CAPÍTULO 3. BRASIL

—¿Cómo puedes dispararle a esas cosas así? Sin sentir miedo ni repugnancia— Preguntó Sara al tiempo que el jeep se detenía frente a la casa.

—Nunca dije no sentir miedo, menos repugnancia, miedo siempre da, sin importar la situación, cada vez que escucho uno de esos gritos me da un escalofrío que recorre todo el cuerpo. Pero paralizarme no es una opción, ya he perdido personas queridas por no actuar o bajar la guardia.

—¡La próxima vez que dejes a uno de esos seres acercarse a mí, juro que te patearé!— Alejandro asintió, después de todo así era el comportamiento usual de Sara. Karla abría la puerta de la casa en carrera para abrazar al chico, el momento se prolongó y Sara los miró en tono despectivo antes de entrar.

                —Supongo que el relicario sirve.

                —¿Qué sucedió?— Preguntó ella.

                —Algunos muertos, no sé, de alguna forma estaban allí, pero no había ruido alguno, tampoco algo que llamara la atención, solo estaban.

                —Tienes una llamada de Armando desde el armonía, no creo que sea una coincidencia.

                —Ni yo— La observó alborotándole el cabello antes de entrar a la casa— ¿Cómo están Claudia y Alicia?

                —Dormidas, no he hecho ruido, tampoco he escuchado o visto nada raro, todo estuvo tranquilo.

                —Al menos, supongo tuvimos suerte— Se dirigió a la sala y observó la llamada entrante en el computador, un servicio ofrecido por un antiguo buscador de internet el cual continuaba en funcionamiento.

                —Prepararé algo de chocolate caliente— Comentó Sara al tiempo que el chico activaba la llamada y encendía el micrófono.

—¿Te vas?

                —Ya imagino por dónde va la conversación, y no deseo escuchar más de eso por hoy— Alejandro la miró y luego paso la vista por Karla, quien le observó a manera de reproche.

                —Yo no me iré Alejandro.

                —Ok— La llamada duró al menos un minuto en ser respondida y la conexión establecida, él se hallaba sentado frente al computador y Karla rodaba el sillón hasta el frente para poder observar, las luces de la habitación se hallaban apagadas y el brillo de la pantalla era lo único que iluminaba el lugar.

 Se observó una imagen, el rostro de Armando, la barba le cubría parte del rostro dándole un aspecto más tosco que de costumbre, a su lado se hallaba Milena., con su cabello rojizo como de costumbre, mirada penetrante y finos labios. Al fondo se observaba la sala principal del Armonia, Alejandro lo reconocía, pues en varias ocasiones pudo encontrarse en el lugar.

—Hola chico.

—Hola Armando.

—Hola Karla.

—Hola señor Armando.

—¿Y dónde está la cabellos dorados?

—¿Alicia? Está durmiendo a estas horas.

—¡Oh claro! ¡A veces olvido las horas!— Comentó el hombre mientras Milena se acercaba al micrófono para saludar.

—Hola Alejandro, Karla ¿Cómo van las cosas por allá?

—Hola Milena, pues digamos que esta noche ha sido bastante interesante— Expresó el chico.

—Hola Milena, pues hoy nuestra alarma sonó y Alejandro se encargó de unos zombis, por lo cual nos encontramos un poco extrañados— Contestó Karla, al instante Armando  y la mujer se miraron fijamente, el primero hizo una mueca en señal de desagrado.

—Tenemos malas noticias Alejandro.

—¿Peores?— Preguntó este— Milena realizó un ademán y Armando le concedió el teléfono.

—Alejandro, me temo necesito de tu ayuda, pero primero quisiera explicarte lo que sabemos hasta ahora— Alegó la mujer— Hace ya cinco días tuvimos el informe de avistamiento de muertos por las costas de Salínopolis, cerca de Maracaná en Brasil. Ya hace más de una semana habíamos obtenido un informe de un pequeño buque en Los llanos en la isla de Palma, las Canarias, hay un grupo de sobrevivientes en Terceira, una de las islas Azores Portuguesas, pero no le dimos importancia, hasta que confirmamos era real la amenaza.

—¿Cómo no se dieron cuenta hasta ahora? ¡Se suponen los muertos estaban… muertos!

—Manejamos un par de hipótesis— Contestó el hombre.

—No hemos podido comprobar mucho, pero pienso, que probablemente el agente ARE pudiese mutar creando organismos capaces de contrarrestar la toxina aniquiladora que esparcí, aunque esa no es la teoría más fuerte. Me inclino a pensar que probablemente existiesen más de un espécimen del agente ARE, dando origen a cepas distintas, con lo cual estaríamos hablando del mismo virus, pero…

—Muestras distintas que no se vieron afectadas por tu aniquilador.

—Exacto chico.

—Allí radicaba la importancia de obtener una muestra antigua del proceso viral.

—Algo cercano al paciente cero.

—Pero si esta teoría es cierta, el agente ARE podría continuar mutando constantemente, o adaptándose a las distintas regiones, hasta devorar todo lo que se encuentre en su camino.

—¿Alguna otra idea?

—La tercera hipótesis, y la que prefiero desechar, que alguien activase un agente ARE modificado— Un silencio reinó en la comunicación, ese “alguien” era una posibilidad alarmante y aterradora.

—¿Quién haría algo así?— Preguntó Karla, ya Alejandro se imaginaba la respuesta, encontrando más de un culpable.

—Asesinos en masa sin escrúpulos niña, sectas religiosas que deseen purificar la tierra, sectores terroristas que buscaran destruir por completo el orden mundial, alguien que tan solo quiera ver arder el planeta, algún gobierno sin muchos escrúpulos.

—¿Un gobierno?— Inquirió Karla.

—Sí, hay que tener en cuenta que el uso de un arma biológica implica la guerra y la destrucción por parte de otras potencias, aunque actualmente no quedan muchas, ni tampoco muchos gobiernos, sin embargo existen muchos grupos de resistencia, podríamos estar hablando de una facción que desee hacer ver a un gobierno como culpable para poder atacarle indiscriminadamente, o hacer que un tercero le ataque. Las posibilidades son casi infinitas.

—El mayor problema, es que si esa teoría fuese cierta, y tu ya debes haberlo pensado Alejandro, es que el culpable, sin importar quien fuese, sería completamente irrastreable. No hay justicia, orden, estudio ni investigación posible— Expresó Armando.

—Sí, lo pensé Armando— Admitió el chico.

                —Ese es el estado de la situación.

                —¿Tienes planeado hacer algo al respecto Milena?— Preguntó el chico.

                —¿Planeado? Casi nada en realidad, primero necesito más información sobre a qué nos enfrentamos, sin eso no puedo planear nada muchacho, además tenemos otras dos situaciones a las cuales, bueno, pensamos qué deberíamos hacer frente a ellas.

                —¿Qué sucede?

                —¿Primero lo interno?— Le preguntó Armando a la mujer y esta asintió con la cabeza, dándole tiempo al hombre para hablar frente a la cámara— Verás Alejandro, el Armonia es un lugar que se mantiene gracias al orden jerárquico establecido en Milena y mi persona. Pero dentro de la calma de los residentes del armonía, han comenzado a levantarse una especie de insatisfacción, con respecto a los escasos suministros, lo forzoso de los trabajos y servicios.

                —Se relajaron y ahora exigen las comodidades a las que estaban acostumbrados…

                —Exacto, el detalle está en que, a pesar de hallarse a salvo, el peligro sigue latente y cada vez las cosas escasean aun más, y se nos hace difícil alimentarlos a todos ¡Han intentado saquear la bodega tres veces! ¡Hemos tenido que tirar a un par de personas por la borda! ¡Ha sido horrible!

