CAPÍTULO 4. TREN
—Cualquiera piensa que venimos al carnaval o a la copa de futbol.
—Vamos, yo nunca pensé venir a esta tierra—Comentó con sorna y alegría Perrobravo— Aunque me habría gustado visitarla antes, ya sabes, con las garotas y esas cosas, pero no me quejo.
—Ni yo en realidad— Alejandro se desperezó y dirigió hasta el baño, deseando recobrar fuerzas para el dia que estaba por delante, se rasuró, lavó y duchó antes de ir a comer un par de hot cakes. Al llegar a cubierta fue obvio lo que Miguel le había dicho. Había tierra visible en ambas direcciones, habían entrado en una bahía y se dirigían remolcados por las pequeñas naves hasta el muelle más cercano.
El procedimiento fue lento, pero dio la oportunidad perfecta para realizar un toque de corneta del armonía, a lo cual un grupo de muertos respondió en un coro gutural desde tierra, arremolinándose en el puerto. Eliminarlos fue tarea fácil, y los del cuerpo estadounidense, los españoles y el grupo francés que Alejandro había conocido el día anterior cuyo jefe era Pierre, se lo tomaron como un juego de niños y practicas de tiro a distancia.
Al cabo de una hora el muelle se hallaba lleno de cuerpos y libre de sus gritos, y el armonía terminaba de ser anclado junto a la plataforma y cinco naves. El Claudia, el arco de los españoles, el de Yoshua y dos potentes naves de parte de los norteamericanos, quienes fueron los primeros en bajar a tierra e ir inspeccionando la zona.
—¿Preparadas chicas?— Preguntó él animándolas mientras armaban el equipaje, el cual consistía más que todo, en armas, comida, agua, botellas de cloro, y linternas.
—¿Dónde tienes más municiones?— Preguntó Karla a Pierre, un hombre delgado que se ufanaba de haber tenido experiencia en combate y haber salvado al menos a siete personas el primer día del ataque.
—Estábamos encerrados en los camarotes ¡Imagínense! el pasillo era extremadamente estrecho y esa bestia venía en carrera, la cuestión era disparar o morirme allí, cuando lo piensas así, las decisiones son fáciles, terminas disparando sin pensarlo mucho…
—¡Pierre!— Karla se cruzaba de brazo— Te pregunté por las balas, necesito un par de cartuchos más.
—¡Oui oui! Allá en aquella caja, deja de preocuparte tanto mujer, hay suficiente musculo como para que tengas que disparar hoy— Contestó el francés señalando una caja en una esquina justo al lado de una enorme sierra eléctrica. Pierre sostenía un rifle SA-80 ligeramente contra su hombro mientras reía.
—¿Preparado?— Milena aparecía detrás de Alejandro acompañada de Armando, quien aun tenia su Magnun artic warfare.
—Ojala fuese así.
—Pero por el arsenal que llevas contigo cualquiera diría que si— Expresó Milena.
—¿Arsenal yo?— Alejandro señaló a los norteamericanos, los cuales bajaban cajas llenas de armas y municiones de distinto calibre.
—En el ejercito americano y en el ruso hay mas armas que hombres, es normal— La mujer dio un paso adelante y Armando le siguió de cerca para descender del navío y comenzar a dar las ordenes de desembarco de las naves.
—No me simpatizan— Comentó Alicia, quien solo llevaba una mochila y la katana en la cintura.
—Se preparan.
—Lo toman como un juego— Se quejó nuevamente sentándose sobre una caja a esperar al resto del grupo.
Los españoles por su parte iban ahora descendiendo de su barco y desfilando por el muelle como si de una caravana se tratase.
Alejandro sintió el jalón de camisa de Claudia, quien llevaba una chaqueta, un suéter y por debajo se entreveía lo que era un vestido que terminaba en una falda. Obviamente no era el mejor atuendo, pero Alejandro había insistido en no dejarla bajar si no se hallaba bien cubierta, en la espalda cargaba un bolso con dos linternas, tres botellas de cloro y dos de agua a los lados, todas debidamente identificadas, y una beretta que Alejandro envolvió en una camisa y le prohibió tocarla.
—¿No llevarás tu M8?— Preguntó Karla acercándose.
—No, es mucho peso, y ya tengo bastante con el cloro, el agua, la RSASS y la Colt.
—¿Y será que yo me la puedo llevar?
—Es mucho peso Karla, no necesitas un segundo rifle de larga distancia— Expresó refiriéndose a la Dragunov— Aunque si quieres puedes traerte la Stier Aug.
—¿En serio?— Preguntó la chica con cierto animo, el tan solo asintió, casi para si mismo, pues Karla ya estaba en camino a buscar el rifle.
—¿Cómo me veo?— Sara vestía jeans ajustados, una franelilla cuello en “u” y encima una chaqueta algo abrigada a pesar del calor que comenzaba a hacer, en la espalda llevaba la Dragunov y un pequeño bolso.
—Luces bien— Contestó.
—¿Y nosotros cuando bajaremos?
—Al final, no tengo ánimos de que estemos en la avanzadas, no con Claudia, quedémonos como apoyo en la retaguardia, además por ahora están es haciendo ensamblado y bajando los vehículos.
—Si, ya se idiota… ¿Y tú cuanto tiempo crees que tardemos? Ya sabes en toda la misión de rescate.
—Un par de días, con suerte, el mayor problema posiblemente sea movilizar a toda esa gente acá, ¡pero ya veremos!
—¡Allí va el grupo de Yoshua!— Comentó Alicia desde la caja observando como descendía un grupillo de cinco personas, entre ellas la chica de cabello rosado inconfundible.
—Principalmente debemos mantenernos alejado de ellos.
—¿Piensas que hará algo?— Inquirió Alicia.
—Hay mucha gente, y están los gringos— Aclaró Sara.
—Principalmente porque hay mucha gente— Contestó él.
—¿Estaremos bien?
—Si, Claudia, tranquila, tu relájate, estaremos bien.
—Gatita…
—Ok, gatita, sabes que se me olvida— Se quejó el chico, Karla se acercaba con la otra arma bajo el brazo mientras que la Dragunov quedaba en su espalda.
—¿Bajamos?
—Si, ya creo que es hora— Y con estos comenzaron a descender lentamente por la plataforma.
—¿Qué es aquello?— Preguntó Karla señalando con la mano a un vehículo de color verde en el cual había un rifle enorme.
—¿Un arma enorme? No tengo idea Karla.
—Yo no sé, pero me gustaría tener una de esas en la casa ¿te imaginas en las murallas?— Sara le comentó a la otra entre risas.
—Haría mucho ruido— Agregó Alicia.
—Bueno si, pero aniquilaría a cualquier cosa cerca— Karla sonreía— Con eso la cosa esa enorme que vimos cerca de casa caería en dos pedazos al suelo— Dudo por un instante— ¿verdad?
—Si, creo que con eso si se podría eliminar al bestial ese.
—Hay que preguntarle a los gringos si los venden por docena— Sara reía mientras bajaba, el ambiente era animado y relajado a pesar de haber tocado ya suelo brasileño.
—¿Y qué son esas armas?— Preguntó Karla al ver unos rifles que portaban los estadounidenses.
—Se llaman XM8, es un rifle.
—Parece de juguete— Alicia ahogó una risilla.
—Tienen mucho… ¡wow! ¿Eso es…?
—Si, son rifles calibre 50— respondió Alejandro ante la presencia de cinco hombres que iban con las armas en sus espaldas. Si aquellos hombres eran altos, con aquellas armas en su espalda lucían como gigantes de acero.
—Mira, por allá está Jhon— Señaló Sara, Alicia soltó una risilla, y Karla hizo un gesto sobre sus brazos y pecho amplio.
Un par de helicópteros sobrevolaron la zona a gran velocidad tomando la delantera a gran altura rumbo a la ciudad. Todos alzaron la vista ante aquello y fue como si el momento se detuviera, después de todo los últimos meses había sido raro escuchar el sonido de las maquinas sobrevolando, y la escena era como salida de una película de guerra.
—¿El apoyo aéreo?— Preguntó Alicia.
—Irán a observar la zona de la ciudad, y luego llegarán a Pirai antes que nosotros.
—¿Cómo crees que estarán las personas allá?— Preguntó Sara.
—Yo digo que hambrientas.
—De seguro tienen miedo— Respondió Alicia después de Karla.
—Cualquiera tiene miedo ahorita, pero además de eso, ¿Crees que nos alaben cuando lleguemos? ¿Estarán esperando la ayuda?
—Lo más factible es que no, y deben de tener sus propias reglas, no sé como funcionará un grupo así.
—¡De seguro nos esperan con una barbacoa y un jamón como para rechuparnos los dedos!— Miguel se acercaba rifle en mano , mientras caminaban por un camino de tierra amarilla y polvorienta mientras que a los lados se observaba maleza espesa y en algunos casos reseca.
—¡Dudo que tengan jamón Miguel!
—¡Vamos hombre, no seas aguafiestas! ¡Tengo tiempo queriendo un buen jamón! Uno de esos que se dejaban secar durante un par de meses y se comían con un sabor fuerte y algo salado.
—¡Deja de hablar de comida o me da hambre!— Se quejó Sara.
—¡Tranquila reina mía, que yo a usted le serviría el mejor plato!
—Cómo si yo te estuviese pidiendo eso, idiota— Contestó ella, a lo cual Karla le dio un codazo a Alejandro mientras se reía.
—¿Pero me negarás que te sirven un buen trozo de jamón y lo comes?
—¡Yo no dije nada sobre comerlo! ¡Ash!
—¡Miguel! ¿Y que hacen allá adelante?— Inquirió Alejandro.
—¡Ah! Los americanos verifican si el tren sirve, según había un par de jadeantes adentro.
—¿Y?— Preguntaron Sara y Alicia al unísono
—Los eliminaron, son como un escuadrón de exterminio— Bromeó— ¿Tú que crees que suceda cuando lleguemos a Pirai Alejandro?
—Te aseguro que de todo excepto jamón— Contestó con sorna, seguido de un silencio mientras avanzaban junto al resto de las personas por el camino de tierra y se escuchaban un par de disparos al frente de la operación y un grupo de hombres pasaban con un pequeño montacargas y armas en el mismo— Aunque si tuviese que adivinar, diría que veremos algún desastre de personas, algunas pasando hambre y una fuerte milicia resguardándolo todo, no sé, solo me aventuro a conjeturar.
—¿Por qué?
—¿Qué clase de orden debe haber para sobrevivir ciento setenta y nueve días?
—¿Los has contao hombre?— Exclamó Perrobravo.
—Lleva un diario sobre eso— Comentó Alicia.
—¿En serio?
—No es nada del otro mundo, ¿Y me pides una opinión sobre lo que veremos al llegar a Pirai? ¿No eras tu el que tramaba antes teorías conspirativas?
—Eso… ¡bueno, tuve razón en lo de los muertos!— Expresó Miguel.
—¡Si! ¡En esta diste en el clavo! Y te debo las gracias también por eso…— Hubo un revoloteó al frente y un rumor entre los presentes mientras se observaba el tren y un par de casuchas y contenedores a los lados.
