CAPÍTULO 6. DIAS Y NOCHES

   DIA -4 ANTES DE LA INFECCIÓN

        —No papá, no tengo conocimiento de ello, y si, descuida estaré pendiente de ello apenas regrese— Milena intentaba no sonar cansada pero tampoco deseaba alargar la llamada con su padre.

        —Ahora, cuéntame sobre el agente ARE.

        —¿No se supone solo debo informar con control por medio de informes? No sabía debía mantener comunicación directamente con el jefe de experimentación viral— Bromeó un poco.

        —Pues cuando el jefe pregunta por lo general los peones responden de inmediato.

        —Esta peón siempre ha sido bastante renuente— Sonrió Milena.

        —Lo sé querida, siempre has sido una mujer bastante rebelde, ahora háblame sobre el agente, ¿Qué era eso que te mantuvo despierta ayer?

        —Es increíble papá, yo nunca había visto algo como esto, el virus es capaz de modificar a las células y hacer que trabajen a favor de ellos.

        —Eso lo sé Milena….

        —Bueno, pero a los quince días de infectados con la cepa numero setenta y dos presentó un comportamiento inusual, dos de los sujetos mostraron signos de disminución de la ira, y comenzaron a presentar rasgos de mejora a nivel cognitivo, ¡realizaron el laberinto en diez segundos papá, mientras que eñ resto apenas podía hacerlo en veinticinco.

        —¿Estás segura Milena?

        —Sabes que me lo tomó muy en serio, tengo a los dos especímenes apartados y repetí las pruebas ya tres veces, mi compañero las certificó.

        —Si lo que dices es cierto, pues tendríamos algo inesperado pero bastante grato ¿hay regresión en el proceso degenerativo?

        —No, por lo visto el parasito desecha por ahora algunas funciones del organismo como innecesarias, pero aun falta evolucionar bastante papá, y si ello falla se podría modificar un poco el virus para que no elimine todas las funciones.

        —Si, claro, ahora hija, ¿Qué crees tú que pasaría si se juntan las tres cepas del agente?

        —¿Unirlos? Pues cada uno tiene sus pros y contras, sería difícil de determinar, además ¿Es posible? Necesitaría crearse un agente hibrido, y lo más probable es que el organismo portador determine cual de los tres termina produciendo mayor rango de efectividad.

          —Concuerdo, llegue a conclusiones semejantes.

        —¿A qué viene la pregunta?

        —A nada, solo conjeturas, simples conjeturas.

        —Papá, tu no lanzas conjeturas de la nada, ¿No estarán pensando hacer un hibrido entre las tres? ¿El doctor Ambrosse pidió algo así? ¡Niégate en todo caso, sabes que es necesario realizar todas las pruebas antes de hacer algo como eso!—Lo sé hija, lo sé, tu descuida, ahora mándale un beso a tu viejo, que estoy ocupado.

        —Esta bien papá, un beso— Milena cortó la comunicación, y el doctor  Benjamín Jacobson observó la ventana de cristal donde un ser con media cabeza destrozada estrellaba las manos y la cabeza, salpicándolo todo en el proceso.

        —Día cuatro, no hay cambios en las bestias, hemos perdido totalmente el laboratorio cinco, me quedan suministros como para otro día. Después de eso, el futuro es incierto, pero no abriré las puertas, he sellado por completo el lugar y activado el protocolo de descontaminación, todo el proceso está siendo grabado. El agente ARE es peligroso, tal como lo preví, y tal como le especifiqué al doctor Ambrosse, es imposible hacer una mezcla estable de tres cepas. Mi recomendación, enterrar toda esta investigación, el agente ARE es inestable, increíble, pero inestable. Su taza de expansión es demasiado rápida, evitando que pueda existir diferenciación entre los individuos. Tampoco ha sido posible observar si hay cambios con respecto a algún huésped o si alguno pudo ser inmune a la infección. La ira se expande demasiado rápido y los infectados eliminan muy rápido a sus adversarios sanos.

        Es imposible realizar un estudio así, tampoco hay posibilidades de realizar una vacuna sin paciente cero, o paciente inmune que desarrolle anticuerpos. Sin embargo estoy probando con ratas a ver si es posible desarrollar alguna clase de suero que proporcione inmunidad. Si no consigo resultados después de mañana… sellaré todo, e inundaré el recinto— El doctor observó la pistola que había sobre la mesa de trabajo, la miró con pesar, deseando que todo se solucionase, pero sabiendo cual sería su destino— Si todo falla, tan solo sigan las instrucciones de mi hija, y desarrollen una vacuna. Doctor Ambrosse, no venda el agente ARE en tales condiciones, es una locura— Apagó el video y se sentó, a observar al amigo ensangrentado que gritaba a través del cristal reforzado, golpeándole con fuerza hasta hacerle vibrar.

        DIA 181 DESPUES DE LA INFECCIÓN

        —No podemos quedarnos más tiempo, y lo sabes— Milena se hallaba al lado de Armando, con la pequeña Aurora en brazos, mientras el hombre observaba la zona por la mira de la magnum— están muertos Armando.

        —¡No están muertos!— Sara habló desde atrás, Miguel la cuidaba de cerca manteniendo su rifle a la altura del abdomen.

        —Nos llevan medio día, llegarán primero a Pirai.

        —Lo sé Milena, lo sé bien— El hombre no gritó porque no podía hacerlo o delataría su posición, pero deseaba hacerlo, en cierta forma se sentía responsable de aquel chico.

        —No nos podemos ir sin ellos Milena, mi hermana está con ellos, no pienso dejarla allí, con ese mar de muertos— Sara se acomodó en el asiento del jeep, su brazo se hallaba vendado y su ropa hecha un asco, su cabello enredado y tenía barro en la frente por ocultarse contra la tierra.

        —¿Y donde la vas a buscar? Puedes irte si quieres— Sentenció la mujer.

        —No puedes ir Sara, siquiera sabemos donde podrían estar, y como dice Milena, lo más probable es que…

        —¡Dije que no están muertos! ¡Mi hermana está viva!

        —¿Cómo lo sabes niña?— Inquirió Milena.

        —Puedo sentirlo, sentiría si algo le pasara a mi hermana.

        —Pero no podemos quedarnos por un mero instinto, ya es tarde… Armando.

        —Milena tiene razón— El hombre se levantó y tomó a la pequeña Aurora en brazos— Debemos irnos, se hace tarde, y será un camino largo, además, tu necesitas  una cura de verdad en esa herida— Señaló el pobre vendaje de Sara— Miguel, arranca el auto.

        —Si señor— dejó de lado el rifle y tomó el volante. Se hallaban sobre la colina frente a la ciudad de Rio, en un desvío de la autopista principal, observando como todo se hallaba en silencio y varias sombras deambulaban por la ciudad, mientras que un cráter de casi un kilometro de diámetro se extendía en la ciudad.