                —Pero supongo que algo necesario.

                —Si, necesario ciertamente Alejandro, pero de igual forma horrible en cierto sentido. Era un mal que tanto Milena como yo evitábamos, aunque sabíamos que sucedería de un momento a otro, es algo que se observa en zonas de post-guerra o en la academia militar.

                —¿Y? En eso no puedo ayudarles.

                —Quizás si y quizás no— Armando sonrió— Por ahora hemos decidido mantenerlos ocupados, creando una plataforma en el océano, donde podamos cultivar comida, es una idea que ha llamado la atención de muchos y ha calmado un poco los ánimos, sin embargo las cosas se pondrán feas, de un instante a otro.

                —¿Y en que intervengo yo?— Alejandro ladeó la cabeza algo contrariado.

                —En cierta forma algunos hombres te ven como un gran personaje, alguien importante. Las historias sobre tu estadía en la ciudad se han propagado y has ganado cierta fama, y entonces llegamos al tercer punto de cual Milena quería conversarte.

                —Verás Alejandro, no tenemos certeza de cuantos grupos de sobrevivientes existan actualmente, sin embargo hemos logrado ponernos en contacto  con al menos unos quince bastante grandes. Hay tres principales grupos de españoles y franceses, se encuentran en las islas canarias, el grupo portugués y marroquí en Terceira como te comenté antes, hay varios en submarinos, al menos unos siete en el atlántico, tres de ellos estadounidenses y es desde allí que se está manejando el gobierno actualmente, han dispuesto de planes y evacuaron a ciertas personas de importancia, Suponemos que las mantienen en portaviones, pero desconocemos la ubicación de ellos, y solo se ponen en contacto cuando nos encontramos en su camino.

                —Con eso quiere decir que no somos aliados para ellos, quizás peones que por ahora no estorban en sus planes.

                —Entiendo Armando.

                —Hay otros dos trasatlánticos como el Armonia surcando las costas del Atlántico, estamos nosotros obviamente, ustedes…

                —¿Y? ¿Dónde está el último grupo de este lado del hemisferio?

                —En Brasil, y es precisamente allí donde se encuentra el problema.

                —¿Por qué?

                —Es el grupo de sobrevivientes más grande del cual tenemos conocimientos, incluso los estadounidenses están de acuerdo en ello, es donde se han logrado mantener a salvo la mayor cantidad de personas juntas.

                —¿Cómo? ¿Y de cuantas personas estamos hablando?

                —Algunas partes del mundo no se vieron afectadas a la misma velocidad que otras, mientras que en algunos países fue instantáneo, en otros como en ciertas zonas de Surafrica tardó casi una semana en convertirse en un desastre. En Brasil la infección se vio fraccionada, es un territorio muy grade, así que algunas zonas se vieron afectadas de inmediato y su población fue arrasada, sin embargo en otras el virus pudo ser contenido y las personas puestas bajo resguardo militar, el gobierno se disolvió, pero quedó entonces una elite militar a cargo de la situación.

                —Y en un territorio tan grande se pudieron dar el lujo de evacuar a zonas no pobladas.

                —Exacto Alejandro— Con ello lograron salvaron a gran cantidad de personas.

                —¿De cuantos estamos hablando?

                —Un millón de personas aproximadamente.

                —¡¿Qué?! ¿Un millón? ¡¿Es en serio?!

                —Sí.

                —¡Pero un millon son demasiadas personas! ¡Por ciento setenta y algo de días!— Karla casi grita.

                —De alguna forma lo han logrado, pero ahora se enfrentan a un problema increíblemente grande.

                —¿Comida?

                —No, Los muertos, les han rodeado por así decirlo, y sus fuerzas de combate han disminuido a un punto crítico en el cual no se ven capaces de llegar a la costa, tengo entendido enviaron dos grupos para conseguir algún medio de transporte marítimo, pero han fracasado, nadie regresó.

                —Y pidieron rescate… ¿No es así?— Alejandro se recostó en la silla, el brillo del computador le cegaba un poco, Karla se apoyaba en su hombro derecho.

                —No… ya sé por dónde viene esto… — Karla lo miró— Di que no…— Le susurró a un odio— Di que no puedes hacerlo…

                —Tenemos un video en el cual pidieron apoyo, y nos acercamos a las costas, pero como te dije es peligroso, no conocemos bien la zona.

                —Pero son un millón de personas…— Repasó Alejandro.

                —Exacto, y lo más crucial de ello, es que tenemos entendido poseen un pequeño laboratorio donde han hecho experimentos con los muertos buscando la manera de eliminarlo.

                —¿En serio? ¿Y tú que probabilidades le ves a eso?

                —Pocas, a menos que tuviesen conocimiento del agente ARE con anterioridad, cosa que tampoco me extrañaría, en el mercado negro se puede encontrar casi cualquier cosa inventada, o al menos así era antes.

                —Piensas ir a rescatarlos ¿No es así? ¿Por eso querías comunicarte conmigo, para que te ayude?

                —En realidad a mi no me interesa, pero Armando ha insistido en ese tema.

                El hombre tomó el habla— Hay otros dos grupos que piensan realizar una expedición de rescate, la verdad, yo quisiera contar con tu experiencia, te he visto en acción chico, y sé muy bien que…

                —Yo entiendo y creo tener una idea de lo que dirás Armando, y la verdad me siento halagado porque pienses en mi para semejante misión, pero, ir allí implicará ponerme en peligro, y no puedo dejar a las chicas, bien sabes que debo cuidarlas.

                —¿Y si allí se encontrase la cura Alejandro?

                —Otras personas la obtendrían.

                —No conocemos las intenciones de otras personas.

                —No creo que…

                —Alejandro—  Armando colocó un tono serio— No quería mostrarte esto, pero es algo que me preocupa— Volteó la cámara un instante y mostró una imagen, una fotografía borrosa que sostenía en la mano— Hace casi un mes hallaron un sobreviviente cerca de donde te encuentras, en las costas de Venezuela— Un escalofrío recorrió la espalda de Alejandro, Karla se llevó la mano a la boca, sus ojos se abrieron desorbitadamente al reconocer la figura de aquel chico sobre una barcaza.

                —¡No puede ser!— Alejandro se acercó más al computador— ¿Me puedes pasar una copia de esa foto?

                —No tenemos escáner aquí chico— Soltó el hombre.

                —¿Estás seguro? ¿Es él?

                —Esperaba que tú me lo confirmaras— Contestó Armando, mientras Karla asentía con la cabeza.

                —Entonces se dirige a Brasil…

                —Eso me temo, y no quiero imaginarme con qué fines se dirige allá.

                —Al contrario, ya debes habértelo imaginado Armando— Alejandro sonrió— Por eso me lo estás mostrando.

                —Tienes razón lo hice, e imagino tu también.

                —Si, y si él se encuentra enterado de tales investigaciones, exista cura o no, llegará a tal lugar e intentará aprovecharse de ello, y nadie más podrá adentrarse en el rescate mientras él se encuentre en el lugar, preparará todas las trampas posibles— Karla continuaba negando con la cabeza, pero el chico continuó— Una pregunta ¿Hace cuanto recibieron el pedido de auxilio?

                —Hace una semana.

                —¿Cómo sabemos siguen vivos?

                —No lo sabemos, así de simple, pero le hemos enviado un par de mensajes.

                —¿Podemos comunicarnos? Perdón ¿Pueden ustedes comunicarse con los otros dos grupos?

                —Es difícil, pero no imposible, después de intentarlo lo lograríamos— Expresó Armando— Sabemos en qué radio frecuencia trabajan.