—¿Qué pasa?
—¡Ni idea tío!
—Es por el tren— Pierre caminaba con un paso lento y desahogado mientras mantenía el rifle sobre su hombro y fumaba un cigarrillo dejando que el humo ascendiera en cada bocanada— De seguro se fijaron que servía, pero es normal que sirva, esas cosas están hechas a la antigua, podrían pasar cien años y aun así andarían sin problema siempre y cuando las vías no las muevan de lugar.
—Las cosas de antes las hacían mejor ¿No?— Intentó entablar conversación mientras avanzaban.
—No tienes idea muchacho, en Francia habían, y doy mi pierna a que aun hay bombas de la segunda y la primera guerra que todavía estallarían, kabum, como si las hubiesen hecho para servir durante milenios.
—¿Cómo fueron las cosas en Francia?— Inquirió Sara observando la tranquilidad con la que el hombre levantaba humaredas.
—Ni yo ni mi grupo estábamos en Francia, estábamos en Puerto rico, viajábamos con la marina por un trabajo, cuestión de un par de días, era trabajo simple, nada que pagara demasiado, pero estábamos en otro país, y significaba estar libre un rato, poder beber, ya sabes lo usual para un viajero— Dejó caer los hombros.
—¿Y allí que tal fue?
—Un desastre, la cosa comenzó de madrugada, yo estaba bebido esa noche y acababa de llagar al barco cuando las personas comenzaban a gritar, e imaginamos que algo sucedía, quizás un incendio, cosas usuales. Nos encerramos en el barco y esperamos, lo más normal en esos casos, cuando eres marino y estás en el exterior evitas meterte en problemas, y si los ves, pues te largas de allí y te encierras en la nave y esperas a que todo pase— Se acercaban hasta el tren, mientras que los americanos subían por una rampa a la pieza de artillería y un par de minigun a un ultimo vagón instalado en la zona trasera.
—Esa cosa abriría un hoyo a cualquier cosa— Expresó Karla observando la pieza de metal.
—Igual que el arma que traes tu chico— se refirió a Alejandro con la RSASS en la espalda— Esa cosa perforaría lo que sea y a cualquiera, sin importar la distancia, mil quinientos metros de rango efectivo, hay gente que ha llegado a más de dos mil…
—¿Tanto?
—¿No lo sabías chico?
—Creo que lo más lejos que lo he usado serian menos de doscientos metros.
—A ese rango no necesitas casi que ni preocuparte por el viento— El Francés sonrió y tomó otra bocanada.
—¿Qué hacen tíos?— Preguntó el Santo mientras subía al tren.
—¡Zombi!— Hubo un grito y un grupo de disparos, todos los presentes habían volteado alertados mientras un perro salía de ente la maleza y terminaba convertido en un amasijo de vísceras esparcidas por el suelo, y continuaba todo en tranquilidad.
—We are waiting for suport— Contestó uno de los estadounidenses, pero ante la mirada perdida del Santo otro le tradujo.
—Esperamos que nos den noticias desde el aire, apenas nos den informe partiremos.
El ambiente se hallaba animado y los presentes conversaban, muy contrario a lo esperado a la llegada a Brasil. Abordaban poco a poco, colocando el equipaje mientras un grupo de cinco personas quedaban a cargo de mantener la posición libre y en comunicación con el Armonia. El sol resultaba abrazador e incluso agotador, pues las gotas de sudor manaban de los rostros de todos los presentes, llevasen gorra o no.
—Sube muchacho— Armando le hizo señas desde el quinto vagón desde atrás hacia adelante.
—¡Vamos chicas!— Agregó él subiendo su rifle y tomando a Claudia de la cintura hasta el penúltimo vagón, donde Pierre se hallaba sentado mientras fumaba en un borde. Abordaron todos y después de media hora y después de un fuerte rumor en el cual los cuchicheos entre los presente no faltó, el tren partió con luz verde según la información dada por los helicópteros.
Al principio hubo una ligera sacudida, luego la locomotora comenzó a jalar y los rieles emprendieron un lento movimiento, una humareda ligera salió de la punta de la maquinaria— Miua— Claudia se sentó cerca del borde. Los últimos cuatro vagones eran delgados y a los lados habían un pequeño camino con barandas en el cual muchos se hallaban, los delanteros eran en cambio anchos y se debían recorrer por dentro. Las vías rechinaban y la brisa soplaba conforme tomaban un poco de velocidad y comenzaban a dejar atrás la zona de la playa y la tierra pasaba de ser amarilla a tomar un tono más negruzco.
—¡Muertos!— Hubo un grito desde adelante, y Alejandro observó como la maleza a los lados se movía estrepitosamente y un par de jadeantes corrían en dirección a las vías. El grito de alarma provenía desde uno de los primeros vagones, pero al ritmo que se movían los disparos comenzaron en los últimos, y no fue necesario mucho tiempo para observar como un par de jadeantes salian y eran abaleados desde el antepenúltimo vagón.
—¡Por la derecha!— gritaron desde el otro lado y el estruendo de las armas volvió a resonar. Alejandro observó como varios puntos de la maleza comenzaban a moverse— ¡Muertes por la izquierda!— Gritó alzando su rifle mientras los demás le seguían en el acto apuntando a las figuras que se movían entre las sombras.
El tren comenzaba a marchar con un ritmo bastante fuerte cuando se escuchó un sonido como el de un rugido, seguido de el típico grito de los olfateadores llenando el aire. Las armas dejaron de sonar, y muchos llegaron a taparse los oídos, la escena fue como en cámara lenta para Alejandro, los gritos se hicieron un coro de la muerte y entre ellos un rugido nuevamente— ¡Disparen!— Alguien gritó y las armas se activaron eliminando a varios muertos que comenzaban a acercarse al tren, fue entonces cuando hubo un tercer rugido y como si hubiese una explosión, el suelo se levantó en una columna por la cual salió un ser enorme de brazos robustos y manos mas grandes que el cuerpo de un ser humano.
El silencio fue enorme, nadie gritó ante aquello, todos observaban anonadados ante el tamaño de aquella cosa, que debía rondar los cuatro metros, hubo un cuarto rugido, fuerte y claro el cual soltó ya en la superficie, seguido del bramido normal de los olfateadores, y fue como un grito de guerra.
—¡Disparen a esa cosa!— La voz fue la de Pierre que alzaba su rifle apuntándole. Hubo un rugido desde la zona derecha, la cual Alejandro no podía observar, pero comprendió de qué se trataba, su mente entonces trabajó demasiado rápido como para poder expresarlo, y comprendió todo— Dos bestiales— Soltó en voz baja— ¡Dos bestiales!— Miró a Karla con espanto— Sara llévate a Claudia adelante— Dio la orden cuando el bestial que se hallaba frente a ellos comenzó a avanzar como si se tratase de un mono, aplastando todo a su paso. Cada vez que sus miembros tocaban tierra resonaba como si fuese un golpe y la maleza se rendía ante él.
A pesar de hallarse a unos doscientos metros se acercaba demasiado rápido al tren el cual ya tenía una velocidad bastante rápida como para saltar del mismo.
—¡Cúbranse el rostro!— Gritó Alejandro a las chicas cuando un olfateador con forma humana saltó al antepenúltimo vagón, sujetándose de una baranda y sus ocupantes disparaban a este haciendo saltar pedazos. Los jadeantes se hallaban a los lados y algunos comenzaban a sujetarse a las líneas, la confusión reinó y todos empezaban a disparar frenéticamente a lo primero que observaban, fue entonces cuando hubo un fuerte estruendo y embistió el ultimo carril con un costado, alguien encendió la minigun y comenzó a dispararle a la bestia a quemarropa.
El bestial tenía un rostro alargado, dientes pequeños pero afilados.. Agitó su brazo y profirió un rugido cuando su pierna se quebró producto de las balas y debido a la velocidad y su peso rodó estrepitosamente golpeando su rostro contra las vías del tren al tiempo que un gran grupo de jadeantes saltaron sobre él en persecución frenética del transporte.
—¡Retrocedan!— Indicó mientras daba un par de pisadas atrás y recargaba el cartucho de balas, frente a él se hallaba Pierre disparando y a su lado afortunadamente Karla accionaba una ráfaga de la Stier Aug, cuyo sonido era bastante suave y casi semejante a escupitajos, de no ser así habría quedado sordo.
Alicia pasó al antepenúltimo carril, junto con Claudia, todos disparaban en medio del desespero, los jadeantes comenzaban a abordar la nave y un hombre gritó al ser mordido en la cabeza por un olfateador entre su mejilla y el ojo, la sangre salpicó en varias direcciones. Alejandro había volteado hacía los primeros vagones para ver de donde provenía el grito de aquel hombre, pero al instante en que se dio vuelta solo pudo ver al bestial restante, el cual se acercó y con un salto y un manotazo hizo volar el ultimo carril fuera de las vías junto con cinco hombres en él.
—¡AAAAAHHHHHH!— Alguien gritaba desde el otro lado, las armas sonaban y más jadeantes aparecían a los lados en carrera, se escuchó un nuevo grito de los olfateadores, y el carril que el bestial lanzó cayó al suelo volviéndose trizas y los pedazos de metal se confundieron con los retazos de cuerpos.
—¡Ale!— Karla tenia miedo.
—¡Atrás!— La tomó de la mano y en el camino arrastró también a Sara, pasando por un lado a un hombre que disparaba desenfrenadamente.
Sara no dijo nada, tan solo tomó el rostro de Alejandro y le dio vuelta para que observara hacia atrás, cuando el bestial aceleró de improvisto. Alejandro apenas alcanzó a ver la sombra momentánea de la mano, quizás lo mismo sucedió con Pierre, pero para él fue fatal, la garra de aquella cosa destajó su cuerpo en dos pedazos, y a bordo del tren tan solo quedaron las piernas y un pedazo de la cintura, las mismas perdieron estabilidad y cayeron fuera del tren rodando sobre los rieles.
El bestial se detuvo revisando el trofeo francés en su garra, mientras el tren continuó en movimiento, y entraban en la ciudad. Los jadeantes y olfateadores continuaban en persecución, saltando sobre los techos de las casas, recorriendo las calles hasta quedar a los lados del tren, al cual saltaban y se aferraban de la baranda metálica.
—¡Fuego!— Alejandro recargó y continuó disparando ahora en el antepenúltimo vagón, que se había convertido en el penúltimo gracias al bestial. Los muertos les rodeaban y todos continuaban disparando.
—¡Entra Claudia!— Alicia se encerraba dentro del estrecho vagón junto con la pequeña, Sara se quedaba afuera en estado de shock, apuntaba con una pistola que había recogido del suelo, pero no sabía bien a qué darle, pues todo se movía demasiado rápido.
—¡Balas Sara!— Escuchó la voz de Alejandro y entró al vagón a buscarla en el bolso de de Claudia cuando un par de disparos dieron justo al lado de su cabeza y se quedó petrificada, un hombre se hallaba tirado en el suelo, escondido en la sombra del vagón, con el rostro contraído, llorando entre espasmos mientras le apuntaba.