        —¿En verdad vas a abandonarlos Armando?— Sara comenzó a llorar.

        —Si están vivos llegarán a Pirai chica, sino…— Intentó reconfortarla con una sonrisa, pero él mismo sabía lo que se sentía perder a alguien querido— Ya veremos, espero tengas razón con tu presentimiento— Abordó el vehículo haciéndole un cariño a la pequeña Aurora.

        —¡Marco!

        —¡Polo!— Contestó el pequeño moviéndose por la alberca.

        —¡Marco te estás moviendo!

        —¡Polo! ¡Te dije que no me movía!

        —¡Te estas moviendo grandísimos idiota! ¡Puede sentir como te mueves por el agua Ale!— Karla se quitó la venda molesta ante la trampa del chico de apenas once años.

        —¡Te quitaste la venda! ¡Perdiste!

        —¡Condenado tramposo!— La chica se lanzó sobre él hundiéndole en el agua, abrazándole hasta tocar el fondo de la piscina. Todo se tornó oscuro y Alejandro pudo observar que Karla gritaba frente a él, y de pronto despertó, sudando frio, sin saber porqué había soñado con aquel recuerdo de la infancia. A su lado se hallaba dormida Claudia y de rodillas frente a él estaba Karla, llorando de alegría con una compresa mojada en la mano.

        —¡Despertaste idiota!— Lo abrazó con todas sus fuerzas, dejando correr las lagrimas en la oscuridad de la tienda de ropa en el centro comercial.

        —¿Ah?— Claudia se despertó dando un giro sobre el montón de ropa— ¿Alejandro?

        —¡Si! ¡Despertó!— mencionó Karla y la pequeña le abrazó anudándose a su cintura.

        —Están haciendo demasiado ruido.

        —Descuida, el centro comercial está solo, aunque no sé nada sobre allá abajo, no llegué a bajar— se refirió al agujero por el cual Alejandro se lanzó junto a la pequeña Claudia para rescatarle.

        —¿Qué sucedió?— Preguntó él sintiendo un dolor en sus costillas.

        —Te encontré en uno de los baños, escuché un sonido mientras corría, y buscaba de esconderme, saliste por el baño de chicas, y después de eso, tuviste mucha fiebre, yo te cosí como pude la herida de bala.

        —¿Herida de bala?— Alejandro se levantó la camisa para revisarse, y había una línea cocida con un hilo oscuro y algo de sangre alrededor, pero en general se veía bien— Supongo que fue cuando Branislav dejó su arma disparando en todas direcciones.

        —No sé— Contestó Karla.

        —Duele un poco, y apesto.

        —Puedes ducharte en el baño del primer piso.

        —¿Estamos en el centro comercial?— Preguntó.

        —Si, no hay muertos durante el día— Señaló la pequeña  levantándose, Alejandro quedó contrariado con aquellas palabras y observó seriamente a Karla.

        —Si, así es, durante el día no entran, pero ayer en la noche fue distinto, pasearon y recorrieron todo el lugar.

        —Quizás sintieron su olor— Alejandro intentó levantarse— Eso significa que no estamos a salvo aquí.

        —¡Tu siéntate idiota! No era el olor, yo usé cloro, como sueles hacer, pero fue algo distinto.

        —¿Distinto cómo Karla?

        —Hay al menos uno de ellos que es inteligente Ale, hay uno que parece estarles guiando, él era quien les ordenaba mientras caminaba— Fueron las palabras de la chica, a lo cual la pequeña Claudia tan solo asintió con la cabeza.

      —¿Estás segura?

        —Yo también lo vi, se movía distinto, y mandaba al resto— Expresó la más pequeña del grupo sentándose en una silla. Alejandro se tomó su tiempo para pensar antes de hablar, aquello cambiaba las cosas, aunque era algo que había pensado más de una vez, incluso una vez en su ciudad, pero ahora se hallaba en otro país y….

        —Buscaré de ducharme ¿El sitio está solo?

        —Por completo, nosotras aprovecharemos para cambiarnos— Expresó Karla con una sonrisa.

        —¿Y los demás?— Pero la chica se limitó a negar con la cabeza y él asintió

        Alejandro asintió, paseó por el lugar tomando un jean nuevo y un suéter gris para cambiarse. Al salir se percató que se quedaban en una de las tiendas más famosas de cuando el mundo aun le importaba la moda, y decidió que buscaría algo más suntuoso para él, quizás una cartera y binoculares.

        —Recuerdo haber visto a Armando lanzar a un muerto por aquí— Alejandro se asomó desde el segundo piso y el cuerpo continuaba tirado en el suelo, a varios metros de distancia se hallaba también el de Branislav, el cual había sido desmembrado quedando pedazo del tronco y las piernas— ¿Por qué las cosas tienen que ser así?— A pesar de hallarse adentro del centro comercial pudo adivinar que pronto oscurecería, quizás eran las cuatro de la tarde, quizás mas tarde, era imposible saberlo con certeza, desde allí donde no podía ver el sol.

        Alejandro nunca había observado un centro comercial de tal manera, tétrico y desolado, con restos humanos tirados por los pasillos, ropa, vísceras y desperdicios que se fundían con la maleza, la cual ganaba terreno en algunos rincones, y a los lados, los ventanales de cristal reforzado, grandes y un poco opacos por el sucio.

        El bañó se hallaba en las mismas condiciones. Por alguna razón además Alejandro pensó encontraría una ducha, luego rió de si mismo por tal pensamiento en un centro comercial. Debió buscar un balde y un recipiente para tomar agua de un lavamanos para poder ducharse con eso.

        Al retirar su ropa se percató de la cantidad de sangre que se hallaba coagulada en su abdomen, y en la costura rudimentaria que Karla realizó. Notó como había marcas de manos en su pecho, manos ensangrentadas y se percató cuanto debió pasar la chica para curarle. Sonrió en silencio e intentó despejar todos los pensamientos con agua sobre su cuerpo.

        El otro pensamiento recurrente era la presencia de ambas, principalmente Claudia en todo el desastre. Meterla en medio de un campo minado de muertos vivientes había sido un error, un error que ahora pagaba caro, uno que deseaba poder borrar en cualquier momento. Aunque al principio pensó que las cosas serían difíciles se relajó bastante al ver el tamaño de la operación por parte de los norteamericanos. Sin embargo todo había resultado como él llegó a imaginar, un total y completo desastre que ahora amenazaba con matarles a todos.