                —Necesitaríamos verificar si Yoshua se encuentra entre ellos, qué día harán incursión y cuantos hombres irán— Explicó Alejandro.

                —Me he adelantado a ello, y tengo personas trabajando en eso muchacho.

                —¿Dónde se encuentran las personas? ¿En qué parte de Brasil?

                —En Pirai, aunque los detalles preferiría los conversáramos en persona— Hubo un largo silencio, una tensión que cortaba el ambiente, hasta que Armando habló— ¿Cuento contigo Alejandro?

                —Él irá— Esta vez fue Karla quien habló— Si Yoshua fue hasta allá, nosotros iremos— La chica observó al muchacho— Cuenta con nosotros Armando, aunque creo que la preocupación de Alejandro es válida, las demás chicas…

                —Podrán quedarse en el Armonia, se les preparará un camarote especial para ellas, como cuando estuvieron aquí.

—Entiendo— Repuso Alejandro— ¿Cuándo podríamos vernos? ¿Pasaran cerca de nuestra costa a recogernos?

                —Ya estamos en costas venezolanas chico.

                —¿Ya?

                —Creemos que estamos algo cortos de tiempo, además tuvimos problemas para comunicarnos con ustedes, quisimos acercarnos por si…

                —Esta bien Armando…— Alejandro asintió con la cabeza dándoles a entender aceptaba realizar el trabajo— Nos iremos mañana, llegaremos mañana a la costa, tomaremos algún bote e iremos hasta ustedes tan pronto como podamos, danos dos días.

                —Estaremos en radio frecuencia Alejandro, desde 98 a 100 ¿te parece bien?

                —No hay problema, nos mantendremos en contacto— Corroboró Karla.

                —Hasta mañana entonces chicos, les dejamos dormir.

                —Gracias— Contestaron ambos antes de cortar la comunicación y quedarse en silencio en la oscuridad un instante.

—¿Brasil?— Preguntó ella casi para sí misma, comprendiendo lo sucedido. Karla observaba al chico queriendo comprender sus pensamientos, mientras que él permanecía en silencio con la mirada en el techo y una mano en su frente— ¿Qué piensas?

—¿Qué pienso?

—Si— Asintió la chica.

—Que esto es una locura, que Armando está loco, yo no soy un general de la milicia y…

—Pero eres muy bueno para sobrevivir Ale…

—¡Tuve suerte!— Bajo el tono para no gritar— Tuve suerte, tan simple como eso, eso y fui muy meticuloso, estudié muy bien las armas, a qué nos enfrentábamos y la ciudad…

—¿La ciudad? Ya la conocías, vivíamos allí.

—Pero no era igual, me refiero a conocerla de verdad, saber que había en cada casa de mi sector, saber adónde ir, que calles estaban sin sol en pleno día, por donde frecuentaban más muertos.

—Ahora estaremos en Brasil…

—Exacto, de Brasil apenas sé que es, o era el país del carnaval y su capital es Rio y…

—Puedes decir que no, y quedarte aquí con nosotras.

—Tú lo escuchaste ¿no? Un millón de personas, y Yoshua se dirige allí, y hay muertos… si hay muertos  implica que esto no ha acabado, y quizás hoy estemos a salvo y solo fuese un par allí en las paredes, pero mañana podrían ser diez, veinte o más, y yo no podré protegerlas.

—¡Iremos entonces y lucharemos!

—¡Nada de lucharemos, ustedes se quedarán en el Armonia, habrá un cama…!

—¡Yo no me voy a quedar en el Armonia, iré contigo adonde sea Alejandro, para eso he entrenado últimamente!

—¡Yo estaría más tranquilo si todas ustedes se quedan en la embarcación…!

—¡Pero yo estaría intranquila sabiendo te estás metiendo allí.!

—¡No vas a ir conmigo Karla, esto es serio, no es un juego! ¡Y tú…!— Una cachetada cruzó la estancia y le impacto directamente al chico, dejándole sin palabras.

—¡Deja de decir idioteces Alejandro, dije claramente iré, y no eres mi padre para impedírmelo!— El silencio resultó incomodo, las miradas se cruzaron a pesar de la penumbra y el monitor de la computadora pasaba a oscurecerse colocando el salvapantallas— Lo siento, era eso o…

—Está bien, es cierto, no soy quien para ordenarte.

—¿Qué harás con respecto a Brasil?

—Iré, y lo mejor es que me ponga a estudiar ya— Sonrió aun sobándose la mejilla— Sigues golpeando fuerte.

—¡Es que te comportas como idiota!— Karla golpeó su hombro suavemente— Pero en serio, lo siento.

—Olvídalo— Repuso él acercándose nuevamente a la computadora y buscando información en la misma. Para al cabo de un rato Karla se hallaba dormida en sus piernas mientras el descargaba mapas de la ciudad e intentaba aprender y anotar la mayor cantidad de frases posibles en un archivo. El sueño se había ido de su ser, continuaba pensando en los muertos afuera de los muros, en cómo pudieron llegar hasta allí y aun más cómo podían haber sobrevivido a la vacuna esparcida por Milena.

Mientras más vueltas le daba en su cabeza más confuso se volvía todo, no tenía sentido el hecho de que hubieran muertos en su muro, en un principio llegó a pensar que podría haber sido obra de Yoshua, pero ahora tenía prueba de su viaje a Brasil, lo cual le dejaba de vuelta al inicio, sin pista alguna.

Observó la hora del computador, eran las cinco con cuarenta minutos y monitoreó las cámaras de seguridad, todo se hallaba despejado y tranquilo, cuando pestañeo.  Abrió los ojos nuevamente y el reloj marcaba las siete con treinta y ocho minutos y Sara se encontraba en la puerta de la habitación, roja y con las manos en la boca.

—Lo siento, no sabía…

Alejandro no comprendió de inmediato, hasta percatarse que Karla continuaba dormida con su rostro sobre sus piernas— ¡No es lo que piensas Sara!— Dijo,  tocando a la otra para despertarla— ¡Vamos Karla, ya es de día!

—¿Ah?— Volteó alzándose con el cabello alborotado y mirada perdida.

—¿Y Claudia y Alicia?— Preguntó él.

—No sé— Respondió Sara alzando los hombros— Tienes baba Karla.

—¿Dónde?— Pasó su mano por la boca, mientras Sara soltaba una pequeña carcajada.

—Despiértalas, por favor, y arreglen ropa para irnos.

—¿Nos vamos?

—Si.

—¿Adónde?

—Ustedes al Armonia.

—¿Ustedes? ¿Y qué hay de ti?— Sara se cruzó de brazos sin moverse del pórtico.

—Despiértalas y diles que necesitan alistarse, que lleven solo lo necesario, ya les contaré.

—Ok… capitán— Se quejó antes de marcharse.

—Tu también Karla, necesitas prepararte, deberíamos salir en una hora si queremos llegar a la costa hoy— Yo…— Se levantó tomándose de la cabeza, pensando en todo lo que decía hacer— Necesito alistar todo— Comentó antes de salir por lo primero que debía retomar, sus bitácoras.

Para cuando llegó a su habitación observó a la pequeña Claudia sentada medio adormilada sobre la cama— ¿Nos vamos? ¿Es verdad?

—Sí, eso me temo.

—¿Adonde?

—Brasil

—¿Y por qué?

—Reapareció el virus— Dijo, pensando que después de todo no tenia mucho sentido ocultarlo, de todas formas la pequeña se terminaría enterando.

—¿Zombies? ¿Están acá? ¡Miau!

—No, acá no… Bueno, si, pero no.