—¡Cálmese!— Dijo.
—¡Idiota imbécil!— Exclamó Alicia pateándole en el rostro al hombre, para luego quitarle el arma.
—Necesito balas, balas Claudia— Expresó Sara.
Afuera todo era confusión, se escuchó la detonación de un arma de gran calibre y Alejandro observó como un hombre cadavérico sin casa carne en sus miembros que se hallaba sujetado a la baranda del tren era partido a lo largo en dos mitades.
El tren vibró durante un segundo, tambaleándose fuertemente, Karla cayó al suelo y Alejandro le dio la mano para que se levantara mientras le indicaba que disparara de rodillas para mayor estabilidad.
—¡El puente!— Alguien gritó, Alejandro volteó por instinto y comprendió la situación, había un bestial sobre el tren a unos cuatro vagones de distancia, y aun más allá había un pequeño puente, por debajo del cual debía de pasar el tren, y sobre la estructura un centenar de muertos expectantes. Alejandro creyó ver algo, un jadeante alto y de piel cetrina al frente del resto, el cual alzó su mano dando la orden para que los demás se lanzaran encima del transporte, pero debió de ser su imaginación, pues al instante siguiente no lo vio.
Una horda de muertos se dejaba caer como lluvia al tren desde el puente, hasta que se sintió un fuerte golpe, al impactar el bestial contra la estructura de concreto, el tren a sus pies continuó moviéndose rápidamente haciendo que este rodara por el techo mientras pasaban por la oscuridad momentánea del puente.
Al salir a la luz Alejandro observó a un jadeante frente a él el cual sostenía a un hombre por la cabeza estrellándole contra el metal del vagón, destrozándole por completo al tiempo que gritaba.
—¡Nos matan! ¡Nos matan!— se escuchó el grito, y Alejandro supo que tenía razón, a adelante y atrás habían cadáveres, Sara llegaba con las balas, pero la cantidad de muertos era impresionante y cada vez menos disparaban. Había muertos en el techo, en los pasillos y a los lados corriendo a gran velocidad.
—¡Sara entra al vagón, Karla repliégate a la puerta!— Gritó lo más fuerte que pudo para hacerse entender, pero al no obtener respuesta empujó a la primera y arrastró a la segunda en una sola sacudida.
—¡Estoy recargando!— Profirió Karla al verse arrastrada, Alejandro disparó a un jadeante que bajaba por el techo y golpeó con la culata a un segundo que se hallaba sosteniéndose de la baranda. Un hombre con un olfateador en su espalda pasó corriendo para terminar lanzándose fuera del tren mientras gritaba.
Hubo un temblor y el tren volvió a tambalearse, Alejandro cayó de espaldas dentro del vagón disparando, abriéndole un par de agujeros al techo— ¡Un bestial!— Se asustó, su corazón palpitaba a todo ritmo, quizás más rápido que las ruedas del tren, ya no escuchaba los sonidos de las armas ni el del tren, solo los gritos de los muertos y las pisadas de los mismos sobre el techo. Karla terminaba de entrar al vagón concluyendo de recargar para disparar nuevamente.
Alejandro se percató que de pronto afuera del tren todo se veía muy verde, pero aquello no importaba, ahora se hallaban frente a la puerta, un jadeante se asomó y él disparó su Desert Eagle, primero al pecho, la segunda dio en la boca del jadeante. Al siguiente le disparó en el hombro debido al movimiento sin embargo Karla lo terminaba de eliminar, al siguiente le impactó en el estomago y pecho y al siguiente en la cabeza, gastando así sus seis balas. Karla abatió a otros dos que entraron, y luego hubo calma.
Ambos se quedaron expectantes a que otro muerto intentara entrar y pasara sobre los cuerpos en la puerta, pero nada más se asomó.
—¿Terminó?— Preguntó Alicia mientras se hallaba en una esquina abrazando a Claudia, Sara temblaba contra la pared, pero caminó hasta la puerta para asomarse, el tren continuaba en movimiento rápido y se veían algunos muertos corriendo en los alrededores, pero nada más. Se hallaban atravesando una planicie verde de terreno.
—Eso parece.
—¿En serio?— El hombre que se hallaba en una esquina salió como un rayo del vagón.
—Lo debieron matar por cobarde— Soltó Karla dejando caer el arma.
—Aun no se acaba Karla— Soltó Alejandro recargando su rifle, hasta ahora sentía un fuerte dolor en la espalda por haber caído de espaldas contra la Colt que mantenía tras de sí. Se levantó con cuidado saliendo del compartimiento, para percatarse del horror, la cantidad de muertos era impresionante, había manchas de sangre en la baranda, suelo y paredes. Observó un jadeante corriendo entre el campo y disparo una ráfaga hasta darle y volvió a observar todo aquel desastre. En los vagones aledaños la situación era semejante, algunos se hallaban afuera observando y empujando cuerpos putrefactos afuera del vehículo en movimiento.
La mano de un bestial había quedado pegada al último vagón, eso le hizo recordar la muerte del francés de un solo manotazo. Hizo una señal con su mano para indicar que la zona estaba limpia a las chicas y avanzó hasta el último carril. En este habían tres americanos y un español con vida, el primero de ellos muy relajado, como si aquello fuese algo de rutina, mientras que los dos últimos celebraban y otro lloraba de alegría. Alejandro avanzó hasta observar lo que deseaba, el final del camino, el lugar donde Pierre se hallaba al momento de morir, en el suelo se hallaba el rifle SA-80 que usaba, del lado derecho habían tres marcas como orificios que habían rasgado el metal como si fuese mantequilla.
—Tiene garras— Analizó— Y enormes— terminó por decir, a lo lejos se observaban menos de una decena de muertos corriendo, pero no representaban peligro como para disparar, además ya con el ruido del tren era suficiente, su mano temblaba de tanto apretar el gatillo y su hombro derecho le molestaba más de lo normal.
—¿Qué mierdas fue eso?— Miguel llegaba en carrera, la mano del bestial aun se hallaba sujeta, de la baranda doblada, era aproximadamente de un metro de grosor.
—No lo sé, se supone que no habían peligros, o al menos por eso esperamos que el apoyo aéreo nos diera la orden— Comentó Alejandro.
—¡La recontra madre tío, me cago en la hostia de todas sus madres!— Soltó— ¡esa mierda enorme saltó sobre nuestro vagón, lo hundió y joder que nos hemos cagado, yo pensé que ya estaba muerto ¡Mira!— Mostró sus pantalones los cuales se hallaban húmedos desde la entrepierna hasta el pie.
—¿Te orinaste?— Karla llegaba por la espalda.
—¡Me mié mujer! ¿Nunca has visto a uno miarse? ¡Joder yo he visto a gente hasta cagarse cuando tienen a esos muertos al frente!
—¿Dónde estamos?— Preguntó Alejandro.
—Solo no le digan nada a Sara…— Se despidió caminando hasta los vagones delanteros.
—Nos estamos deteniendo— Apuntó Alejandro observando el ritmo de las vías. Karla por alguna razón lo abrazó para luego caminar hacía adelante.
—Gracias— Fue lo único que ella dijo.
—¡Gatita!— Claudia corrió hasta él para abrazarle, pero este la detuvo viéndose todo manchado de sangre— Ahora, esto es peligroso— Las observó a todas— ¿Ninguna está herida? Busca algo con que secarte y quitarte esa sangre de encima Karla.
—Tú deberías hacer lo mismo— Contestó la aludida.
—Si…— Comenzó a avanzar hacía los demás vagones, pero tan solo veía muertos a cada paso, el tren fue deteniéndose por completo en un descampo total, aunque a menos de un kilometro de distancia se observaban un par de casas de gran tamaño.
Los presentes se hallaban en conmoción, nadie podía creer lo ocurrido y revisaban con asombro los cuerpos y marcas de la batalla en el tren. Agujeros, barandas dobladas o rotas, la mano del bestial, el techo hundido del séptimo vagón, sangre y cuerpos, y un hedor que revolvía el estomago.
—¡Se supone nos enfrentaríamos a unos cuantos! ¡Cien doscientos, hasta trescientos hijos de puta habrían sido controlables! ¡Esa mierda eran miles! ¡Y qué coño era esa mierda gigante que apareció!— Un español le gritaba a Sam, quien no se inmutaba ante los gritos y sostenía su arma a la altura de su abdomen.
Alejandro observó a Yoshua y Cassie sentados en la grama observando al resto— Esa desgraciada lanzó una granada en pleno vagón— Fernando se acercó hasta los muchachos, detrás llegaban Armando y Milena— La lanzó sin más, tuve que correr, el otro que estaba conmigo no pudo, y eso que era del equipo de ellos.
—¿Todos bien?— Preguntó Milena al llegar, el resto se iba acercando poco a poco.
—Nosotros bien, pero el jefe de los franceses, Pierre está muerto— Informó Alejandro.
—¿Pierre?— Milena se mostró sorprendida— Era bueno con las armas y excelente trabajador.
—Tendremos que informárselos ¿Y cómo murió?— preguntó Armando.
—La bestia lo partió en dos pedazos.
—Fue horrible agregó Karla.
Milena arrugó el rostro ante la mención— No se a quien se lo diremos— Observó los pocos que quedaban— ¿Cuántos quedamos vivos?
—Treinta y cinco— Contestó Sam mientras Jhon se acercaba a su espalda.
—¿Treinta y cinco?— Armando observó a Alejandro y recordó sus palabras— Dijiste que con suerte llegaríamos diez a Pirai ¿no?— Alejandro asintió con la cabeza— Pues recalcula teniendo en cuenta a los bestiales, y que estamos más lejos que antes.
—¿Por qué?— Inquirió Sara y Santo.
—¿Más lejos?— Preguntó Alicia. Alejandro sintió que Claudia se aferraba a él.
—¿Nos desviamos cierto?— esta vez fue Yoshua el que habló y Sam asintió con la cabeza.
—Habían dos bestiales al frente, decidimos virar y tomar la ruta del tren que iba a Rio.
—Lo que quiere decir.
—We are in th jacimar’s park.
—Yup dude— Contestó Sam a su compañero— Estamos en el parque Jacimar, y del otro lado de aquellas casas está Rio de Janeiro.
—¿Quiere decir que estamos cerca de la ciudad más poblada de Brasil?— Santo soltó una mala palabra en silencio y se largó maldiciendo, Miguel le siguió intentando calmarle.
—¿Y qué vamos a hacer ahora?— Preguntó Fernando.
—Vamos a quemar los cadáveres y…— Un hombre norteamericano comenzó a retorcerse en el suelo de pronto, Jhon no dudó en sacar su arma y propinarle dos disparos en la cabeza— Y buscaremos cómo pasar la noche, también debemos buscar alguna forma de contactarnos por radio.
—¿Y sus transmisores?— Preguntó Fernando.
—No tienen tanto alcance, necesitamos algo más potente, y pedir una extracción.
—Con lo cual la meta de Pirai queda abandonada— Expresó Alejandro.
—No sabíamos nos enfrentaríamos a esas cosas, seguir más allá es un riesgo muy grande, y ya perdimos muchas personas.
