía. Desde vivencias del pasado de las tres hermanas. Hasta el cómo el grupo de Juliette sobrevivió ocultándose entre los muertos del tigre salvaje. Mónica demostró ser la menos resistente al alcohol de las tres hermanas, y el grupo se retiró a tardes horas de la noche. 

—Fuiste muy grosero con tu tía Shun— Natalie me reclamaba desde la cocina mientras yo me hallaba en el sofá— ¿Cómo no le permitiste quedarse aquí a dormir? ¡Es tu tía por dios santo! sin contar que estuvo viajando semanas enteras para poder llegar hasta acá. 

—Afuera hay lugares sin contaminación por radiación y podrán descansar. 

—Es familia Shun, no puedes decirle que no se puede quedar aquí, sé que tenemos el problema de las camas y el poco espacio, pero eran solo cuatro personas, con un par de colchas…

—No se quedará ni hoy ni mañana Natalie. No va a suceder, lo quieras o no. ¡Y no es algo que esté a discusión!— Me levanté del asiento para ir al baño. Podía notar las miradas de Nicole y Mónica muy atentas al intercambio. 

—¿Por qué no?

—¡Por que yo lo dije Natalie, y no voy a discutirlo más. Cuando quieras invitar y dejar que alguien se quede en el bunker, asegúrate primero que seas tu quien trae la comida y solventa los problemas! No me importa si es nuestra tía o es el presidente de la nación— Razoné que no era prudente decirle sobre los temores de Nicole o míos. 

—Yo no creo que esa sea una forma de hablar…

—¡Callate Natalie!— Esta vez fue Nicole quien habló desde un taburete— Si no puedes ver las razones por las cuales Shun no quiere que ese grupo se quede, entonces no tienes derecho a estar reclamando ni exponiendo tus ideas ¿te preguntaste por qué las niñas están en las habitaciones sin salir? aquí todas decidimos que era Shun quien tenía la última palabra. Si no vas a respetar eso… — Giró la cabeza por el lugar sopesando sus palabras— Shun decidirá qué hacer contigo.

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