—No entiendo— Expresó con su rostro contraído, él se limitó a revisar el armario sacando las bitácoras, el armamento y lo necesario.

—Yo tampoco lo entiendo del todo Clau— Alzó la mirada— Pero necesito que vayas a cambiarte de ropa lo más rápido posible, ponte algo grueso, no importa que haga calor, y… guarda todo lo que pienses puedes necesitar, ropa como para un par de días, nada muy pesado— Se detuvo y la observó notando su miedo creciendo— Y llévate la consola portátil, para que juegues.

La pequeña salió en carrera de la habitación, y comenzaron a escucharse pasos de talones sobre la casa, las chicas corrían de un lado a otro y a él los escalofríos le recorrían pensando en que ese mismo sonido lo realizaban los jadeantes— Volverás a verlos pronto Alejandro ¿Qué harás?— Se golpeó la pierna para tranquilizarse un poco.

Fue arreglando su equipo colocándolo sobre su cama en estricto orden. Para cuando finalizó habían dos cámaras fotográficas analógicas y una digital, tres bitácoras, una de fotos una con anotaciones médicas y la última con especificaciones de su ciudad, Puerto Cabello, el cual había quedado resumido a cenizas completamente a causa del estallido de la refinería petrolera y el sistema de tuberías de gas y crudo que la atravesaba.

Sobre el colchón  también se encontraban sus goggles, un par de chaquetas gruesas, una negra y otra roja. Y finalmente sus armas, una colección que atesoraba actualmente a pesar de que meses atrás no sabía siquiera el nombre de alguna de ellas. Su cantimplora, una linterna, una pequeña soga y un cuchillo de caza.

Tres Berettas 9mm, otras dos eran ahora propiedad de Karla, una Colt M4A1, una M82A1, una Stier Aug A2, y la siempre confiable Desert Eagle, su preferida entre las pistolas. Ya no tenía las dos Dragunov, pues recién las había entregado a Sara y Karla, y finalmente el rifle RSASS que disparó horas antes.

Alejandro respiró profundo antes de empacar todo debidamente, dejando solo una Beretta en su cintura y la RSASS en su espalda.  Pasó a la cocina a embalar lo necesario en insumos. No quería causar inconvenientes en el Armonia, más si había una situación algo tensa en el barco. Y las chicas debían quedarse, era una misión de la cual no sabía casi nada, siquiera cuanto tiempo tomaría. Aquello le hizo sentir mayor nervio.

Terminó preparando una cava enorme de suministros, lo cual implicaba que tendrían que movilizarse en el auto, una opción no tan descabellada a su parecer. Por último tomó la computadora portátil, y con ella los mapas que había descargado previamente.

Karla y Sara fueron las primeras en terminar de arreglar sus cosas, cada una llevaba una mochila en sus espaldas. La primera ayudó a cargar todo en el auto mientras que la segunda fue a ayudar a Alicia y Claudia. Fue a las diez de la mañana que el grupo estuvo listo y con un desayuno ligero en sus estómagos, preparados abordando el vehículo rumbo a la ciudad.

                —¿Por qué en el carro? ¿No es peligroso?— Inquirió Alicia tomando el puesto de copiloto.

                —Viajaremos más rápido.

                —Alicia tiene razón, ¿Y si hay jadeantes Ale?— Continuó Karla.

                —Esperemos que no, pues tendríamos problemas, a pie iríamos muy lento con la carga que llevamos.

                —¿Y si dejamos todo esto?— Alegó Karla.

                —Yo puedo dejar mi ropa miau.

                —La comida no podemos dejarla, debemos llevar algo, y están las armas, y el camino es largo, a pie pasaríamos todo el día caminando y no llegaríamos a la costa.

                —Yo vigilaré la zona entonces mientras avanzamos— Expresó Karla colocando el rifle a un lado del asiento.

                —Gracias— Comentó él, subiendo al vehículo, no sin antes observar por la casa por ultima vez.

                —¿Volveremos?— Claudia parecía haberle leído la mente.

                —¡Volveremos, definitivamente! Juntos…— Dijo jurándoselo a sí mismo antes de encender el motor y partir. El auto ronroneó y avanzaron poco a poco adentrándose en el pequeño bosque que rodeaba la casa.

Las raíces y rocas hacían saltar el vehículo, pero al menos la sombra  del follaje brindaba algo de fresco ante un inclemente sol. De inmediato llegaron al muro por la zona sudoeste  y Alejandro bajó del vehículo para subir y checar el exterior desde la escalera. Para su fortuna todo se observaba despejado, solo maleza y arboles hasta perderse la vista. Bajó, movió el vehículo y cerró el portón tras de si. La mirada de las chicas era al igual que la suya hacía lo que dejaban atrás.

                —Es un poco triste, ya sabes, irnos— Comentó Karla.

                —Es triste por completo— Habló Alicia secándose una lagrima— Cuando vinimos aquí pensamos que todo había acabado y estaríamos por siempre.

                —Miau.

                —Vamos chicas, hay que continuar— Alejandro arrancó, aunque sin querer por el retrovisor observó el portón que sin duda extrañaría. El camino eran apenas dos líneas de tierra amarilla en medio de maleza, los arboles se esparcían hasta donde la vista se perdía. El auto dejaba una humareda y Claudia comenzaba a tararear una canción pegajosa aunque él no reconocía de donde la conocía.

                —Debemos tardar como una hora en llegar al puerto ¿No?— Sara preguntó.

                —Yo digo que como hora y media, creo que eso tardamos cuando vinimos para acá— Comentó Alicia.

                —Pero estábamos subiendo, ahorita bajamos, llegaremos en una hora con algo, quizás un poco más, la vía está bastante maltrecha— El auto se movía de un lado a otro mientras pasaba sobe rocas y huecos.

—Así llegaremos mañana— Expresó quejándose Sara saltando con cada bache— ¿Dónde dijiste qu estaba el millón de personas?

—En Pirai, Brasil.

—¿Quién le pone a un lugar Pirai?— Preguntó Karla.

—A Pirai llegaremos en un mes a este paso— Sara volvía a quejarse— Y yo estaré muerta de calor para entonces.

—¡Mutilado a las tres!— Gritó Karla apuntando el arma, a lo cual todos voltearon y Alejandro frenó por completo en un segundo, haciendo que todos rebotaran dentro del vehículo. Bajó de un salto y observó los alrededores con el rifle en sus manos. Aguzó la vista y los sentidos para entrever en medio de la maleza y la cantidad de árboles, para cuando lo divisó se sorprendió de que Karla pudiese verlo a pesar de hallarse en movimiento.

El muerto era una mujer en camisón, el mismo se hallaba marrón y su cabello era una costra dura a un lado de su rostro— Hay un olfateador cerca— Agregó Alejandro, después de observar el movimiento entre arbustos como a cien metros de distancia. Intentó observarlo mejor— ¡Quédense todas en el auto y bajen las cabezas, Karla observa bien el otro lado!— Lo menos que quería era ser atacado por la espalda mientras disparaba al olfateador, sin contar que debía ser un tiro certero, y él no era un francotirador nato. Su respiración se había acelerado y el sudor rodaba por su rostro.

—Bien— Contestó la chica rifle en mano; para él era un alivio no tener que preocuparse por todo, intentó percibir el viento y respirar profundo para calmar su ritmo cardiaco, sincronizó su dedo a la respiración y se preparó, el olfateador era un perro, ahora podía ver su cabeza en medio de los arbustos, parecía perseguir algo, quizás había sentido el aroma de ellos. Exhaló y disparó.