—Pero moriremos todos si piensan quemar los cuerpos— Yoshua se acercó al grupo— esas cosas pueden olernos, ahorita están lejos, pero aquí hay mucha sangre, y dejamos un rastro, nos seguirán, solo es cuestión de tiempo para que estén aquí, y si quemas los cuerpos, seguirán el olor a cenizas en nosotros— Alejandro odiaba admitirlo, pero tenía razón.
—Tampoco tenemos suficiente combustible o cloro para borrar el rastro y quemarlo todo, lo mejor es irnos de aquí lo más pronto posible.
—¿Qué te hace pensar que un par de niños…?— Comenzó Sam, pero fue interrumpido por Armando.
—Hágales caso, estos chicos saben lo que hacen, tienen razón, nos olerán fácilmente, lo mejor que podemos hacer es tomar todas las armas y lo que podamos y movernos hasta allá, a aquellas casas y buscar refugio donde pasar esta noche y resolver qué haremos luego.
—Somos treinta y cuatro— Sara repitió la cifra, viendo al americano tendido en el suelo.
—¡Ya escucharon, hay que movernos! ¡Tomen todo lo que podamos cargar, armas, suministros!— Dio la orden Sam moviendo su rifle.
—¿Crees que sea zona segura?— Preguntó Karla a Alejandro haciendo señas en dirección a la edificación blanca más cercana.
—No, pero hay que movernos, lo mejor es siempre estar en movimiento, quien se queda en un solo sitio generalmente muere— Concluyó este.
—Tengo hambre— Señaló Claudia.
—Vamos a buscarte algo de comer, esas barras en tu bolso no te llenarán en lo absoluto— Tomó a la pequeña y comenzó a caminar, los restantes se dispersaban a registrar entre los estragos de tren, Alejandro pensaba en lo sucedido y recordó al jadeante en el puente, pero lo borró de su mente de inmediato, debía mantenerse enfocado en lo necesario y los pasos a realizar a continuación si deseaba sobrevivir, por lo cual además de comida, su misión era tomar la mayor cantidad de cloro, combustible y municiones posibles de llevar consigo.
—Hay gente que quiere regresar— Miguel le sacó de su abstracción mientras revisaba los bolsillos de un cadáver buscando balas, pero consiguió una navaja y un paquete de chicles de menta, algo muy extraño de ver. El español hablaba con Sara y Alicia ahora, explicándoles sobre una discusión que tenían algunos españoles en los vagones del frente.
—Pero es tonto regresar, podríamos hacer que el tren vaya en reverso, y tendríamos que atravesar de nuevo a ese millar de muertos.
—Yo no regresaría, además hay que salvar a todas esas personas— Opinó Alicia.
—¿Y me dices a mi que es tonto regresar? ¡Yo no quiero volver a saber de esa puta ciudad en mil años, ahora entiendo porque usaban bombas atómicas para barrer ciudades grandes!
—¿Tu viste alguna?
—¿Qué si la vi? ¡Viví la de Madrid a los cinco días de la infección! ¡Esa mierda quemó todo! ¡Arrasó con la ciudad entera, derrumbó edificios como naipes, y frió todo lo eléctrico a kilómetros!— Le contestó a Sara.
—Debió de ser horrible, me da miedo el solo pensar en que cayera una.
—El día… quince después de la infección también hubo una oleada de bombas, nosotros solo vimos fue la estela en el cielo, tengo entendido borraron del mapa Francia entera y ahora hay un lado en Italia.
—¿En serio?— Se mostró sorprendida Alicia.
—Eso tengo entendido, esos hijosputa aniquilaron a todos, muertos y sobrevivientes. La mayoría de los que nos salvamos fue porque estábamos en el mar.
—Esos nos explicaron antes, incluso los del Armonia hablaban bastante de eso, que la única forma de detener a esos… muertos, era mantenerse en el mar.
—¡Y yo no diría que esa sea la mejor opción!— Yoshua se acercó junto a la chica de cabello rosado, la cual pateaba un cuerpo con una sonrisa— ¡Hey! ¡Nada de violencia amigo!— Agregó al observar el rostro de Alejandro.
—¿Qué quieres?
—¿Por qué siempre me recibes con esas palabras Alejandro? ¿Acaso he hecho algo para no merecer tu confianza?— Interpuso la mano— Mejor no respondas a eso, ahora diles, ¿crees tu que la mejor opción es estar en el mar?
—No.
—¿Y por qué?— Añadió con algo de teatralidad.
—Primero está el problema de los insumos, se necesita tener provisiones de comida, y es difícil hacerlas en el mar, a menos que comas peces de por vida, tampoco sabemos cuando la vida marina se verá afectada por el virus.
—Y por el rumbo que vamos quizás no sea muy lejano— Yoshua sonrió ante las miradas fijas y el silencio del resto— Bueno, veo que no soy bienvenido— Dio media vuelta y se marchó.
—¿Qué hace ese payaso?— Miguel lo observó hasta que entró a un vagón.
—Obtiene información, es astuto— Respondió Alejandro revisando y tomando municiones en una mochila dentro del compartimiento.
—No entiendo.
—básicamente da algo de información a cambio de otra, así va sacando conclusiones, después de todo en cada grupo hay cabecillas por así decirlo, y cada cabecilla siempre maneja cierta cantidad de información.
—¿Tu manejas información?— Preguntó Sara a Alejandro.
—La básica, también intento saber todo lo que puedo de la infección, te apuesto que ya ha hablado con Armando, Santo y Sam en varias oportunidades, es como él se mueve, es como actúa.
—Lo conoces bien— Alegó Miguel.
—Por desgracia.
—¡Hora de irnos!— Hubo un grito y un par de señas a todos los presentes. Alejandro le brindó un emparedado embolsado que encontró en el bolso a Claudia y se alistó para continuar, con otras dos mochilas que llevar.
La caminata comenzó lenta, ya no había el animo que existió al comienzo del día, todos se mantenían en silencio y la mayoría volteaba cada tres segundos a los lados intentando divisar algo que no existía. El grupo de personas caminaba a cierta distancia unos de otros, como esperando que algo atacase y tener espacio para reaccionar. Alejandro pensó que quizás eso sucedía en sus mentes, se hallaban en estado de shock, y tomaba un rato el poder salir de tal impresión, incluso para cualquier superviviente a los primeros cien días de la infección.
—¿Lo lograremos?— Karla le preguntó en voz baja y el mantuvo el silencio, sin saber exactamente qué responderle, debido a que su mente le decía la respuesta obvia— No— Sin embargo se negaba a pronunciarlo, era como rendirse antes, a mitad de la partida— ¡Alejandro!— Escuchó nuevamente la voz de Karla— Ya Alicia y Sara están bastante asustadas como para que te quedes callado— El chico observó los rostros y sonrió.
—Descuida Karla, estoy pensando en algo— Mintió, era lo único que podía hacer en tal situación, mentir y ganar tiempo. De pronto un pensamiento cruzó su mente— Quizás Armando y Santo no sabían en qué se metían, pero los americanos y Yoshua si… y si ellos avanzan es por alguna razón, tan solo debo averiguar cual es el verdadero plan a llevarse a cabo.
—Miau— Claudia pasaba su mano por la vegetación— Me gusta.
—Y definitivamente debo sacar de aquí a las chicas— Pensó.
—¿Qué estudiaban ustedes antes de que todo esto comenzara— ¿Preguntó Miguel haciendo más amena la marcha, se acercaban a unas casas enormes, cada una muy distanciada de la siguiente, blancas de techos rojos, cada una con tres pisos de alto rodeadas de pequeños lagos y estanques y lo que alguna vez fueron jardines podados.
—Aquí debió vivir gente muy rica— Comentó uno, y el muchacho estuvo de acuerdo, por las estructuras y los alrededores se notaba que era una zona de clase alta— Y muy probablemente tuvieron tiempo de escapar.
—¿Por qué?
—Estaban alejados de la urbe y con bastante agua alrededor— Entre cada casa habían pequeños caminos e inmensas extensiones de agua con más jardines.
Ninguno llegó a asombrarse cuando al entrar encontraron las casas vacías, no habían muertos vivientes ni cadáveres, tampoco señas de forcejeos o disparos. Solo un par de ventanas rotas, una silla caída, una alacena abierta, enlatados en el suelo y una cama desarreglada con ropa aun sobre ella en una de las casas. Pese a ello avanzaron con las armas arriba y al frente en todo momento, pero no había absolutamente nada, era como si las personas se hubiesen evaporado.
—Fueron avisados— Alejandro sintió un poco de ira ante aquello, esas personas tuvieron oportunidad de escapar gracias a su clase social mientras millones de otras tan solo vieron la muerte frente de ellos sin poder escapar o despedirse de sus seres queridos, sin comprender que sucedía habían sido devorados y brutalmente asesinados.
Observó un piano negro pulido y recordó cierta escena de una hermosa película sobre un pianista polaco en la segunda guerra, y se sintió exactamente igual, escondiéndose e intentando sobrevivir a cualquier precio.
—¡Mira hay medicamentos!— Alicia observó una despensa llena de cajas.
—¡Y comida!— Sara sacó una bolsa de pan verde y mohosa, descartándola de entre las latas y los cereales— ¿Crees que este buena?
—Solo ve la fecha de vencimiento.
—¡Yo quiero!— Claudia señaló una caja de cereal dulce. Alejandro la revisó notando que faltan seis meses para su vencimiento, con lo cual estuvo a punto de reír y le entregó el cereal a la chica, la niña tomó el empaque y empezó a comer.
Al final del día se instalaron en una casa enorme con muchas habitaciones y más de cinco baños, frente a la misma se extendía un lago y por la zona trasera habían bastantes ventanas como para divisar el enemigo si este llegaba a acercase, y observando con mayor cuidado, se comenzaban a ver algunos edificios de Rio de janeiro.
—¡Uno!— Claudia gritó desde la cama mientras jugaba a las cartas con Alicia. Sara se hallaba recostada en la cama con la tableta en la mano jugando a las de cartas para distraerse y Karla sentada frente a él, ambos observando la ventana, en la oscuridad, un par de gritos se habían escuchado, pero nada digno de alarma, un par de olfateadores habían sido eliminados y habían un par de personas en el tejado con visión del perímetro.
—Recuerdo aun cuando eras tan solo un idiota, no tenías confianza en ti mismo.
—¿Ah?— La chica le sacó de sus pensamientos.
—Digo, que has cambiado, pero me agrada mucho este nuevo Alejandro— Comentó Karla— ¿Y? ¿Qué haremos? Adonde sea te seguiremos— Expresó ella sujetando su arma.
—Ese es uno de los mayores detalles, que necesito salir a conseguir la información que necesito.
—¿Salir?— Preguntó ella, a lo que él tan solo asintió.
—¿Adonde?
—Aun no lo sé, ese es otro detalle.
—¿Cuándo Ale?
—Ahora, y necesito que te quedes a cargo.
—¡No Ale, yo iré contigo!
—No, necesito que te quedes.
—¡Pero!
—No hay peros…
—¿Qué sucede?— Preguntó Alicia observándoles, Sara se había sentado en la cama.