        Bañarse terminó resultando en un instante para pensar, en uno para desmoronarse y permitirse un par de lagrimas contra la pared, por la cantidad de muertos, por haberle cortado la mano a Sara y no saber su paradero, si había sobrevivido o no, por haber dejado a Alicia con Yoshua y haber perdido su confianza meses atrás y permitir que Karla y Claudia estuviesen con él en una situación tan apretada, por no decir en una situación clara e muerte. Un momento para recuperarse y pensar claramente sobre la situación y la existencia de muertos mega gigantes y otros inteligentes y en lo que todo ello podría significar.

        Desde su punto de vista lo que antes era una simple infección, ahora se tornaba más como un claro caso en el cual una nueva especie de depredadores comenzaban a evolucionar para mejorar en su tarea. Eso sin decir que en este caso los depredadores eran la especie dominante.

        Pese a toda el agua no mitigaba su culpa y ganas de patear todo. Estaba cansado, adolorido, y observando detalladamente su cuerpo podía encontrar  varias zonas con moretones que se veían negros y dolían bastante al tacto. Tenia dos en la pierna, uno en la espalda, uno enorme en el hombro que comprendió se debía al uso del rifle y el golpeteo del arma. Pero no había nada que hacer, salvo quitarse el sucio, la tierra y la gran cantidad de sangre y seguir andando.

        Se colocó la ropa lentamente sin ninguna razón y recordó algo, la fecha actual, teniendo en cuenta que había dormido casi todo un día. Era el día 181 después de la infección y el veinticuatro de Diciembre del año, eso y aun se hallaba encerrado en Brasil, y sin nada para las chicas. Pero solucionar lo último resultaba sencillo, teniendo en cuenta que se hallaban en un enorme centro comercial. Por ello al salir se dirigió por las estanterías buscando algo para darles, una tontería, pues como ellas sabían no era algo comprado… Ya nada lo era. Tampoco era algo que ellas no pudiesen salir y tomar, sin embargo el agrado se encontraría allí. Después de media hora Alejandro regresó a la tienda de ropa con tres cajas de ipods en sus manos.

        —¿Y eso?

        —¿Para mi?— Preguntó Claudia recibiendo el suyo, uno rosado bastante resaltante.

        —Feliz navidad— No hubo emoción en sus palabras, pero ambas le abrazaron como si aquello fuese el regalo más valioso y hermoso que pudiesen haber recibido, y él sintió cierta satisfacción en el acto.

        —¿Tiene música?— Preguntó la pequeña.

        —Viene con treinta canciones, aunque no sé de que serán— Admitió él.

        —Ahorita importa poco, uno no sabe cuan valiosa es la música hasta que escucha esos condenados gritos todas las noches— Expresó Karla llorando.

        —Ya, calma— La consoló él, percatándose ahora de que la chica se había cambiado y recogido el cabello, sin embargo sus uñas se hallaban sucias y se podía observar sangre debajo de ellas. Él temió fuese la suya, y decidió guardar silencio.

        —Cierto, no importa qué música tenga— Claudia rompió la caja hasta sacar el aparato metálico y palpar su frente pulido en rosado. Lo encendió y se colocó los audífonos en las orejas. La música era rock suave y soundtracks de películas pero aquello le importó en lo más mínimo y comenzó a bailar dando saltos por la tienda mientras Alejandro y Karla se sentaron en una esquina solo a observarla.

        Karla se tomó su tiempo para destapar el suyo y escuchar la música, se hallaba al lado del chico, hombro con hombro, sentados sobre un montón enorme de ropa.

        —No tenías que molestarte.

        —Es lo menos que puedo hacer.

        —Gracias— Karla se colocó los audífonos y sintió ganas de llorar fuertemente cuando escuchó la canción de su película animada favorita, Tarzan, la voz de Phill Collins cantado “En mi corazón vivirás” Cerró los ojos y recostando su cabeza en el hombro del chico se quedó escuchando la música. Alejandro se limitó a no moverse mientras observaba a la pequeña danzando y haciendo caras para que él la viera.

        —Buscaré algo de comer.

        —¡Es peligroso Claudia!— Le regañó él.

        —Descuida, hay un local de Mc Donnalds a dos puestos de aquí, y hemos estado comiendo hamburguesas de las que hay preparadas en un cuarto.

        —¿Son seguras?

        —Un poco seco el pan, pero parece que se conservan por mas de ciento ochenta días sin ningún problema— Sonrió la chica— Las personas que estaban aquí comían hamburguesas todo el tiempo por lo que parece— Expresó ella encogiéndose de hombros— Nos fijamos que habían bolsitas por todas partes y fui a revisar, la cola tampoco se ha dañado, claro que la tienen sin mezclar, pero sabe bien.

        —Tráeme un par a mi también entonces— Expresó el chico con un poco más de confianza, pensando en lo irónico que resultaba que una de las comidas rápidas más celebres en el planeta, fuese también un compuesto tan resistente en el tiempo. Y si aquello no fuese parte del secreto que produjo cientos de millones a la famosa compañía alimenticia.

        —Esta es nuestra cena de navidad—Expresó Claudia mordiendo la suya.

        —Increíble cena navideña ¿No?

        Devoró tres de los clásicos emparedados de carne y sintió cierto grado de satisfacción con tal hecho, era sentir la gloria de la civilización en su paladar nuevamente, como si por un instante todo estuviese bien y el mundo fuese normal. Algo bastante contrario a la imagen que se presentaba al otro lado del vidrio transparente. Claudia habló durante un largo rato sobre cómo su abuelo solía llevarla al parque de diversiones un año atrás, pero cuando tocaron el tema de su hermana se quedó en silencio y decidió dormir.

        —¿Crees que estén bien? ¿Pudieron sobrevivir?— Preguntó él a Karla.

        —Pues quizás, yo pude saltar las escaleras y cuando te grité y me pediste te lanzara una bomba… bueno, al principio no creí que fuese verdad, pero parecía como si todos los muertos te perseguían a ti únicamente, así que solo confié, y columpié en un cartel que había y te lancé el par de granadas que tenía.

        —¿No los viste?

        —No, todo fue una locura, te vi cuando le cortaste la mano a Sara, vi cuando te lanzaste a por Claudia, pero después de eso, la mayoría de los muertos te siguieron a ti Alejandro. No se cuantos llegaron a meterse en ese agujero junto contigo, y cuando yo voltee alrededor, solo vi a algunos muertos dispersos.

        —Es posible que salieran entonces, quizás, pudieron tener un chance de sobrevivir, Armando es un buen tirador.

        —Milena tampoco es mala— Expresó Karla.

        —Si, cierto, Milena tampoco es mala a la ora de disparar, me sorprendió que Branislav cayera tan fácil.

        —Fue de improvisto.

        —Si, lo sé, eso fue lo que hizo que todo fuese un desastre.

        —¿Y nosotros Ale?

        —¿Nosotros?