La bala cruzó el aire, pero el perro movía la cabeza impactándole en el cuello para hacerle caer, Alejandro disparó nuevamente para darle en un costado, y un tercer y cuarto disparo para derribar al mutilado. Hubo un ladrido con un alarido fuerte, se le heló la sangre, recordaba aquel sonido, era el sonido de la muerte andante. No hubo respuesta, pero él no estaba dispuesto a esperar una— ¡Sigamos, mantente alerta Karla!

Pisó el acelerador levantando una gran humareda de polvo mientras avanzaba. No hubo más incidentes en el camino, ni gritos graves que estremecieran a nadie. Claudia volvió a tararear la canción hasta casi cuarenta minutos después cuando la ciudad se asomó. Las casas comenzaban a aparecer, al principio intactas, luego quemadas casi por completo, negras por el hollín, aun habían restos de ceniza en las esquinas de las calles. El auto dio un salto cuando tomó el asfalto y comenzaron andar un poco más lento, pues Alejandro y Karla se hallaban atentos a cualquier movimiento.

—Miau, ¿por qué hay muertos de nuevo?

—No tenemos idea Clau.

—¿No se habían muerto de verdad todos?

—Eso creíamos.

                —¿Algunos se escondieron?— La pregunta de la pequeña resonó en la mente del chico haciendo un clic, una posibilidad que nunca antes se había planteado, esconderse.

                —Es muy… posible, en realidad, bastante probable— Tenía sentido, después de todo los muertos no tenían uso de la razón, podían haber sobrevivido algunos que no llegaron a inhalar el agente disperso en el aire. Probablemente se hallasen encerrados, o algo de esa índole, y por lo tanto sin quererlo, habían sobrevivido, y ahora salían de sus escondites, mucho tiempo después cuando se hallaban a salvo.

                —Yo solía comer en ese restaurant— Comentó Alicia mientras pasaban frente a los restos de un local con un pórtico de madera que había caído el suelo tan oscuro como el carbón— Servían una buena pizza.

                —Extraño las pizzas— Karla habló sin dejar de ver los alrededores. Avanzaban por una colina, al frente había un camino en descenso, una autopista bastante larga y con curvas, pero solitaria, y más allá la refinería, que meses atrás había estallado por obra de Yoshua.

                Fue en ese momento cuando sintieron un extraño ruido, era el sonido de algo desplomándose y en carrera a varios metros. Todos se observaron los rostros, el miedo les invadió a todos por igual, Alejandro volvió a frenar en seco, aparcando frente a una casa derruida. Sus nervios se pusieron de punta, aquello era un sonido desconocido, algo que ningún muerto haría normalmente.

                Las chicas saltaron del vehículo y se escondieron detrás de este, pero no se observaba nada extraño, pero el sonido continuaba, y el retumbar de algo enorme chocando contra el suelo se dejó escuchar, el suelo vibró y tanto Alejandro como  Karla se aferraron aun más a sus armas, Claudia se escondía en el pecho de su hermana y Alicia comenzaba a orar de rodillas contra la puerta de la casa.

                —¿Qué mierdas es eso Alejandro?

                —¡No tengo la menor idea!— El chico observó por la mirilla en todas direcciones, buscando el origen del tal sonido, pero nada se mostraba, la calle se hallaba sola, únicamente la brisa causaba que algo de ceniza corriera por la misma. De pronto la carrera de un jadeante, con sus talones contra el suelo a cada paso, Alejandro les hizo señas a las chicas para que se escondiesen agachándose, de inmediato el ser putrefacto apareció en una esquina, vestía una camisa azul hecha jirones e iba desnudo de la cintura para abajo. Soltó un bufido al cielo antes de reanudar su carrera por el medio de la calle, siguiendo el sonido de cosas que caían. Karla le apuntó con el arma, pero Alejandro bajó el cañón con su mano indicándole que esperase.

                —Pueden haber más, no hagas ruido— Dijo antes de hacer señas con su dedo contra sus labios frente a las demás chicas. Sin embargo no hubo ni respuesta ni otro muerto que siguiera al primero, solo el constante sonido de algo que destrozaba e iba alejándose.

                —¿Nos vamos a casa?— Preguntó Sara.

                —No podemos, y debemos averiguar que rayos está haciendo ese ruido— Contestó el chico colocándose el arma en la espalda y tomando la Beretta en su mano para caminar.

                —¿Qué haces?— Alicia le sujetó de la mano.

                —¿Qué piensas hacer Alejandro?— Karla mantenía los ojos muy abiertos y respiraba entrecortado.

                —Seguir al jadeante, el sonido debe venir de aquella dirección, el jadeante lo seguirá hasta encontrarlo.

                —¿Y después?

                —Algo debe estar creando ese sonido, y parece moverse, quizás sea alguna maquinaria, ya veré que podemos hacer.

                —¿Y nosotras?— Inquirió Alicia.

                —Yo no me quiero quedar sola aquí, en medio de la nada— Expresó Sara con voz baja. Alejandro debió pensar rápido y resolver qué hacer, estaban las chicas, y Karla quien había sido entrenada y sabía cómo reaccionar, pero no era prudente dejarlas atrás y adelantarse él, por otro lado, el jadeante ya se perdía de vista por lo rápido que corría.

                —¡Móntense al auto!

                —¿Qué?

                —Al auto! ¡Rápido!

                —¿Lo vas a seguir en el carro?— Karla le detuvo— Si el jadeante escucha el motor, vendrá directamente a nosotros, pueden haber varios de ellos, y sabes que corren más rápido que un auto.

                —Confío en que no hay ningún otro, recemos porque tenga razón— Subió encendiendo nuevamente el auto.

                —esto va en contra de las leyes que me enseñaste Alejandro.

                —No creo que tengamos muchas opciones., esto es un caso excepcional, es cuestión de arriesgarnos— El auto arrancó a gran velocidad por la carretera, el muerto se hallaba al menos a trescientos metros por delante en carrera— Ese ruido sin duda no s normal.

—Miau, da miedo— Hubo una explosión y una humareda se observó varios metros por delante y a la derecha. Alejandro viró de inmediato el vehículo deteniendo su persecución del jadeante rumbo a la derecha.

—¿Adonde vas?

—A un lugar elevado— Contestó subiendo el auto por una cuesta elevada de un antiguo barrio de la ciudad. El pavimento estaba lleno de baches y a los lados comenzaba a crecer maleza que contrastaba con el hollín en muchas paredes. Por el suelo se observaban huesos y restos quemados que alguna vez fueron cuerpos humanos dando un aspecto tétrico y maloliente.

—¡Tápense la nariz chicas!— El hedor le revolvió el estomago al chico y una arcada le fue involuntaria, entonces observó que en el camino había una zona destrozada, como si algo muy pesado hubiese pasado atravesando la vía, destruyéndola, y a las casa al los lados de la misma también.

El carro dio un salto fuerte y otro al pasar el gran desnivel. Todos se quedaron observando la destrucción en ambos lados de la calle, a la derecha media casa había sido derrumbada y la que se hallaba atrás estaba en igual estado, y la otra también, dejando un sendero abierto; a la izquierda la situación semejante, había un enorme agujero de paredes caídas y techos derrumbados.

—Qué pudo hacer eso…?— Preguntó Alicia.

—¡Jadeante!— Karla dio el grito de alerta cuando un muerto corría como el viento detrás de ellos, saltando la abertura en el suelo aproximándose tan rápido que resultaba aterrador.

—¡Aaaaaaaaahhhhhhhh!— Sara exclamó un grito cuando un segundo  muerto se lanzó desde la primera planta de una casa a su derecha, rodando por el pavimento y levantándose raudo para terminar precipitándose contra el vehículo. Las rudas chirriaron con el empujón del muerto, quien ahora corría al la par del transporte, gritando fuertemente.