—¡Va a salir!
—¿Adonde? ¿Ahora?
—Necesito ir.
—¡Alejandro no te puedes ir!— Se levantó Sara.
—¿Vas a ir?— Karla se acercó a él mientras este se dirigía a la puerta.
—Si, necesito ir, o todos moriremos.
—¿Regresarás?
—Eso espero.
—Promete vas a regresar Ale, o no te dejo dar un paso afuera de esta habitación— Karla lo pegó contra la pared con sus manos en sus hombros.
—Es una promesa Karla, tu tan solo quédate observando por la ventana, regresaré aquí antes de que amanezca lo más seguro.
—Ale…— Hubo un silencio incomodo, Claudia se hallaba en sus piernas abrazándole y las otras dos féminas le veían con miedo y preocupación— es la ultima vez que te dejo ir ¿Lo entiendes? Después de esto, adonde tu te muevas yo iré detrás de ti, sin importar adonde ¿Lo comprendes?
—Si— Antes de percatarse Karla le propinó un beso en la mejilla y le dio una palmada en el hombro, Alejandro tomó el rifle RSASS , una Beretta y la Desert Eagle junto con algo de cloro antes de salir de la habitación.
—Calma chicas, el vendrá— Y con esto Karla se sentó nuevamente en la silla frente a la ventana. Alejandro salió de la habitación y se encaminó adonde sabía que debía ir, una habitación bajando las escaleras, tocó la puerta y esperó.
Cassie abrió la puerta en bermudas cortos y sin ropa en la parte superior, mostrando unos senos pequeños de picos puntiagudos, esta lo observó de arriba abajo como examinándole con la mirada mientras mordía un chicle en su boca— Vino, tal cual dijiste— Dijo antes de abrir la puerta.
Yoshua se hallaba sentado en la cama afilando una espada, sobre la misma habían un par de bombas, balas y pistolas— Te tardaste bastante, ya estaba pensando en irme yo solo.
—¿Sabías que vendría?
—Sé que tienes tanto apremio como yo en saber qué está pasando y en salir de este desastre de muertos.
—¿Dónde es el lugar?
—Había un laboratorio a un par de kilómetros de aquí, y en ella un centro de investigaciones con un pequeño laboratorio, y tengo entendido que la mayoría de los laboratorios algo grandes fueron puestos bajo aviso, si había alguna clase de información, allí debió llegar.
—Bien, entonces vámonos ya, si no te importa estoy apresurado Yoshua.
—Tranquilo, déjame me ponga la camisa y vamos, además tu también necesitas prepararte— Le señaló a una mesa de noche donde habían revistas las cuales él comenzó a tomar y a enrollarlas alrededor de sus brazos y la pierna para sujetarlas con cinta adhesiva.
—Es como si pensaras que nos podrían morder.
—¡Oh Alejandro! ¡Nos morderán! ¡Ten por seguro que nos morderán!— Le lanzó la cinta plástica— Confía en mi, no es la primera vez que hacemos equipo después de todo.
—Lo sé, no es la primera vez.
(DIA 20 DESPUES DE LA INFECCIÓN)
(DIA 20 DESPUES DE LA INFECCIÓN)
Su compañero de los últimos tres días, Raul acababa de morir frente a él— Mierda— Alejandro mantenía la AR en alto observando su alrededor, habían varios mutilados moviéndose lentamente, él se hallaba arrinconado contra un mostrador mientras uno de los muertos caminaba arrastrando un pie y castañeando sus dientes. El lugar se hallaba repleto, y fue imposible de saberlo hasta que estuvieron adentro, todo había salido mal y ya no había vuelta atrás.
—¿Y ahora qué?— Volteó y observó al muerto castañeando a un metro de distancia y al menos otros cinco en la misma hilera— ¿Vine por allí o por la izquierda?— No lo recordaba, todo había sido confuso y lleno de adrenalina, solo tuvo tiempo de correr y detenerse escondido allí detrás del estante de pelotas.
—Día veinte Alejandro, ¿tan solo llegarás al día veinte?— Intentó respirar y tranquilizarse observando las posibles salidas, después de todo la entrada de la cocina ya no podía usarla por la cantidad de muertos que habían en esa zona, sin embargo debía existir algún otro punto además de la puerta principal, pues sabía que afuera habían jadeantes, y de ellos no podría escapar— ¿Qué hago?
Hubo un sonido por encima de su cabeza y sintió algo pegajoso sobre su hombro, un grito bramido recorrió los estantes. Por sobre su cabeza, encima del enorme mostrador se hallaba un olfateador, un ser esquelético, piel blanca y rostro algo alargado, había perdido su apariencia humana profiriendo un grito de alerta que le heló por completo.
Retrocedió de un saltó y lanzó una ráfaga, sujetó mal el arma golpeándose el pecho a pesar de su practicas previas observando a Raul. El impacto le hizo dar un par de pasos más atrás, golpeando la espalda contra el cristal transparente. Del otro lado se observaba a un enjambre de mutilados aplastados unos contra otros intentando traspasar el cristal, y a un par de jadeantes, saltando por encima de estos estrellándose de cabeza contra la superficie transparente. Alejandro se separó del impacto, el muerto castañeando sus dientes le sujetó del brazo izquierdo pero pudo zafarse, sin embargo al virar comprendió que se hallaba rodeado, había al menos veinte muertos entre él y los corredores.
—¡AAAAAAAHHHHHHHH!— Lanzó un grito al aire que no supo si era de rabia, impotencia o para llenarse de ánimos, pues ni él mismo llegó a comprender su siguiente acción. Corrió embistiendo al primer muerto con su cuerpo. Cayendo al suelo y girando junto con él, levantándose a tientas, golpeando al siguiente con el arma, para sentir como le tomaban por el hombro. Se agachó y saltó contra el estante a su lado derecho, derribándole con su cuerpo y cayendo sobre este. El estruendo era enorme, y continuaban llegando oleadas de muertos, los podía sentir entrando desde la puerta de la cocina
Se levantó sobre el estante, una de las costillas le dolía intensamente, y su muñeca izquierda posiblemente se hallase doblada, pero no estaba para ello, tomó el arma y disparó nuevamente a un par de muertos frente a él, estos retrocedieron pero no cedieron— ¡Maldito infierno! ¡Muéranse!— la ultima ráfaga y el arma quedó descargada. Saltó y se lanzó en paralelo contra el siguiente estante, y este derribó al siguiente, y este al siguiente, en una hilera con forma de escalera hasta la pared del fondo, un par de jadeantes entraban y su única opción fue correr por encima de los estantes derrumbados hasta el final, mientras una ola de muertos le iba alcanzando.
En ese momento sintió la música, una que irrumpió en el lugar mientras alguien gritaba fuertemente improperios. Un chico salió disparado de la puerta de la cocina disparando un par de pistolas mientras corría— ¡Esta mierda es lo máximo! ¡Vengan malditos!— La música salía de una radio pequeña sujeta a su cinturón. Llevaba en su cabeza un casco de motociclismo pero Alejandro le reconoció, era Yoshua, el mismo que había matado a Karla en el estadio, sintió una ola de ira recorrer su cuerpo, pero no podía hacer otra cosa más que saltar a un estante al lado e intentar recargar su arma, sintió como alguien le tomaba de la pierna y le pateó instintivamente y saltó hasta el ducto de ventilación.
Yoshua lanzó una granada a un lado entre la muchedumbre apenas vio a un par de jadeantes que saltaban entre los mutilados abriéndose camino. Alejandro le observó mientras se aferraba a los tubos, era algo descabellado, no buscó en ningún momento de cubrirse. Tan solo se agachó y confió en la cantidad de muertos como protección.
Su cuerpo se estremeció y el ducto tembló, seguido de una ola de calor. Alejandro apartó la vista y se aferró tan fuerte como pudo, para luego subirse a la tubería.
—¿Sigues vivo?— Escuchó el grito de Yoshua, quien se levantaba y lanzaba a un lado el radio con música, haciendo que una gran cantidad de muertos se lanzaran hasta este. La mayoría se encontraban derribados y fue entonces cuando el chico sacó su espada de la espalda y comenzó a blandirla.
Alejandro por su parte se levantó entre los tubos y terminó de recargar su arma, para disparar a los que se hallaban más cerca.
—¡Pensé habías muerto!— Yoshua giró su cuerpo para cortar a uno por la mitad, para luego atravesar a un hombre corpulento por su abdomen y cargar contra el resto como si fuese un escudo— ¡Pero mira donde estás! ¡Vas a morir si te quedas allí!
—¡Tu no pareces estarlo disfrutando!
—¿Qué no?— Yoshua bajó el vidrio del casco, giró sobre su pies al tiempo que se agachó dejando que la espada atravesara su alrededor tasajeando un par de piernas como si fuese mantequilla, ascendió cortando un brazo, y al siguiente una cabeza, atravesó a uno por el pecho al tiempo que sacó su pistola para eliminar a otro a su lado, sacó su espada y con un nuevo giro le rebanó el cuello, eliminando así a ocho muertos en tres segundos— ¿Ves que es divertido?— Subió el cristal del casco— Sígueme si quieres vivir.
Odiaba admitirlo, y su ser continuaba lleno de ira, pero su única posibilidad de escapar de allí era con aquel chico suicida. Incluso si este planease dejarlo morir o usarlo como carnada, para el momento en que Yoshua había entrado él ya había agotado sus recursos y opciones y solo le deparaba la muerte. Alejandro bajó lanzándose de la tubería, cayendo sobre el cuerpo de una mujer con la boca abierta y cuyo torso fue partido en dos, pese a ello aun movía la boca y los brazos instintivamente.
—¿Y ahora?
—¿Conoces una salida?— Preguntó Yoshua Mientras rebanó otro cuerpo y se mofó de los muertos que se observaban detrás del cristal.
—Entramos por acá— Yoshua y él corrían hasta la puerta de la cocina para bloquearle y evitar la entrada, en el lugar quedaban unos diez muertos, mutilados, pero dispersos y representaban poco peligro.
—¿Entramos? ¿Venías con el gordo?— Preguntó Yoshua observándole.
—Si.
—Solo a ti se te ocurre venir de expedición con un gordo que se encerró donde antes vendían armas… Bueno no importa, yo vine por la entrada de empleados, y te lo aseguro, no quieres pasar por allí— Sonrió— Creo que la cocina es nuestra mejor opción.
—La cocina estaba plagada de mutilados.
—¿Mutilados?— Preguntó el chico de la katana.
—Los lentos— Alejandro aprovechaba para recargar, se quedaba sin munición demasiado pronto.
—Comprendo, en todo caso, no hay salida no hay salida por la puerta principal, cuando atravesemos la cocina, sigamos el camino que tu tomaste, porque el de empleados es un desastre.
—¡Oye!
—¿Ah?
—Lo de Karla no está olvidado— Soltó Alejandro.
—Bien, no importa, pero por ahora salgamos por ahora de aquí amigo, ya después veremos que haremos— Picó un ojo antes de abrir un poco la puerta de la cocina y soltar a su interior una granada de mano. Ambos se apartaron, Yopshua concentrado en el sonido, y Alejandro pensando en lo tanto que odiaba que ese chico le llamase “amigo” sin embargo no era tiempo para pensar cosas como aquello, la detonación se sintió contra las paredes y el techo crujió durante un instante.