        —¿Crees que saldremos de aquí? ¿Llegaremos a Pirai? A mi la verdad hace rato dejó de importarme llegar a la ciudad…

        —Lo sé, a mi por momentos tampoco me interesa del todo, y pienso que solo debemos sobrevivir— Se mantuvo en silencio un instante, pensando en el muerto con inteligencia, y en las posibilidades— Si, vamos a poder salir, mañana mismo yo…

        —¡Mañana nada, tu debes descansar al menos un día más Alejandro! ¡A mi no me importa si la humanidad se extingue por completo! ¡Pero tu no te moverás mañana!

        —Está bien, ahora tengo manda más.

        —Al menos eso lo haré bien Alejandro, al menos te cuidaré bien.

        —¿A qué te refieres Karla?

        —¡Los últimos días no he podido hacer nada! ¡Solo termino siguiéndote y persiguiéndote de un lado a otro y yo…

        —¿De qué hablas Karla? ¡Los últimos días habría muerto más de siete veces de no ser por ti!

        —¿Es en serio?— Ella había comenzado a llorar.

        —Por completo, cuando Yoshua me atacó, tu fuiste quien disparó, yo me había quedado paralizado, y en el tren, en el tren habría muerto más de tres veces de no ser por ti.

        —Pero yo solo estaba disparando a todo lo que veía en el tren.

        —¿Y? ¿Crees que yo estaba planificando a cual muerto darle primero? Pero podía relajar y enfocarme porque te tenía a ti a mi lado. Y Ayer, allí abajo habríamos muerto Claudia y yo de no ser por ti Karla.

        —Yo solo…

        —Y luego me curaste— Alejandro le tomó las manos— Soy yo quien debe disculparse contigo Karla. No debí traerte aquí, no debí traerlas a ninguna de ustedes.

        —Ninguna quería quedarse ni en la casa ni en el barco Ale…

        —De igual forma no debí, y mira donde estamos ahora.

        —Pues yo estoy teniendo una de las mejores noches buenas que pueda recordar.

        —No digas eso…

        —Lo digo en serio, recuerdas te comenté siempre envidiaba la cena navideña que tu mamá preparaba— Expresó la chica con un poco de pena.

        —Si lo recuerdo.

        —Creo que lo que más extrañaba era esto, el estar junto a alguien, mamá… mi mamá fue una buena mujer, pero nunca fue la persona más apegada.

        —Lo siento.

        —Descuida— Karla tomó el reproductor de bolsillo y fue pasando canciones, hasta regresar a “En mi corazón vivirás”— Levántate— Jaló al chico del brazo y lo abrazó colocándole el otro audífono a él para que pudiera escuchar.

        —Esa la conozco, es de…

        —Si, Tarzán, pero ahora la bailarás conmigo— Expresó ella con una sonrisa colocando sus brazos alrededor del cuello de él. Alejandro la siguió rodeándole por la cintura  quedando a solo un par de centímetros de su rostro, y con la melodía comenzaron a danzar en silencio y con suavidad por la tienda que se tornaba completamente oscura con la caída de la noche— En mi corazón, tu vivirás, dentro de mi estarás…

        Karla tarareaba la canción mientras se dejaba guiar, él la observaba sintiendo su cuerpo ajustándose al suyo. Que él acercara su mano al rostro de ella atrayéndole hasta él, no fue un error, el instante en el cual sus labios se tocaron suave y tibiamente en la oscuridad tampoco lo fue. Alejandro la besó con lentitud, apretando sus labios contra los suyos, sintiendo su pecho inflarse y dejarse llevar. Ella se acercó aun más a él y mordió sus labios con fuerza mientras una lagrima caía de su rostro y ella misma no sabía si era de felicidad o impotencia por besarle cuando todo el mundo a su alrededor era un desastre. Pero durante ese momento su mente se nubló, y por el minuto que duraron besándose ninguno de los dos recordó el planeta plagado de muertos a su alrededor.

        Karla terminó recostándose sobre su hombro moviéndose lentamente a pesar de que la música terminó y comenzó otra canción la cual desconocía, pero aquello perdió importancia, y solo lo apretó fuerte, mientras Claudia se dio cerró los ojos haciéndose la dormida.

      Fue imposible detener la estampidas de besos y caricias en medio de la oscuridad reinante, ninguno se atrevió a decir muchas palabras, él sentía cierto grado de miedo, después de todo estaba con la chica más hermosa que el conociera, y al mismo tiempo la más peligrosa, pero sin ninguna duda, la única en la cual podía confiar plenamente. Ella era un mar de sentimientos, y a cada beso su ser se transformaba y aligeraba, como si hubiese soportado una carga muy grande y todo se soltase. Incluso aquel nudo enorme que a veces sentía en la boca de su estomago, ese fuerte se rompía y dejaba de existir.

        Se acostaron abrazados y en silencio, y las horas pasaron lentamente para él, quien no pudo cerrar un ojo y se quedó en silencio escuchándola respirar sobre su pecho. Claudia descansaba al lado de ellos, sobre el montón de ropa que servía de cama improvisada. Fue entonces cuando sintió un par de pasos y se giró en medio de la oscuridad para observar aun acostado por el vidrio del mostrador.

        Afuera podía observar un par de pies de color blanquecino, avanzando lentamente. Se trataba de un olfateador, la penumbra lo ocultaba muy bien, sin embargo su presencia era escalofriante. Alejandro tomó un par de camisas y las lanzó sobre el cuerpo de Claudia y Karla tapándoles por completo, y por ultimo sobre si mismo, dejando tan solo un agujero por el cual observar al muerto andante.

        —¿Qué suce…?— La mano del muchacho tapó la boca de ella deteniendo sus palabras , para luego señalar el vidrio y al muerto al otro lado. Karla asintió con la cabeza y se mantuvo en silencio calmando su propia respiración.

        La puerta se hallaba cerrada con seguro y el vidrio era bastante grueso, sin embargo Alejandro no deseaba arriesgarse con aquel olfateador. El muerto buscaba una esencia en el aire, y él pensó en varias posibilidades, el aroma a sangre, su sudor, o quizás el aroma a hamburguesas, pero ahora tenía poca importancia, , tan solo tenían el arma de Karla a la mano, ero no deseaba usarla, podrían haber más muertos rondando los alrededores; su mejor defensa era permanecer en silencio en medio de la oscuridad y debajo del cumulo de ropa.

        —Ceeeerrrrrrrrrrrcaaaaaaaaaaaaaa— La voz fue grave y gutural, ronca en exceso. Alejandro la escuchó y sintió un escalofrío recorrerle, y Karla casi ahoga un  grito al oírla también. La voz provino de un muerto alto y erguido, de piel blanca y marrón, ojos hundidos y negros, desnudo. Alejandro comprendió lo que estaba viendo y su corazón se detuvo un instante. La manera de caminar de ese muerto era decidida, consciente de cada paso y su camino, miraba a su compañero jadeante hacia abajo con aire despectivo y le ordenaba con la mano.