Las chicas gritaban, Alicia se hallaba apretujada contra la guantera, Sara abrazaba a Claudia mientras gritaba con todas sus fuerzas, y Karla intentaba recuperar el equilibrio en medio del auto en movimiento.

—¡Karla!— Alejandro tenía la Beretta en su mano, listo para dispararle al muerto a su derecha, pero Sara y Claudia se hallaban casi al frente del arma, y con el movimiento del auto no se atrevía a disparar. Fue Karla quien reaccionó lanzándose sobre Claudia y Sara, tirándoles en el asiento del auto, y Alejandro disparó un par de veces, el sonido fue fuerte y tronador, y el muerto giró por el suelo apartándose, pero el de atrás continuaba en carrera, ya casi cerca.

Alejandro viró el automóvil al percatarse que un perro olfateador corría de frente en dirección a ellos, y a lo lejos se observaba un mutilado en el suelo arrastrándose.

—¡Maldición!— Las ruedas rechinaron mientras todo se tambaleaba y el jadeante alcanzaba la parte trasera del auto. Alejandro disparó a tientas, pero se detuvo temiendo herir a las chicas, pues el arma se movía de un lado a otro con cada disparo.

Su mente volaba entre las opciones, y pensó en incrustar el vehículo contra alguna casa y escapar por el interior de la misma, pero recordó no tenía suficiente cloro con él como para borrar el rastro de ellos. Los ladridos del perro le indicaban que se hallaba casi a su lado, a pesar de él no poder verlo.

—¡No quiero morir! ¡No quiero morir!— Los gritos de Sara retumbaban en sus oídos.

—¡Ale!— Karla le miraba con ojos desesperados, su cabello ondeaba al aire, y sus brazos se aferraban a Claudia y Sara quienes se colocaban en la parte inferior del auto.

—Toma el volante!— Gritó con apremio a la chica al tiempo que tomaba el rifle y daba un salto a la zona trasera del auto, el cual comenzó a desviarse hasta que Karla lo retomó aun sin sentarse en el asiento, tan solo estirada desde la parte trasera.

El jadeante gritó con estertor en la cara del chico, disparó con la pistola, pero saltó de improvisto tambaleándose detrás del carro errando el tiro, estuvo a milésimas de segundos de preguntar qué había sucedido, cuando el cuerpo del perro girando salió disparado por debajo del carro e hizo que el jadeante se cayera y rodara junto con él. Alejandro se quedó observando y le disparó a ambos cuerpos desde allí— ¡Detente!

Su respiración era entrecortada, sus manos temblaban, sudaba frio, y continuaba sintiendo arcadas con ganas de vomitar, el perro olfateador y el jadeante continuaban en el suelo sin emitir ruido alguno. Se hallaban en algún lado de la montaña en medio de un barrio que él desconocía.

Las chicas lloraban en medio del auto, Alicia daba gracias al señor mientras que Karla bajó del transporte y se lanzó al suelo de rodillas, tenía la respiración entrecortada.

—¿Todas bien?— Preguntó— ¿Les cayó sangre?— Se levantó a cerciorarse, aquello era lo ultimo que deseaba, ver a las chicas infectadas. Revisó a Claudia, Sara y Alicia, Karla le hizo señas de hallarse bien y solo necesitar un instante para recobrar el aliento.

—Se supone ya… no habían… muertos…— Alicia observaba su alrededor.

—Pues ya sabemos que si— Terminó Karla levantándose.

—¿Qué rayos es eso?— Sara apuntó a la ciudad, la vista desde el terreno elevado les permitía observar una urbanización cercana al pie de la montaña, y en ella corría una bestia enorme,  más alta que una casa, de espalda peluda y un brazo mas largo que otro, moviéndose usando patas y manos por igual como un gorila superdesarrollado.

Corría siguiendo a un par perros, al tiempo que blandía su brazo y hacia que un jadeante se partiera en dos pedazos y se estrellara contra una pared como una masa viscosa sin forma. Tomó a uno de los perros y se lo llevó a la boca partiéndolo en dos de un mordisco para emitir un bramido desgarrador que hizo estremecer todo lo que le rodeaba.

—¿Qué…?

—¿Eso es un muerto?— Inquirió Karla observando al chico con los ojos mega abiertos.

—¡Hay que irnos!— Jamás había experimentado tal terror, quizás desde la primera vez que vio a los muertos vivientes. Tan solo no podía creerlo, y todos sus sentidos le gritaban “huye””  “No hay forma de sobrevivir a eso”. Tomó el volante y aceleró a fondo, no había muerto que le preocupase, si aquella cosa enorme lo veía, olía, o escuchaba, estaba muerto.

Sintió las voces de las chicas preguntándole cosas, pero su mente tan solo trabajaba en lo que conocía, incluso repasando la información que una vez Yoshua le dio sobre los métodos de infección y su metamorfosis. Pero nada tenía sentido, nada últimamente lo tenía, era como si hubieran simplemente reglas nuevas en el tablero y el se hubiese perdido el inicio de la partida y la jugase mientras se hallaba a la mitad del juego sin conocer las reglas principales. Desconcierto y miedo.

Retomó la carretera principal y viró en cuanto pudo a la izquierda, tomando el rumbo de la refinería, alejándose lo más posible de la bestia. Comprendió entonces que había sido ella la causante del ruido previo, y el agujero entre las casas que había visto antes. Debía medir al menos tres metros de altura y no podía siquiera imaginarse su peso o velocidad, teniendo en cuenta que atrapó al perro y destruyó a un jadeante como si fuese gelatina.

                —¿Qué es eso?

                —No tengo idea— No supo cual de las chicas le preguntó, se concentraba en el camino mientras mantenía el ritmo a toda velocidad, la aguja pasaba el numero cien en el marcador.

                —¿Milena dijo algo sobre esa cosa?

                —No, anoche cuando hablamos con ella no dijo nada sobre eso— Alejandro observó por el retrovisor percatándose que había sido Karla quien respondió a Sara.

                —¿Y aun así confías en Milena?— Esta vez fue Alicia— ¡Esa mujer mintió Alejandro!

                —¿Habías visto algo como eso antes Ale?

                —Nunca Karla, nunca.

                —¿Por qué corres tan rápido?— Preguntó Alicia aferrándose al auto.

                Alejandro notó el llanto de Claudia por el espejo y comprendió cuan asustada debía hallarse— Calma gatita, todo va a estar bien, te lo aseguro— Pasó al lado de la refinería, observando las torres derretidas y otra caída sobre un deposito cilíndrico en el cual se observaba un agujero enorme, el resto del lugar no existía, tan solo habían escombros, una verja derretida y tierra negruzca. Avanzó sin desacelerar, hasta una pequeña bahía que se hallaba más allá, una que meses atrás las personas solo usaban para la pesca deportiva. Atravesó la rejilla que se hallaba medio puesta, obviamente forzada por alguna persona que también huía, terminó por aparcarse cerca de una pequeña edificación de madera frente al puerto de botes.

                —Todo sucedió muy rápido— Comentó él.

                —¿Qué?—preguntó Alicia.

                —Pensé habrían menos botes anclados, de hecho casi recé porque quedase alguno.

                —Quedan muchos— Comentó Karla.

                —Miau.

                —¿Y cual tomaremos?

                —El que consigamos las llaves— Señaló la casucha de madera negra.

                —Si se encuentran allí— Argumentó Sara.

                —Si no se quemaron antes— Terminó Karla.

                —Debiste rezar Alejandro— Alicia se dirigió a la pequeña edificación.