—Muévete, tu a la izquierda y yo los de la derecha, son tres pasillos hasta la salida Alejandro, y después de esto cada quien por su camino— Ambos asintieron abriendo la puerta en carrera, atravesando los estantes. Alejandro disparaba hacía un lado mientras Yoshua lo hacía al contrario, observó las armas que Raul usaba tiradas en una esquina y las tomó mientras se apresuraba por salir junto a su improvisto compañero de huida. Un rifle XM2010 y una pistola Desert Eagle.
(ACTUALIDAD DIA 179 DE LA INFECCIÓN)
Los chicos en la azotea se alertaron cuando ler vieron partir en la oscuridad de la noche, sin embargo nadie les detuvo, tanto Alejandro como Yoshua iban con revistas alrededor de sus brazos y piernas, un par de jeans anchos, suéteres, guantes de motociclismo y cascos que habían encontrado en la cochera, junto a varios autos de lujo que ya nadie usaría.
Yoshua le ofreció al chico una katana, como si tuviese a su disposición cientos de ellas, o las encontrase a cada esquina, Alejandro la observó, era negra y pulida, a diferencia de la de Yoshua que era blanca y con detalles plateados. Él la aceptó a pesar de no saber muy bien como usarla, pero ya había presenciado el poder que una de esas armas podía tener cuerpo a cuerpo y en definitiva no iba a despreciarla.
—Pongamos las reglas claras— Comenzó Yoshua mientras se adentraban en la maleza— me muevo, tu te mueves, te mueves, yo te sigo, pero or ahora yo me sé el camino, así que me sigues. Si ves algo señálalo con la dirección de las agujas del reloj, para movernos en alguna dirección lo señalamos con las manos.
—Deberíamos rociarnos algo de claro— Señaló Alejandro.
—¡Oh cierto!— El chico sacó su pequeña botella y se restregó el liquido por la frente, cuello y brazos.
—¿Qué buscaremos en ese lugar?
—Cualquier computadora, aunque no sean el laboratorio principal…
—El principal está en Pirai ¿cierto?
—¿Para qué mentirte? Sí, es un centro de investigaciones de la OMS, uno especializado en virus— Expresó Yoshua cruzando de un salto un arbusto con ramas afiladas.
—Entonces cualquier disco duro…
—Pueden haber varios, entraremos a un par de computadoras y sacaré la información necesaria en un pentdrive, si hubiese alguna muestra del virus… sería genial sin duda— Comentó Yoshua, a lo cual Alejandro recordó algo que había quedado enterrado en su mente, un lugar en su propia ciudad donde podía haber una muestra del virus, la casa de Alicia, pero se guardó tal detalle para sus adentros.
—Entiendo.
—Una pregunta Alejandro— Trotaban lo más rápido posible sin hacer demasiado ruido— ¿Has pensado en el paciente cero? ¿No? Yo si, bastante, debió de ser algún idiota al cual infectaron por prueba— El terreno se volvía húmedo, y Yoshua hizo una señal para desviarse un poco, previendo que el terreno fuese una trampa de arena movediza o un charco muy grande donde cualquier sorpresa estuviese en el fondo.
—Lo he pensado, pero de nada vale buscarlo ahora, sería como hallar una aguja en un pajar, además parece ser que el virus está mutando.
—¿Lo dices por los gigantes esos de hace un rato?
—Hay al menos uno en nuestra ciudad— Comentó el muchacho apretando su RSASS mientras escuchó un ruido e hizo una seña con su mano— A las tres en punto— Señaló la ubicación. Ambos se agacharon y Yoshua fue caminando lentamente mientras desenvainó la espada, a cada pisada se sentía el crujir de la hierba reseca y las armas al tiempo que un jadeante volteaba sin moverse de un lado a otro. No logró ver cuando la hoja cruzó el aire fugazmente cortando su cuello.
—No te imaginas cuanto daña la hoja el cortar humanos, cualquier pensaría que están diseñadas para eso, pero la verdad es que las de ahora son muy malas, son solo decorativas y pierden el filo en la hoja, se amellan y es un desastre— Replicó Yoshua, cuando hizo seña para guardar silencio nuevamente ante un movimiento, caminaron un par de pasos cuando encontraron a un chico quizás de trece devorando un conejo sobre la tierra.
Alejandro sacó la katana de su fonda y la tomó con ambas manos, en las sombras del follaje, dio un paso adelante y blandió la espada en un movimiento descendente, la misma cortó la mitad de la cabeza del chico y se quedó estancada.
—No Alejandro, debe tener en cuenta que el se moverá, y ser rápido— Yoshua giró y el filo atravesó el cuello del chico en un segundo— Es cuestión de giro, el movimiento hace el corte.
—Entiendo.
—Y siguiendo el tema anterior… No solo había una de esas cosas gigantes en la ciudad.
—¿Llegaste a ver a más bestiales?
—¿Cómo les llamas?
—Bestiales.
—Interesante, si, a más de tres en la ciudad, hacen un desastre, y los jadeantes les siguen el rastro siempre, quizás guiados por el ruido, o por algo más, no sé.
—¿Algo más?— Inquirió Alejandro mientras avanzaban nuevamente.
—He visto cosas mas aterradoras que un bestial de esos Alejandro— Yoshua se detuvo— he visto muertos cazar en grupo coordinadamente, haciendo un ataque simultaneo.
—Eso…— Hubo un ruido y guardaron silencio, se agacharon pues el viento dificultaba saber de donde provenía el sonido, y esperaron un instante— Es imposible— Dijo en voz baja.
—No se si esos “bestiales” tengan inteligencia, tampoco digo que todos los muertos tengan, pero algunos Alejandro, algunos… — Fueron sorprendidos por un muerto en carrera, el cual se lanzó sobre ellos en zambullida, con los brazos extendidos hacía adelante, pero tanto Alejandro accionó la RSASS, el estruendo se escuchó a lo lejos y hubo movimiento en los alrededores.
—¡Hay que movernos!— Comenzaron a correr por entre los arbustos— ¿Vamos en dirección correcta?
—Si— Yoshua señaló el cielo, indicando que se guiaba por la posición de las estrellas.
—¡Eso no es muy alentador!
—¡Pero funciona!— Continuaban corriendo cuando sintieron las fuertes pisadas tras de sí.
—¿Cuántos son?— Preguntó Alejandro, el otro se limitó a voltear mientras corría, obviamente se le dificultaba un poco con la prótesis.
—Cuatro, no ¡Cinco!
—Bien— Alejandro se volteó y disparó certeramente a los dos primeros, Yoshua siguió su ejemplo cazando a los otros tres con su rifle.
—Pega cuando hay que correr bastante— se quejó de la pierna— Por cierto debo felicitarte por la trampa en tu casa… digamos que me tomó de sorpresa, y a mi pierna también.
—Te lo merecías…
—¡Vamos hombre! ¡Estábamos a mano con la vez que te salvé en el supermercado!
—Y luego me montaste una trampa junto con Verónica, e intentaste matarme con una bomba.
—Cuando lo dices tu suena como algo muy feo, recuerda que mantuve con vida a Karla, y te dije como se transmitía el virus, y tu eliminaste a mi grupo.
—Y tú a los de Verónica— Contestó tajante, en una discusión seria y calmada que ambos tenían en vos baja en la oscuridad.
—Bien, pero descuida, no hay rencor, esto fue cosa de, un poco de dolor, y un par de días tirados en el suelo, pero luego ya vez, me repuse, lo más duro ha sido entrenar la pierna, aprender a usarla— Andaban nuevamente entre el follaje.
—No creo que los bestiales tengan inteligencia.
—Quien sabe, de todas formas no son mucho problema.
—¿Has llegado a eliminar a alguno?— Preguntó Alejandro con curiosidad.
—A dos en realidad, el primero con una bala en el ojo, no importa cuan fuerte sea tu piel, una bala en el ojo elimina cualquier cosa, y al segundo— Yoshua sonrió— El segundo no te diré como lo hice…— Señaló una pequeña montaña frente a ellos— Es allí donde debemos llegar.
—Una pregunta ¿Y si no hubiésemos tomado el desvío?— Inquirió con algo de malicia.
—¿Crees que Sam y Jhon no sabían de los muertos en la ciudad? Yo tan solo confío en que ellos también desean información.
—¿Crees que vengan acá?
—Lo harán, aunque de seguro más tarde, cuando todos duerman, eso si no nos están siguiendo— Agregó Yoshua con una mueca en el rostro— las cinco Alejandro, está alerta— Señaló a un par de muertos, un mutilado con un hombro dislocado y un jadeante que movía su cabeza como si sufriera convulsiones— Déjame a mi el lento.
Alejandro lo miró con el rabillo del ojo, pero se limitó a apuntar y disparar sin expresar comentario al respecto— ¿Qué sabes de lo que está pasando Yoshua
—¿Qué sé? Eso debería preguntarte yo a ti, después de todo has hablado más con Milena que yo… ¿o acaso, ella no te ha llegado a comentar que desde un principio habían varias cepas del agente ARE?
La brisa arreció repentinamente moviendo todo en los alrededores, y en medio de todo ello un centenar de gritos. Alejandro y Yoshua se miraron seriamente, provenían de todas direcciones— ¡Al suelo!— grito Alejandro, mientras se lanzaba en la tierra húmeda, su compañero le siguió, de inmediato se sintieron las pisadas fuertes y quejidos en la penumbra seguido de una oleada de disparos.
Yoshua colocaba su dedo entre sus labios indicándole que hiciera silencio al tiempo que colocaba tierra sobre su cuerpo. Un instante después varias pisadas pasaron por encima y a los lados, sin percatarse de su existencia, atraídas por quien fuese que disparaba.
Unas luces se encendieron en la noche, y los muertos gritaron fuertemente. A unos trescientos metros se hallaba un helicóptero y de él mismo descendían algunos hombres armados mientras el resto en tierra disparaba. La maquina abrió fuego y el par de chicos tan solo sintieron el estruendo, seguido del silbido y el golpe de las balas de enorme calibre contra un charco de agua a escasos metros.
—¡Muévete!— Yoshua se levantaba empujándose con sus brazos, increíblemente su pierna prostética parecía hacer que diera pequeños pero alargados saltos a medida que corría. Alejandro le siguió por instinto, tomando su arma y brindando toda su energía a sus piernas las cuales se sentían fatigadas a costa del lodo y lo mojado que estaban los jeans, su cuerpo pesaba como plomo pero esto no le detendría. Observaba todo en cámara lenta, Yoshua un par de pasos por delante, luces alrededor, los silbidos y los estruendos de las balas al ser detonadas y rasgar el aire, los impactos certeros, los flash de luces que se observaban como relámpagos en plena oscuridad, y decenas o cientos de muertos alrededor mientras corrían con desesperación. Un muerto se atravesó en su camino y no tuvo más opción que apartarlo con un golpe del rifle y continuar su carrera, el muerto se cayó al suelo y virando sobre su cuerpo en el lodo comenzó a perseguirle.