        Su presencia resultaba amenazadora, como si un aura oscura le envolviese, debía medir cerca de dos metros  altura y e detuvo de pronto a escasos metros de la tienda de ropa.  Observó en varias direcciones y dio un grito al aire, y al instante un centenar de piernas y manos respondieron en carrera desde todas las direcciones. El muerto se vio envuelto entre el resto de zombies, a pesar del ruido y la gran cantidad que le rodeaban se escuchó un par de gruñidos graves y luego de un instante de gran estrepito los muertos salieron en carrera por el centro comercial en varias direcciones.

        El ser inteligente observó nuevamente el lugar y paseó la vista por los ventanales. Alejandro sintió que podía verlo incluso en la oscuridad total y se mantuvo inmóvil, al igual que Karla, quien se hallaba paralizada de terror. El muerto retrocedió y pasó sus manos por el cristal, y continuó su camino con sus pisadas firmes y un par de olfateadores tras de sí.

        Necesitaron dejar pasara varios minutos antes de dejar de sudar y verse a los ojos ambos, tanto él como ella notaron pavor en la mirada del otro, y Alejandro se acostó nuevamente boca arriba a pensar en lo que había observado.

        —Estaba dando instrucciones al resto— Pensó en voz alta, y entonces recordó al muerto sobre el puente mientras corrían en el tren— ¡Fue una trampa!— la sola idea le hizo temblar y Karla se recostó sobre él observándole fijamente.

        —¿Qué piensas?

        —Tenías razón…

        —Cuéntame algo que no sepa Ale— Karla realizó una mueca que el comprendió era un intento de sonrisa mezclado con miedo.

        —Es inteligente, y creo que no solo inteligente, sino, muy inteligente.

        —¿A qué te refieres?

        —Karla, no estamos hablando de un muerto que únicamente piensa, habla y camina como cualquier ser humano, ese muerto ¡está buscándonos! ¡Y se me hace la idea que, de no ser por la puerta sellada, nos habría encontrado!

        —¿Sabe que estamos aquí?

        —Eso me temo.

        —No puede ser… ¿Cómo?

        —No lo sé, pero por alguna razón lo sabe, y está buscándonos, y temo que será cuestión de tiempo antes de que nos encuentre— Contestó él, y ambos guardaron silencio mientras un olfateador caminaba cerca del lugar.

        Esperaron un par de minutos nuevamente, hasta que todo se halló en silencio y ningún muerto rondaba por la zona— ¿Qué vamos a hacer? ¿Es peligroso?

        —Cuando veníamos en el tren, por un instante me pareció ver a un muerto indicándoles abordarnos Karla, si no estoy en un error, ello significaría que eso que vivimos fue una emboscada, eso significa que pueden agruparse  y atacar.

        —Eso es…— Alejandro le hizo señas para que hablase en silencio para no despertar a Claudia a su lado— es aterrador Ale, implica, que pueden atacarnos en cualquier momento, y si atacan como lo hicieron en el tren.

        —Aniquilarían a cualquier… grupo…— Entonces Alejandro comprendió algo en lo cual había fallado— Antier, cuando se abrió un hueco en medio de la ciudad, y salieron en millares, fue una trampa, estaban cazando.

        —¿Cazando?

        —Al grupo de Yoshua, debieron sentir sus pisadas en el suelo, debieron observarlos y esperar a que se adentraran dentro de la ciudad, debieron sentirnos a nosotros también después, y por eso, salieron de tal manera.

        —Ale…

        —¿Qué?— Respondió él.

        —Quizás todos estén muertos.

        —Lo sé, quizás seamos los únicos en haber escapado Karla.

        —Hay otra cosa.                                              

        —¿Cuál?

        —Así será imposible sacar a un millón de personas, siquiera sacar a mil de Pirai— Soltó Karla con pesadumbre, y Alejandro tragó saliva, era una realidad escalofriante. Sin importar entonces qué método decidiera usar, ni el medio de transporte o cuantas armas tuviese, estarían frente a millones de muertos organizados y dispuestos a atacarles, y contra una fuerza tan grande y devastadora, era imposible siquiera pensar en pelear.

        La realidad cayó sobre sus hombros como rocas, dejándole sin más pensamiento que una posible solución— hay una forma, y quizás la única, hay que matarlo, hay que eliminarlo lo más pronto posible y salir de aquí y llegar a Pirai e informar de la situación.

        —¿Podemos hacerlo? ¿Y tú descanso?

        —Moriremos si me quedo descansando Karla, para mañana quizás nos encuentren y será tarde, tu lo viste hoy, era una cantidad enorme, no importaría cuantas armas o balas tengamos, sería imposible hacer algo contra una cantidad tan enorme.

        —¿Y cómo piensas matarlo sin que te muerda el otro centenar de muertos?  ¿Un tiro a distancia con el rifle?

        —Seria difícil, no soy buen tirador a largas distancias, y a poca los olfateadores me encontrarían rápidamente.

        —¿Entonces?

        —Creo que haré algo que vi a alguien hacer una vez.

        —¿A quien?

        —A Yoshua…— Hubo un silencio entre ambos, y él pudo observar el desprecio por parte de ella ante la sola mención del nombre, y no podía culparla, aquel chico la mantuvo cautiva por casi setenta días.

        —Alejandro…

        —¿Si?

        —Te quiero.

        —¿Y a qué viene eso?

        —¡Ves idiota, se supone que en un momento asé deberías decir, yo también te quiero Karla!— Lo golpeó suave en el pecho y frunció el ceño mientras hablaba casi en susurros.

        —Perdón, es solo que… fue repentino, discúlpame, y si, podría decir que te quiero…

        —Es no sonó muy romántico— la chica respiró ante el silencio de él— es solo que si mañana terminamos muertos, bueno, me gustaría que hoy lo supieras.

        —y me  lo habías dejado en claro con el beso Karla— Se quedó callado mientras ella digería la información— Y yo también te besé, así que esa fue mi respuesta. Pero deja de pensar que mañana vamos a morir, y ahora duerme un poco, necesitaremos recuperar algunas fuerzas— Concluyó él observando a Claudia y sintiendo como la chica apoyaba la cabeza nuevamente en su pecho.

        Las horas transcurrieron lentamente, o al menos eso sintió él, como si hubiese pasado una eternidad, y para cuando logró quedarse dormido, el sol comenzaba a lanzar sus primeros rayos aclarando el ambiente en general.  Claudia fue la primera en despertar, y tomando el ipod se sentó a escuchar música observando a los otros dos abrazados debajo de la ropa como si fuesen sabanas.

        —¡Buenos días!— Les despertó luego de escuchar por completo toda la lista de reproducción dos veces. Ambos sonrieron y Alejandro le dio a la pequeña un beso en la frente. Y con esto comenzó un día agitado.