                —Era una expresión, no algo literal— Colocó una cara de confusión a lo que Karla desvió la mirada y Sara se encogió de hombros. Claudia caminó hasta tomarle de la mano.

                —El primer día de la infección todo sucedió muy rápido, apenas comenzaba el día y ya estaba media ciudad infectada, las personas no tuvieron siquiera tiempo de escapar— estaba un poco sorprendido pues aquella zona tan alejada del centro de la ciudad nunca llegó a revisarla.

                —Pero nosotros estamos vivos.

                —Si gatita, y mantengámonos así por ahora.

                —¡Todo limpio!— Gritó Karla desde la ventana del edificio— No hay muertos cerca, solo… cuerpos.

                —¡Bien, de todas formas hay que irnos ya!— Sin embargo para cerciorarse lanzó dos disparos al aire y espero, Karla también se puso alerta ante cualquier eventualidad, pero nada sucedió, el sitio se hallaba tranquilo y en silencio. Se relajó y alborotó el cabello de la pequeña Claudia— Ve y escoge el bote que te guste más, procura que sea uno grande y con cama— Le picó un ojo soltándola para descargar las cosas del auto mientras las chicas buscaban las llaves.

                En media hora se hallaban abordando un bote enorme con dos cabinas y un techo en la zona superior, alguno de lujo que algún ricachón llegó  a comprar. El bote a un costado tenía el nombre de “Amanda”, pese a ello Claudia lo bautizó con su nombre. Soltaron amarras y partieron con un rumbo suave y nada apresurado, ya que desconocían las coordenadas del Armonia.

                —¿Habías estado en un barco antes?

                —Cuando vinimos del Armonia— Contestó él a la pregunta de Sara.

—No me refiero a eso idiota, antes de todo esto, del desastre.

                —¡Ah! No, Karla si, creo que tenía un primo que era navegante.

                —¿Y cómo sabes navegar?

                —Armando me dio un par de lecciones.

                —¿Me enseñas?

                —Claro, primero, ves esto que está aquí?— señaló un panel redondo y negro— Es un localizador, actualmente funcionan por satélite, y te permite conocer donde se encuentra cada barco cerca de tu posición, claro que ahorita no hay ninguno navegando— Comentó riéndose.

—¿Pero si hubiera alguno vería una marca como la de nosotros?

                —Si, y deberías llamar por este aparato de aquí a esa tripulación, o a su capitán, para saber que rumbo tomarán y prevenir una colisión.

                —Pero en el mar se puede ver cuando estas cerca de algo.

                —El mar es engañoso, lo que parece lejos está cerca, y lo cerca a veces lejos, no te puedes fiar solo de la vista, además en la noche se hace imposible ver algo— Karla llegó y se sentó en el puente.

                —También puede haber niebla, u olas muy grandes que te impidan ver, para eso está la radio, esta funciona igual que un walkie talkie.

                —¿Puedo?— Claudia tomó el radio control y apretó el comunicador— ¡Aquí la capitana gatita al habla a todos sus tripulantes!— La voz resonó en el pequeño bote— ¡El Claudia se dirige a Brasil, prepárense para el viaje!— Mostraba una sonrisa enorme— ¡En el camino veremos delfines ballenas y tiburones!

                Aun se observaba la ciudad, apenas se habían alejado algunos cientos de metros, Alejandro esperaba recibir alguna señal de Armando y Milena ese día, para tener la ubicación exacta a la cual dirigirse, le habían indicado estarían en la radiofrecuencia 98 a 100, pero él ya había llamado un par de veces y nada respondía.

                Esperar era su opción más sensata, además en cierto punto de su interior no deseaba llegar aun al Armonia, y menos a Brasil, su mente aun trabajaba en conjeturas y deseaba poder anotarlas en su cuaderno.

                —¡No me traje mi ropa abrigada!— Comentó Sara.

                —Yo dejé mi cuaderno de oraciones— Expresó Alicia.

                —¿Tienes un cuaderno de oraciones? ¿Y qué es eso?— Inquirió la otra.

                —Un cuaderno donde anotas tus oraciones obviamente.

                —Pero para qué sirve Alicia, quiero decir.

                —Hay que creer en algo en medio de todo esto ¿O acaso crees que todo esto ha sucedido solo por casualidad? ¿Crees que hemos sobrevivido por casualidad Sara?

                Alejandro notó que la conversación iba en un rumbo no deseado, y le hizo señas a Sara que cortara el tema de  inmediato, a lo cual esta acató guiñando un poco el hombro, pero Karla escuchó y decidió comentar.

                —¿Y crees que Dios es quien te mantiene a salvo niña? Si tanto crees en él ¿Por qué no te quedaste en la ciudad orando? Tus oraciones de hoy no hicieron que el jadeante dejara de perseguirnos— Sacó la Beretta y la colocó sobre la mesa— Fue una de estas la que te salvó el culo niña.

                —No soy ninguna niña Karla, y fue Alejandro, Dios lo ha puesto en el camino de nosotras.

                —¡Ahora Dios hizo que Ale saltara hacia atrás en el carro y nos salvara!

                —¡Solo Dios puede..!

                —Fue Ale niña boba! ¡Fue Ale el que saltó a salvarnos! ¡De nuevo! ¡Sin él tanto tu como yo habríamos sido comida de muerto hace mucho tiempo! ¡Alejandro!— Se paró al lado del chico— ¡Lo ves! ¡Solo él! ¡No hubo ningún Dios en medio de aquello!

                —Tú no entiendes.

                —¡No! ¡la que parece no comprender eres tu! ¡Estás cegada por completo niña! ¡Te estás aferrando a un cuento de hadas y de esa historia no sales! ¿Tu crees que los que estaban en esa ciudad no creían en Dios y oraban tanto o más que tu?

                —No es cuestión de orar, es cuestión de fe Karla.

                —¡Vete a la mierda Alicia! ¡Estoy cansada de tus tonterías!— Karla se dio media vuelta— Por eso es que Ale no te dice nada, eres terca…— Se marchó y hubo un silencio enorme e incomodo entre los presentes, Claudia sujetaba la mano de Alejandro y este no quiso abrir la boca, no deseaba ver triste a Alicia, la comprendía en cierta forma, pero sabía que Karla tenía razón, y de cierto modo le agradecía un poco. Volteó a la ciudad pensando en todas las personas que murieron en ella, y cuantos no debieron rezar desesperados antes de que la muerte llegara a su puerta.

                —¡Pudiste decir algo! ¿O estás de acuerdo con ella?— Alicia descargaba contra él.

                —Yo… ¿Qué quieres que diga?

                —¿Cómo puedes creer en cosas así? ¡Puedes tener confianza en una mujer rusa que llega de la nada y ¿No en Dios?

                —Son dos cosas Alicia, y no voy a discutir el tema de Milena.

                —¿Tema de Milena?— Se atrevió Sara a preguntar interrumpiendo.

                —A Alicia se le metió en la cabeza la idea de que Milena nunca quiso destruir el virus, y que podía ser incluso una de las creadoras o la culpable de esparcirlo.

                —¿En serio?— Sara frunció el ceño, Alejandro respondió con un gesto confuso— Pero ella está sufriendo tanto como nosotros, está aquí, y cuando estábamos en el Armonia, se la pasaba atareada todo el día.

                —¿Y? ¡Quizás siente culpa, pero eso no le quitaría lo culpable!

                —Armando confía en ella Alicia, y la verdad, no es que sea el tipo de persona que confía ciegamente, pero sé muy bien que él no se aliaría con alguien que pudo originar la pandemia, ese hombre le declaró la guerra al virus después de la muerte de pandora, su hija. No confío por completo en él, pero confío en su sentido de venganza y su capacidad militar— Razonó Alejandro.