La hoja de la espada de Yoshua brilló en la noche, tasajeando a medida que corría. Hubo un bramido, un grito tan envolvente y ensordecedor que silenció las armas, uno que paralizó el instante y la noche misma como si nada más existiera. El bramido recorrió cada centímetro del cuerpo de Alejandro obligándole a voltear, era distinto, incluso distinto que el grito normal de los olfateadores, un bramido tan estridente que sin importar donde estuvieras, incluso debajo de una roca, lo escucharías con la misma fuerza y te paralizaría los músculos del cuerpo.
—¡La casa!— Gritó Yoshua señalando algo en la oscuridad, pero él no podía distinguir algo entre la roca en la ladera.
Alejandro volteó instintivamente, y lo que observó le congeló la sangre, un olfateador saltó sobre otro lanzándose, tomando con sus manos la baranda inferior del helicóptero, un segundo jadeante se lanzaba aferrándose al primero y en un segundo el vehículo iba a tierra dando vueltas, hubo un grito y el estruendo al estrellarse contra tierra.
—¡La casa!— Ahora podía verla con sus ojos, pues el cielo se iluminó lanzando piezas de metal ardiente por el aire, una de ellas estrellándose contra la montaña que estaba al frente. La casa no era más que un montón de maderos viejos caídos y amontonados, de algo que quizás un tiempo atrás fue una cabaña, pero detrás de este había una puerta de metal, por la cual entraron cerrándola quedando en un pasillo oscuro.
La penumbra reinó durante unos segundos, Yoshua sacó una linterna muy pequeña que apenas alumbraba un par de metros, pero era suficiente, se hallaban en un pasillo estrecho y corto, las paredes laterales eran lisas y con un par de asientos, mientras que del otro lado había otra pequeña puerta metálica.
—Yo sé donde estamos— Alejandro habló— Esto es una sala de contención, de esas donde limpian el aire…
—Sé a lo que te refieres, pero eso implica que del otro lado puede haber toda clase de virus desatado— Hubo un largo silencio— Y muertos.
—¿Miedo Yoshua?
—Preferencia por no morir con algún virus— Alegó este.
—¿Y? ¿Nos quedamos aquí viéndonos las caras?
—¿No habrá manera de encender esto?
—Yoshua detallaba las paredes buscando algún interruptor en la oscuridad.
—Ninguna, hay que entrar, no hay otra forma— El silencio se mantuvo en la oscuridad, ninguno de los dos se movió durante un rato, ambos pensando en las probabilidades de morir, hasta que Alejandro se acercó a la puerta y Yoshua alumbro el pasador. La puerta rechinó un poco pero cedió dando paso a un area pestilente. Yoshua alumbro, pasando por la silueta de un escritorio y luego un muerto. Apagó la luz con rapidez y ambos hicieron silencio.
—¿Cuántos?
—Creí ver tres— Expresó Yoshua.
—Yo dos— Susurraban a un tono apenas audible, sin embargo parecía como si las voces hicieran eco allí adentro— Uno de pie, y otro en el suelo.
—Alumbraré y será cuestión de segundos— Yoshua colocó la pequeña linterna en su boca, ambos detenidos en la puerta de aquel lugar. Encendió la linterna y allí estaba un muerto a escasos dos metros. Ambos accionaron sus armas al unísono, alertando al resto de los presentes, Alejandro sintió la presión de la mordida de un muerto contra su pierna y apuntando hacia abajo le disparó para zafarse, uno corrió empujando a Yoshua, pero este le derribó y todo quedó en oscuridad al caer la linterna al suelo.
Un muerto tomó su cuerpo por la izquierda, Alejandro se limitó a disparar , pero cayó también al suelo, Yoshua tomaba la linterna y alumbraba al frente, donde dos mutilados más se acercaba, Alejandro accionó su Desert Eagle y todo quedó en silencio, salvo por un pitido fuerte y agudo que Alejandro sintió en los oídos.
—Odio cuando no puedo verlos ¡Y quedé sordo!— Yoshua golpeó el suelo con el puño— Apesta— Se levantaron en la penumbra y caminaron entre los cuerpos, un olor pestilente inundó sus pulmones. Alejandro tuvo una arcada obligándole a vomitar para reponerse. Hallaron el interruptor de energía luego de un rato, afortunadamente el lugar contaba con una planta energética tal como Yoshua señaló.
El lugar eran una sala circular, con cinco cubículos alrededor, una pequeña sala en el centro y un cuarto donde se guardaban las muestras al final, pequeño y sellado. El aire acondicionado tardó en encenderse, pero cuando lo hizo ambos desearon se apagase pues el hedor allí adentro era insoportable.
Habían sido tan solo ocho los muertos en el lugar y un cuerpo hecho trozos que se observaba en la parte izquierda con manchas de sangre en las delgadas paredes.
—Busquemos en la computadora central— Encendieron el computador y esperaron lo necesario, los sistemas de la red interna se iniciaron y todas las computadoras se sincronizaron, hasta que en pantalla apareció el mensaje “USER PASSWORD” y cuatro espacios en la zona inferior.
Yoshua probó primero con 1234, pero la clave fue inválida y quedaban dos intentos más, 0123 tampoco sirvió y se detuvieron a pensar— Prueba USER— Soltó Alejandro, Yoshua le miró con malicia y tecleó, para su grata sorpresa el sistema se completó y tenían acceso al sistema.
—Típico, cuando tienes un virus tan grande como el ébola a tus espaldas lo que menos te preocupa es que hackeen tu computadora. El sistema mostró una serie de archivos mostrados por carpetas, y se dirigieron al último, el cual contenía videos de cinco días después de la infección.
—Duraron cinco días.
—Más que la mayoría— Contestó Yoshua son sarcasmo poniendo a reproducir el ultimo video.
Lo que mostró este fue una completa masacre, una mujer joven comenzó a convulsionar en el suelo, mientras un doctor intentaba tomarla, un segundo después hubo un chispazo de sangre contra la pared y la mujer se levantó para atacar a sus compañeros aterrorizados, mientras que una mujer cercana a los cuarenta se encerró en la habitación donde se guardaban las muestras, y mientras los demás morían con calma se inyectó a si misma algo y se sentó a esperar la muerte.
—Y este no es el que nosotros queremos— Sentenció Yoshua buscando los archivos anteriores.
—Esa mujer de seguro es lo que hace que todo esto apeste.
—No sé, pero ya yo quiero salir de aquí— Continuó buscando, los primeros videos mostraban a los doctores haciendo una bitácora sobre el día, todos con noticias negativas en los cinco días, pero para sorpresa de ambos, los videos que mencionaban el agente ARE iban hasta cuatro días antes de la infección a nivel mundial.
—¿Sorprendido?
—No tanto— Contestó Alejandro— Coloca ese— Señaló un video entre un par de archivos.
Aparecieron en pantalla las letras ARC: agente regenerativo celular, seguidas de la imagen de un hombre de rostro amable en su silla, vestía uniforme militar, pero era fácilmente identificable como doctor, pese a ello en la zona inferior se hallaba su identificación “Dr. Benjamín Jacobson, director de virología experimental”— El agente ARC ha sido un virus único en su tipo desarrollado con la finalidad de estimularla producción de las células madre, las cuales son capaces de regenerar casi cualquier tejido dentro del cuerpo humano, solucionando cualquier amputación, o cómo el doctor Ambrosse afirma se pueden estimular ciertos músculos y mejorar el sistema óseo y los tendones obteniendo personas con beneficios motrices. Estamos hablando de una revolución en términos de milicia y medicina, obviamente podríamos tener soldados que no se fatigaran, corrieran tan rápido como un automóvil, o saltaran y escalaran con facilidad, en términos de medicina, las amputaciones serían cosa del pasado, y una persona paralitica obviamente podría levantarse en cuestión de un día.
Sin embargo desde un principio sabíamos que esto no sería sencillo, el cuerpo humano no posee mecanismo que regule el crecimiento de una pierna cortada como los reptiles, tampoco el de proporcionar mayor y mejor sistema motriz, así que para eso necesitábamos una glándula por así decirlo, una glándula que fuese capaz de pensar por si misma lo que el cuerpo necesita mejorar. Pero no existe virus capaz de hacer algo semejante, un virus solo puede vivir dentro de una célula, y necesita de esta para poder reproducirse, pero, lo que si puede hacer un virus es cambiar las ordenes de una célula, o un grupo de células, por lo tanto programamos un virus capaz de infectar a las células del huésped y agruparse para crear un parasito el cual secreta las órdenes al resto del organismo. El parasito, por así llamarlo se aloja por toda la medula espinal como una delgada capa y desde allí regulariza las funciones motoras del paciente.
Hemos creado un salvador, algo sublime— Hubo un silencio en la voz del doctor— De las setenta y ocho variaciones de la cepa la numero treinta y dos resultó exitosa, las demás cepas terminaron matando al huésped, sin embargo hubieron otros tres casos excepcionales, la muestra numero tres, la quince y la setenta y dos, presentaron rasgos increíbles, la numero tres demostró un crecimiento desproporcionado de todos los sistemas del huésped, desarrollando una capacidad para mutar y adaptarse,— Giró en la silla— Necesitamos indagar más sobre esta muestra, mientras que la quince y la setenta y dos mostraron efectos secundarios como furia excesiva por parte de las ratas, las cuales olvidaron sus rasgos sociales y devoraron a algunas compañeras, sin embargo se ha notado en la quince un proceso increíble y es que exceptuando la ira e incapacidad social, el huésped presentó rasgos de incremento y mutación a nivel cerebral— Se detuvo y sonrió— Esto es algo obviamente que debemos investigar, no sabemos a qué está ligado tal caso, y si puede ser repetido, en mi particular, quiero hacer una observación especifica de tal sujeto durante cierto tiempo.
Yoshua y Alejandro se quedaron en silencio analizando y comprendiendo toda la información, hasta que el primero habló— ¿Y que sucedió con la muestra treinta y dos? Digo, tendríamos súper humanos corriendo por las calles… y no, muertos.
—Quizás eso es lo que estamos viendo, el treinta y dos, y allí tienes a los súper humanos.
—No, lo que liberaron fue o el quince o el setenta y dos, y recuerdas lo que te dije de la inteligencia, si fuese el quince, tendría sentido.
—El tres explicaría a los bestiales, pero no a los demás.
—Pondré el siguiente— Yoshua señaló un video que faltaba por ver.
En la imagen aparecieron las letras ARE: agente replicante de exterminio. Ante cámaras se presentó un hombre joven de anteojos, quizás entrado en los treinta, delgado y de mirada perdida, el cual miraba de soslayo y aferraba las manos a la silla giratoria, en la zona inferior se leía su nombre “Dr. Anthon Fuller, especialista en virología”.
Yoshua detuvo el video— Viste cómo está ese hombre, cómo se aferraba a la silla, tiene miedo.
—Algo le pasó al doctor Benjamín, algo bastante grave como para que el doctor Anthon tiemble.