        Lo primero fue revisar que no hubiese muertos alrededor al abrir la tienda y destrabar la puerta. Los alrededores parecían despejados y el centro comercial vacio por completo, y por ello abrieron, sin embargo Karla sostenía su arma, y Alejandro decidió que el primer lugar que visitaría ese día sería la tienda de armamento que había en el lugar. Se encaminó directo al salir y encontró el lugar vuelto un desorden, obviamente los muertos habían estado registrando el lugar. Pese a todo las armas se hallaban intactas y cientos de municiones regadas por el suelo.

        —Toma suficientes balas Karla, y un par de pistolas.

        —¿Y granadas?

        —No, son demasiado peligrosas de llevar…— Guardo silencio observándola, y recordando que las mismas le habían salvado dos días atrás— Tómalas si quieres, pero mantenlas seguras en un bolsillo, o algo. Además necesitaremos un par de rifles extra.

        —¿Para qué? ¡No pensarás que Claudia dispare!

        —¡No! Es para ir armando la trampa. Esta noche cazaremos al muerto inteligente y escaparemos de la ciudad.

El centro comercial era enorme, contaba con cuatro entradas dispuestas en modo de cuadrilátero, la primera de ellas era enorme y de cristal, y afuera se podían observar mutilados contra el cristal, golpeando sin obtener respuesta, los antiguos residentes habían tapeado la mayoría de esta entrada con escombros y muebles de madera y un enorme tubo de metal azul que se extendía de un extremo a otro. La segunda entrada quedaba en el tercer piso, y daba hacía un jardín, y más allá un estacionamiento elevado en otro pequeño edificio construido a un lado del centro comercial. La tercera entrada era desde un estacionamiento más pequeño y subterráneo, sus escaleras eran mecánicas y fue por el cual los chicos llegaron a subir al llegar a tal lugar. El cuarto daba hacia un pequeño parque y la entrada también se hallaba tapeada casi por completo pero en este caso habían cuerpos putrefactos como parte de la muralla de bloqueo.

Al primer lugar al cual se dirigió fue la tienda de armas que dos días atrás había visitado, allí tomó un rifle Stier Aug al igual que el de Karla, con la única diferencia de que el suyo era marrón y poseía modificaciones, como la mira mas grande y una linterna instalada en la zona inferior.

—¿Cuántos cartuchos necesitaremos?

—las que puedas llevar, recuerda que después iremos a Pirai, y de seguro tendremos que caminar varios kilómetros, sería genial conseguir un carro, pero ya sabes como son las cosas.

—Si, aunque quizás la van que usamos para venir sirva, sería cuestión de revisar.

—No quiero que bajes, mantengámonos aquí arriba.

—¿Crees que estén allí abajo?

—No lo sé, pero sea donde sea que estén, no deseo molestarles por ahora.

Alejandro tomó una chaqueta negra con bolsillos donde le pareció podía guardar los cartuchos, y a los lados podía meter un par de pistolas. Tomó un par de Berettas, pensando donde habría quedado la Desert Eagle, y extrañando que en esa tienda no hubiese, después de todo era su arma favorita. Pero ahora no resultaba de ayuda lamentarse. Tomó un par de lentes  y comenzó a rodar un par de rifles con montura hacia el pasillo del centro comercial.

—¿Y ahora que haces?

—Coloco las armas.

—¿Les vas a disparar?

—No exactamente ¿Podrías revisar a ver si en la tienda hay accionadores remotos?— Le indicó a la muchacha., Claudia mientras tanto se hallaba sentada comiéndose una hamburguesa, moviendo sus piernas mientras escuchaba música.

—¡Nada!— Contestó ella desde lejos.

—No te preocupes entonces— Alejandro termino de colocar tres rifles y apretó las tuercas para mantenerlos firmes en una sola posición.

—¿Y ahora?

—Me gustaría saber si hay alguna planta eléctrica ¿has visto alguna tienda así?

—No que yo recuerde— Expresó Karla.

—Generalmente los centros comerciales tienen un generador eléctrico, por lo usual afuera o en una habitación, lejos de donde el público pueda escuchar el ruido.

—Lo sé, siempre los he visto afuera, con los ventiladores enormes, podríamos intentar encenderlo desde el cuarto de vigilancia o maquinas, sea donde sea que esté.

—No, eso es demasiado grande, y tampoco quiero encender todas las luces y el sistema del centro comercial, necesitamos algo más pequeño.

—¿Qué piensas encender?

—Un par de equipos de sonido.

—¿Tu vas a… atraerlos como Yoshua en el estadio?

—Básicamente si.

—Pero eso es una locura Alejandro, ¿Y como piensas hacerlos estallar? ¿Armarás una bomba?

—No, quemaré el centro comercial con ellos adentro.

—Claudia, ¡ve a sacar bastantes hamburguesas! ¡Toma un bolso y llénalo con ellas!— Expresó Karla— ¡Rápido!— La pequeña se levantó alzando la mano sobre su sien al estilo militar para salir corriendo a una tienda por un bolso.

—¿En serio? ¿Lo primero que salvarás serán las hamburguesas?

—¿Sabes cuanto tiempo pasará para que pueda probar otra de esas? ¿Y si nunca más podemos Ale? No lo sé, además es la única comida por acá.

—No te critico, solo me sorprende que sea en lo primero que piensas.

Buscar los equipos de sonidos, mover los colchones de los estantes hasta el piso inferior, colocar las linternas, aquello comenzó a llevarle mas tiempo del esperado, hasta que Alejandro se tomó un instante para buscar de bajar para el estacionamiento. La escalera era metálica y las barandas de cristal. Pese a la luz que entraba por los ventanales en la parte superior del centro comercial, en aquel punto todo se hallaba muy oscuro. La escalera guiaba a un pasillo que giraba y daba con una puerta que se hallaba bloqueada, recordó que fue por allí por donde los antiguos habitantes del centro comercial los habían rescatado días atrás cuando fueron perseguidos hasta el estacionamiento.

Fue removiendo el escaparate y un par de maderos con cuidado de no hacer demasiado ruido, a pesar de no escuchar pisadas ni movimiento del otro lado de la puerta no deseaba crear estrepito. Después de ello abrió la puerta lentamente y observó el mismo estacionamiento extremadamente oscuro en el cual estuvieron una vez, con el piso inundado de agua unos cinco centímetros, dando un reflejo oscuro en medio del lugar.

La van se hallaba detenida a tan solo veinte metros a lado de un enorme pilar blanco— Veinte metros apenas— Expresó él, pensando en el hecho de que, cuando corría rumbo a la puerta perseguido por una gran cantidad de jadeantes, le lució como un trayecto de cuatrocientos metros en carrera. Lamentablemente aquello ahora carecía de importancia, su objetivo era ver los autos y percatarse de… Observó un auto muy grande junto a otro a unos cincuenta metros a su derecha, y otro más allá, y parecían… —¡Bestiales!— Alejandro cerró la puerta de inmediato y con cuidado y su corazón saltando fue colocando los maderos y el enorme escaparate, deseando no haber despertado a ninguna de dichos monstruos enormes.

Se detuvo al terminar de colocar las cosas y se sentó en el suelo esperando que el sudor frio terminase de correr por su cuerpo y recuperar la respiración— ¿Será por eso que no hay muertos aquí durante el día?— Se peguntó— Pero no vi esas cosas enormes el día que llegamos, o habrían roto la van en dos pedazos. No, definitivamente no estaban ese día, quizás salieron en medio del alboroto de muertos— Se levantó y continuó con su trabajo, no sin antes notar un dolor intenso en el costado derecho donde Karla le realizó la sutura— Se me abrirá la herida a este paso— Refunfuñó lejos de las chicas y se revisó por debajo de la camisa, un par de gotas rojas manaban de la herida, al igual que un liquido transparente sin olor alguno.

Lo más difícil durante el día fue hallar una pequeña planta de energía que se encontraba en el cine del lugar e idear un gatillo accionador para los rifles, creado con varillas y un par de cuerdas con un contrapeso que les accionaba al borde de una de las barandas de los pasillos. No encontraron cloro, sin embargo había un liquido detergente de olor muy fuerte el cual Karla opinó podría funcionar para borrar el olor de la grasa corporal.

—¿Crees que esto funcione? ¿Sientes olor?

—Yo no siento ningún olor, salvo el del detergente— Expresó Claudia— Esto dañará la ropa….

—Si, creo que la dañará, ojala no nos quedemos desnudas antes de llegar a Pirai.

—¡Yo mejor busco más ropa!

—No, déjalo así, con un cambio será suficiente respondió Karla.

—Debemos viajar ligeros— Expresó Alejandro mientras caminaban hasta la zona superior del centro, desde donde se podía observar la calle y los alrededores, desde un jardín y una plazoleta. Un ruido los sacó de la tranquilidad  y detuvo sus palabras e intenciones, el trío volteó hacía atrás percatándose de la presencia de un muerto caminando por encima del vidrio de los ventanales superiores, la sombra se proyectaba por los pasillos, y de pronto otro ruido se escuchó a lo lejos.

—¡Escóndanse aquí! — Alejandro señaló una casucha pequeña metálica dispuesta para la venta de refrigerios a quienes se encontrasen en la plazoleta, o quienes entraran y salieran desde el estacionamiento a escasos metros— ¡Salgan cuando sientan todo tranquilo por acá!— Alejandro dio un par de pasos para volver pero sintió como una mano le sujetó fuerte por la camisa y recibía un abrazo de Claudia y Karla le retenía.

—Te vamos a esperar, lo sabes— Expresó la pequeña, y Karla sintió que habían robado sus palabras.

—Procura matarlo sin salir herido tú en el proceso idiota— Y con un beso selló el instante como si se tratase de una promesa entre ambos.

—Tú protege a Claudia, no dejes que le suceda nada, recuerda lo que te dije, comenzaré a las nueve— Le recordó mostrando el reloj de pulsera que ambos estaban usando— Descuida, saldrá bien— Y con estas palabras se adentró nuevamente en el centro comercial en carrera. De inmediato pudo observar un par de sombras en los alrededores, y se hallaban aun muy lejos de la planta eléctrica, por lo tanto no había otro camino, más que disparar. Tomó el rifle y apuntó al más cercano, un olfateador que hurgaba cerca de un par de bancos a menos de doscientos metros de los enormes pasillos. Apretó el gatillo y lanzó un par de ráfagas, impactándole, sintiendo un dolor en el hombro y en el costado derecho, sin embargo pudo notar que la Stier era de retroceso más ligero y no causaba tanto estruendo como otros rifles.

Pese a ello el resultado fue similar, un gran bramido, el muerto que se hallaba por encima de los vidrios profirió un grito abrumador, de esos que provocaba que el cuerpo temblara, las piernas fallasen y la desesperación se apoderase del cuerpo. No obstante  Alejandro corrió hasta la planta de energía y con cuatro jalones de la cuerda la encendió. Disparó a un par de jadeantes que se acercaban y se escondió dentro de la cerrada tienda de armas a esperar por al menos otra hora y media hora  a que la oscuridad reinase.

Las pisadas comenzaron a sentirse, él cerró la puerta y se escondió detrás del mostrador, mientras una música comenzaba a sonar y a retumbar en las paredes del centro comercial. Afortunadamente él había colocado las cornetas pegadas a las barandas con cinta adhesiva y dejando el cableado al aire por el pasillo para que ningún muerto pudiera dañar la trampa. Pero la espera se tornaba tortuosa al pasar los primeros cinco minutos.

Los gritos de jadeantes y olfateadores formaban un coro espeluznante, las pisadas eran como martillos contra el suelo. Alejandro intentó calmarse, pero su mente tenía otros planes, afuera se podía escuchar ruidos de toda clase, bramidos y vidrios rompiéndose, junto a algún estruendo y sonidos metálicos.

—¿Estarán bien?— Le resultaba imposible no pensar en Karla y Claudia, e imaginar cuan horrible podía ser para una niña el escuchar miles de muertos caminando y gritando alrededor, mientras debía guardar silencio en una casucha metálica. El siguiente pensamiento que vino a su mente fue el del muerto inteligente, siquiera había escogido un nombre para tal clase, para todos los demás tenía alguno: Mutilados, jadeantes, olfateadores, excavadores y bestiales. Pero esta nueva clase, un muerto capaz de hablar, y pensar era algo único y fuera de clase.

—Si piensa ¿No es acaso un ser vivo? ¿Cómo puedes matar a un ser vivo Alejandro?— Pensó que esas palabras serían las que pronunciaría Alicia— ¿Dónde estarás Alicia?— Sintió pesar y buscó la respuesta para la pegunta— Sencillo, se llama supervivencia del más fuerte, y a lo largo de toda la humanidad ha sido la única regla para la humanidad, ser el más fuerte y mantenerse por encima en la cadena alimenticia. Ahora importaría poco si es un muerto inteligente o no, incluso si hay algo vivo dentro de él, es mi enemigo, y las opciones son eliminarlo yo a él, o él a mi.

Se relajó y sujetó con mayor fuerza el rifle al sentir como golpeaban con fuerza el vidrio de la tienda de armas, y él temía pudiese romperse en cualquier momento, y todo se saliera de control, pues allí no había una segunda salida, solo la principal que daba directamente contra un mar de muertos que escuchaban y eran atraídos actualmente por el único concierto de la ciudad de Rio de Janeiro. 