Reanudaron el video y el hombre comenzó a hablar— Tal como el doctor Ambrosse señaló, fue posible tomar las cepas del proyecto ARC y completar un virus con finalidad de armamento. Su uso implicaría bajas graves o exterminio total de la fuerza enemiga a la cual se enfrente, el virus como tal posee un cien por ciento de efectividad, una propagación aérea antes de ser activado y sanguínea luego de ser activada. Su taza de mortandad no es calculable, pues infecta a organismos ya muertos y son estos los que, atacan por así decirlo, a los organismos circundantes, sin embargo su rango de efectividad y velocidad de expansión es exponencial.
El agente ARE es un arma viral única en su tipo, los organismos infectados presentan un comportamiento iracundo ante cualquier estimulo, se nota que el virus anula cualquier noción cognitiva que no sean las funciones básicas del huésped, priorizando la necesidad de comer y expandirse a otro huésped sano, claro está que el virus infecta a otro huésped es mediante una mordida profunda en la cual sus secreciones entren en contacto directo con el sistema circulatorio.
Otro aspecto característico es que, como todo virus su naturaleza es mutágena, y tiende a adaptarse al ambiente, con ello el organismo de infección también puede mutar, por lo cual se realizará una investigación minuciosa, y se observará como el agente ARE reacciona a ciertos estímulos y presiones, el doctor y virólogo militar Vladimir Stunik se encuentra a cargo de tal estudio.
El video terminó y ambos se quedaron mirando al militar encargado de la investigación— ¿Ese es?
—Si, es Vladimir, el compañero de Milena, el cual se encuentra ahorita a cargo del Armonia— Respondió Alejandro analizando la información y guardándose sus propias conclusiones, mientras Yoshua giraba en la silla frente al monitor.
—¿Crees que tengan aquí alguna muestra del agente ARE?
—Cuestión de ver— Alejandro se acercó hasta la última habitación, una pequeña y blanca con estantes sellados con cristal. En el suelo había una masa purulenta y huesos de lo que fue una vez la mujer— Te daré el placer de entrar allí— Señaló Alejandro.
—No gracias, tampoco sé que rayos se inyectó esa vieja— Ambos se hallaban en la puerta de la habitación— Tan solo veré desde aquí los estantes y si leo ARE, entro.
—Ahora le tienes miedo al tigre— Alejandro abrió la puerta, y se tapó la nariz, sin embargo el olor le llegó hasta los pulmones y debió apartarse con el brazo en la nariz para no perder el conocimiento gracias al olor. Entró en la pequeña habitación y fue revisando rápidamente entre los frascos, afortunadamente se hallaban etiquetados, tanto los de allí como los de una pequeña nevera que se hallaba a un lado— Vámonos— Apuntó a la puerta al no encontrar nada.
Caminaron hasta la sala de descontaminación y apagaron todos los sistemas, Yoshua decidió que allí no había nada más de valor luego de registrar los archivos. Habían pasado un par de horas allí adentro, eran casi las cuatro de la madrugada y todavía quedaba el camino de regreso hasta el campamento.
Para ninguno de los dos fue sorpresivo sentir el golpeteo de manos y cabezas contra el metal de la entrada, pero sin duda significaba un gran problema, pues contaban con escasa cantidad de balas y en medio de un espacio tan reducido no podrían maniobrar, Yoshua tampoco podría usar su katana y terminarían atrapados, ya lo habían vivido cuando entraron al lugar.
—Hay que usar el recurso forzoso— Yoshua sacó del bolsillo del pantalón un par de granadas.
—¿De donde sacas tantas?
—¿Crees que los americanos vinieron sin prepararse? Quedó una caja entera en el primer vagón del tren sin usar— se burló haciéndolas saltar sobre su mano— Tendrás que abrir y cerrar rápido.
—Y rezar porque no nos matemos en el proceso— Puntualizó Alejandro.
—Una, dos, tres— Alejandro abrió la compuerta un poco, Yoshua lanzó un par de granadas y entre ambos intentaron cerrar nuevamente, pero era toda una muchedumbre quien empujaba desde el otro lado. El forcejeo duró unos instantes, entre los cuales las manos entraban intentando abrirse camino al interior, hasta que hubo un estallido pequeño y la puerta vibró intensamente. Pese a ello habían un par de mutilados detrás de la puerta y otros esparcidos en la tierra moviéndose— Son resistentes.
Salieron en carrera, el plan era simple después de todo. Llegar al campamento en el parque a como diese lugar, y ello incluía correr sin descanso mientras les perseguían entre la maleza. A la derecha a una distancia considerada pero incalculable debido a lo espeso de la breña se hallaban los restos ardientes del helicóptero, y alrededor de este todo un enjambre de muertos, razón por la cual ninguno de los dos debía accionar sus armas, dejándoles con las katanas para defenderse por el camino. Cada uno pasaba sus propias dificultades, Yoshua debido a su pierna prostética, la cual pesaba haciendo que el resto del miembro doliera, Alejandro por su parte debido a su poca experiencia, afortunadamente no habían muchos obstáculos a la vista. Y lograron pasar un buen trecho sin susto alguno.
Las horas transcurrieron y la eran casi las seis para cuando llegaban de nuevo al campamento, ambos olían a cloro, pues durante el trayecto se remojaron tres veces, tenían frio y titiritaban. El suéter no era de ayuda para pelear contra el clima de la noche, el cloro que usó no ayudaba en tal caso. Las revistas en sus brazos y piernas se hallaban mordisqueadas, y un par de ellas Alejandro desconocía cuando llegaron tan cerca para morderle, afortunadamente se hallaba bien.
—¿Qué piensas ahora Alejandro?
—Solo he aclarado algunas dudas, hay muchas otras.
—Si, supongo, yo esperaba más, pero no estuvo tan mal.
—¿Buscarás lo demás en Pirai?
—No hay otra opción Alejandro, hay que llegar al fondo de esto si se quieren resultados.
—¿Y las personas en Pirai?
—No son mi problema ni mi interés.
—Lo imaginé, ni el tuyo ni el de Sam.
—Y hablando del rey de roma
A menos de cien metros se hallaba Sam detenido en la penumbra, obviamente esperándoles a los dos, con los brazos cruzados mientras observaba una tabla en la cual se reflejaba un mapa. La expresión de su rostro denotaba molestia, para ninguno de los dos era una sorpresa, se hallaban preparados para cualquier palabra.
—Salieron— Sam paseó las miradas de Yoshua hasta Alejandro— Poniendo en peligro la integridad del grupo ¿Les siguió alguna de esas cosas?
—Ninguna— dejaron Claro.
—Bien, caminemos— Expresó colocando ambas manos en la espalda, y durante un pequeño instante Alejandro pudo observar el mapa e interpretarlo, ello gracias a haberlo visto cientos de veces mientras esperaba llegar a Brasil. La imagen mostraba que la carretera desde Itaguai a Pirai se hallaba bloqueada y a un lado había una enorme mancha roja y el camino desde Rio de Janeiro Hasta el destino se halaba en verde— ¿Qué encontraron?— la pregunta directa impactó a Alejandro, quien pensó primero indagaría.
—Muertos por toda la zona— Contestó sin más Yoshua, mientras avanzaban por la maleza acercándose a una casa aledaña al refugio.
—Me refiero al laboratorio, y no quiero juegos o les mando a ejecutar de inmediato por exponer al resto ante un peligro— Dos hombres salieron de la casa apuntando con sus rifles.
—¿Se refiere al laboratorio al cual intentó entrar pero los muertos hicieron estallar su preciado helicóptero?— Preguntó con sarcasmo y algo de ira Alejandro.
—Es cierto, nosotros no habríamos entrado a un laboratorio como el que usted menciona, después de todo, esto se trata solo e una misión de salvamento, no de recolección de datos— Comentó Yoshua con ironía.
—¡No me jodas la paciencia maldito pendejo! ¡Quítenles las armas!— Sam dio la orden a sus hombres— Eres un jodido niño que me ha fastidiado desde que te vi, aquí se hace lo que yo dig…— No pudo pronunciar palabra alguna, pues la hoja de Yoshua atravesó su garganta de lado a lado, y ahora enfilaba contra uno de los hombres armados, Alejandro no tuvo tiempo de disparar contra el otro, pues una bala atravesó su cabeza en silencio, tan solo haciendo que ladeara el rostro en una extraña posición antes de caer al suelo.
Cassie se acercaba arma en mano— ¡Que pendejo! ¡Debiste revisar la zona primero! — Observó a Alejandro— ¡Los errores que cometen estos americanos novatos!— Pateó de nuevo el cuerpo sin vida de uno de los hombres y le disparó nuevamente con el silenciador puesto— Tan solo por si decide levantarse— se sonrió con malicia antes de besar a Yoshua y recoger la tableta que Sam llevaba.
—No me gusta que me den ordenes, menos que me apunten… Sam— Yoshua sonreía en tranquilidad mientras el sol salía en un extremo. A pesar de la muerte de Sam, de sus dos hombres y todo lo acontecido horas atrás y la inesperada visita de Cassie Alejandro se hallaba impactado por otro acontecimiento. Parado frente a él, y con un arma en la mano se hallaba Alicia, de parte de Yoshua y escoltándolo mientras revisaba los cuerpos.
—¿Tu?
—Lo siento Alejandro, intenté advertirte sobre Milena.
—Pero…
—¿Qué? ¿Te sorprende ver a Alicia conmigo?— La saludó con un beso en la mejilla, mientras Alejandro observó en silencio, respirando profundo y aferrándose al rifle RSASS en sus manos— ¿Pensaste que estaba de tu lado? ¡Vamos hombre! ¿una chica que sobrevive tanto tiempo encerrada en un contenedor? ¿Quién crees que la mantuvo con vida? ¡Alicia sabía que era yo quien le llevaba comida aquel día que fui a tu casa y le dije… “espero tengas curiosidad por el conejo blanco” era como me presentaba ante ella cada mañana cuando le llevaba suministros.
—¡El te disparó Alicia!— Alejandro la observaba sin saber qué decir— ¡Me preguntaste por qué no lo había matado!
—Es cierto es una devota muy fuerte la pequeña Alicia, pero sabe que “Dios”— El tono de voz que Yoshua usó fue malicioso y Alejandro decidió que no diría nada más— “Dios” no apoya a los inmorales que ocasionan la muerte de millones, como Milena y Vladimir— Fue entonces cuando Alejandro lo comprendió todo. Aquel día, cuando Yoshua le disparó, logró hablar con ella, eso explicaría porqué Alicia después de ello acusaba tanto a Milena y se distanciaba cada vez más.
—Parece que va a llorar el muy marica— Cassie reía.
—Ahora Alejandro— Yoshua se detuvo observándole— Tu, me debes una pierna ¿qué debería hacerte? ¿Dispararte en una? ¿Cortarla?
—¡No le ha…!— Alicia no pudo terminar de hablar pues hubo una ráfaga de disparos en dirección de los tres, Yoshua se lanzó al suelo y emprendió la huida, seguido de las dos chicas, hubo otra ráfaga, mientras Alejandro se quedó detenido frente al amanecer sin palabras y Karla llegaba a su lado con su rifle en la mano.