La oscuridad comenzaba a hacerse palpable y las linternas funcionaban a la perfección. Él no podía verlas directamente, pero el brillo se reflejaba contra la pared que él tenía al frente y le demostraba que así era. Las linternas eran especiales para armamento, y su función era titilar intermitentemente muy rápido, causando confusión total en el enemigo. Un objeto simple pero que daba una ventaja enorme en una zona bélica cerrada a oscuras. En el centro comercial había colocado ocho de ellas, y las luces se observaban, el muchacho se mantenía detrás del mostrador de espaldas a la entrada de la tienda.

Sus manos temblaban y su corazón latía muy deprisa, su mente le dictaba que debía calmarse, pero su cuerpo no respondía de la manera deseada. Sacó del bolso que llevaba una de las hamburguesas y comenzó a intentar comerla para calmar los nervios en medio de la terrible espera. Dio un mordisco y sintió un estruendo enorme, y el suelo vibrar de tal forma que solo podía tratase de algo— Un bestial— Y con ello recordó las cuatro bestias enormes que observó debajo del centro comercial, si las cuatro salían, sin duda destrozarían el lugar antes de que dieran las nueve de la noche.

Dio un bocado y se percató de que la hamburguesa no tenía sabor en medio del desastre y que de pronto hubo un silencio repentino. Solo la música se escuchaba, Alejandro no se atrevía a observar por el vidrio temiendo ser visto y se limitó a intentar prestar atención, pero pronto lo comprendió— Llegó, él está aquí— Imaginó al muerto inteligente. Revisó el reloj y apenas eran las ocho de la noche, sin embargo su llegada cambiaba los planes.

Alejandro salió de su escondite y se arrastró hasta la parte de atrás donde se hallaba la caja metálica con granadas, apenas quedaban tres de ellas en su empaque de virutas de madera y plástico. La música pasó a un rock pesado y en medio del silencio de muertos se sintieron varios vidrios romperse.

—¡Están entrando en las tiendas!— Corrió hasta la puerta y observó lo que había afuera. Cientos de miles de muertos aglomerados, escuchando la música, y muchas luces que incluso a él mismo le impedían observar más allá de un par de metros. Abrió la puerta con cuidado sosteniendo las granadas en su mano, cuando sintió aquella voz petrificante, grave que quitaba toda esperanza de vida.

—Muerrrteee— La palabra fue cruda y acto seguido otro par de vidrieras estallaron haciéndose añicos en medio del desastre— Eencuentreeenloooo— Un sonido gutural que llegó a los oídos de Alejandro, y entonces pudo percatarse, de que el muerto alto, y erguido se hallaba a escasos metros de distancia detenido en medio del resto.

Quitó el seguro y lanzó el par de granadas al aire, asegurándose de lanzarlas lo suficientemente fuerte como para que cayeran hasta el piso inferior, se recostó y espero— Siete… seis… cinco… cuatro… tres… dos…— Un fuerte estallido, seguido de gritos y muertos corriendo por doquier, y la puerta de la tienda abriéndose, mientras el muerto inteligente entraba en la tienda y se quedaba observándole fijamente.

Lo que sucedió afuera fue que la explosión hizo que los colchones impregnados en aceite ardieran rápidamente generando una columna de humo negro asfixiante enorme, los muertos sintieron el impacto del estallido y entraron en locura, volviendo a prestar atención a su sentido auditivo, siguiendo el sonido, lanzándose directamente a las llamas que crecían y se elevaban rápidamente en el centro del centro comercial, además las luces intermitentes cegaban a todos los que se hallaban adentro, y ello incluía a Alejandro, quien observaba reflejos intermitentes del muerto erguido frente a él.

—Tuuu moriraaassss— Las palabras terminaron en un siseo, y Alejandro sintió una corriente eléctrica por todo su cuerpo y la sensación de que aquel muerto tenía razón. No obstante un pensamiento llegó a su mente, la promesa a Karla y Claudia, y aquello le hizo desear vivir.

Un golpe azotó su rostro enviándole contra el mostrador de madera, golpeándole en el costado derecho y la cabeza, aturdiéndole, haciéndole imposible observar al muerto debido a las luces que ahora jugaban en su contra.

—Malditooo… humanooo— Alejandro sintió como le tomaron por el pecho rasgándole la chaqueta y el suéter debajo de esta, alzándole en el aire cual muñeco y lanzándole contra la pared lateral, la cual crujió y el quedó casi empotrado en ella.

Estaba sangrando, Alejandro sintió la sensación liquida y caliente sobre su rostro y su costado derecho, afuera todo ardía y el brillo de las llamas comenzaba a hacer todo más visible, mientras que la música continuaba escuchándose a pesar de que uno de los equipos de sonido dejó de funcionar.

Una fuerte explosión se sintió y el muerto sujetó a Alejandro por el cuello con su mano enorme, dispuesto a arrancarle el rostro de una mordida, cuando se sintió el accionar de un par de rifles y el estruendo de un montón de balas disparando al mismo tiempo.

—¿Quieenn?— El muerto volteó para intentar ver quien causaba aquello, sin imaginar que las cuerdas que sujetaban el contrapeso se habían quemado y ahora las armas se accionaban solas, disparando a todo lo que tenían al frente, causando aun mayor desastre que al principio. Volteó nuevamente el rostro para observar al muchacho y encontró el cañón de una Beretta frente a su rostro, escuchó el golpe del disparador, y cayó al suelo.

Alejandro salió del lugar sintiendo el humo comiéndole la vista y llenando sus pulmones, el camino se hallaba plagado de muertos que se suicidaban y chocaban unos con otros, muertos quemándose que se alejaban y hacían arder el resto del lugar y al fondo un bestial envuelto en fuego lanzando un alarido enorme mientras giraba sobre su cuerpo. En medio del caos pudo observar algo que llamó su atención durante una fracción de segundo, algo que no pudo olvidar ni sacar de su mente, pero el humo le impedía una visión clara y llenaba sus pulmones ahogándole, por lo cual debió seguir en carrera.

 El resto del camino hasta la salida, él mismo no entendió como pudo sobrepasarlo, sintió un par de manos tomándole de la chaqueta, la cual soltó de inmediato. No fue ni su inteligencia, ni su habilidad, siquiera su capacidad física, lo que le permitió correr tan rápido fue el miedo, el miedo a morir. Aquella sensación llenó su cuerpo de adrenalina y sintió como todo pasaba lentamente frente a él. Como un bestial entro rompiendo una docena de estructuras, como las armas terminaron de disparar quedándose sin balas, como los muertos corrían de un lado a otro, muchos de ellos sin siquiera notarle, profiriendo gritos ahogados, y él corriendo por el pasillo hasta la salida para encontrarse con K arla y Claudia tan solo con su instinto de supervivencia.

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