                —¿Eso es todo?

                —No quiero discutir Alicia.

                —Iré a dormir— Se alejó bajando a las recamaras soltando un bufido, el ambiente tardó un rato en relajarse.

  —No sabía nada de eso.
            —Descuida, no te preocupes.
            —¿Y por qué ella piensa eso?
            —Se le metió la idea en la cabeza, y nada la convencerá de lo contrario Sara— La tranquilizó para sumarse en sus pensamientos, hasta que recordó debía intentar contactar de nuevo con Armando y Milena, sin embargo la comunicación falló y la tarde caía dando paso rápidamente a la noche. 
          —¡Alejandro! ¡Alejandro!— Se había dormido sentado y Sara le despertaba— Están llamando desde el comunicador.
            —¿Armando Y Milena?— Pero no necesitó que la chica le contestara, pues reconocía la voz de Armando en el aire.
            —¡Alejandro, cambio!
            —Aquí Alejandro, hola Armando, cambio.
            —Hola chico, ¿Cómo van las cosas? Cambio.
            —Ya nos encontramos en un bote, frente a la costa de la ciudad, me intenté comunicar contigo hace horas, pero no había comunicación, cambio— El resto de las chicas llegaban para escuchar excepto por Alicia.
            —Disculpa, tuvimos un inconveniente eléctrico en la nave, pero ya solucionado, cambio.
            —Entiendo, ¿Cuáles son sus coordenadas? Cambio.
            —Las coordenadas son estas 64º 5’oeste y 10º 15’norte, estamos cerca de isla Tortuga, cambio.
            —Bien, cambio.
            —¿En cuanto crees que llegues aquí chico?
            —Mañana en la mañana lo más seguro.
            —Procura dormir en la noche, me gustaría que hablásemos de algo primero, a solas, luego discutiremos el plan sobre Brasil. 
            —¿Algo te preocupa?
            —Miles de cosas chico, miles de cosas, como siempre, pero creo que… bueno, estoy seguro de que hay algo feo aquí, pero necesito que hablemos en persona.
            —¿Y Milena?— Preguntó Alejandro animado por la mirada de Sara quien se hallaba extrañada luego de haber escuchado la discusión. 
            —También está preocupada, pero intenta no demostrarlo tanto, pero no ha dormido bien y está hasta el tope de tareas… Cambio.
            —Estaremos allá para la mañana.
            —Alejandro.
            —¿Si?
            —Intenta mantener a tu grupo lo más unido posible— las palabras de Armando fueron como un hielo, incomodas y alarmantes debido a lo recién sucedido.
            —¿Por qué?
            —Solo instinto de viejo chico, creo que las personas trabajan mejor en equipo, pero claro, tu eres un lobo solitario.
            —Gracias Armando, hablamos en algunas horas, cambio.
            —De acuerdo chico, cambio y fuera— Las miradas se intercambiaron antes de que Alejandro observara el mapa y encendiera el motor.
            —Él está preocupado ¿tú crees que sea por algo sobre lo que dijo Alicia?— Inquirió Sara sentándose.
            —Miau, tengo hambre.
            —Hay comida abajo gatita, ve y como algo, pero come algo salado, no solo dulce ¿ok?— Volvió para contestarle a Sara mientras viraba un poco el timón arreglando el curso— No, no creo que esté relacionado, pero si Armando está preocupado, de seguro algo grande ocurre, solo le he visto así en dos oportunidades.
            —¿Cuándo?
            —Cuando su hija estaba por morir, y cuando su grupo estaba pasando hambre, él es alguien entrenado para tener las cosas claras y buscar las mejores soluciones.
            —¿y Milena?
            —Si Armando pensara que Milena es nuestra enemiga, o que trama algo escondido, creo que la eliminaría de inmediato, es el tipo de personas que elimina lo que no vale la pena o la raíz de los problemas.
            —¿Cómo lo sabes?— Preguntó Karla.
        —Porque ya lo hice una vez, cuando mató o dejó morir al culpable de que su hija se infectara y convirtiera.
            —Eso yo no lo sabía— Alegó Sara acercándose para escuchar mejor.
            —Fue en el día 39 de la infección, el grupo de Armando estaba bien armado, y uno de sus hombres hizo que si hija se infectara, la chica se llamaba Pandora.
            —¿Y el hombre?
            —No lo recuerdo— Mintió para no dar detalles.
            —A mi me preocupa más eso que dejamos allí atrás— Señaló Karla con el pulgar a la ciudad— No me lo quiero encontrar cuando vengamos de regreso ¿y si hay más de esos?
            —¡Esperemos que no!— Soltó Sara, mientras Claudia regresaba con una barra de cereal ente las manos.
            —¿Cómo podríamos enfrentar esa cosa?— Karla se acomodaba colocando una de sus piernas sobre la otra— Cuando me entrenabas me diste ideas sobre lo que hacías en cada caso dependiendo el tipo de muerto que viésemos, ya fuese mutilado, jadeante o un olfateador, pero eso…
            —No tengo idea, y he estado pensando en eso toda la tarde Karla, y la verdad, creo que no hay manera de vencerlo, simplemente hay que mantenerse alejado y esperar no encontrarlo jamás.
            —¿No hay forma? ¿Y si le disparas a distancia? 
            —¿Viste lo que hizo cuando pasó ente las casas destruyéndolas?— Preguntó a lo cual ella tan solo asintió— Eso solo pudo haberlo hecho a mucha velocidad, y con una fuerza descomunal, debe correr mucho más rápido que lo que vimos hoy, quizás al doble de velocidad de un jadeante normal, quizás más, no sabría decirlo. Pero si sé que para atravesar una casa y luego otra, sin tener ninguna herida, es que tu piel ha de ser muy gruesa para resistir los impactos.
            —Eso quiere decir que las balas…
            —De seguro no le penetran, quizás a quemarropa, pero no quiero estar a quemarropa de esa cosa, si partió en dos a un jadeante, bueno…
            —A nosotros nos partería en tres.
            —No me importa en cuantos pedazos, yo le dispararía hasta quedarme sin balas— Sara se mostraba asustada, su mirada la delataba— ¿No habrán de esas cosas en Brasil verdad?
            Alejandro quedó en silencio ante una interrogante que no se había hecho, la sangre se le heló y por un instante muy humano, deseó estar en casa nuevamente y nunca haber salido de ella— Espero que no.
            —No lo sabemos— Terminó de decir Karla— No sabemos nada de Brasil, por eso es una locura.
            —Sabemos que hay un millón de sobrevivientes allí— Todo era oscuridad en la noche y el frio comenzaba a calar por su cuerpo, el mar tan solo era un suelo negro tambaleante— Iré a abrigarme un poco y escribiré algo, ustedes, tan solo mantengan el rumbo.
            —Yo manejo— Sara tomó el timón con entusiasmo mientras Karla se encogía de hombros sin darle mucha importancia. 
            —No se queden aquí mucho rato, descansen, cuando vayan a dormir, pasen avisándome para subir— Bajó las escaleras hasta las recamaras, en una de ellas se observaba el desastre de ropa de las chicas, en la otra Alicia se hallaba dormida sobre una cama, probablemente había llorado después de lo acontecido, pero él no hallaba mucho qué hacer, la apoyaba y deseaba estuviese bien, pero no compartía ese nuevo pensamiento de la chica. 
    Caminó en la pequeña habitación hasta una mesita de noche, buscó sus bitácoras y se sentó en la misma, todo se movía de un lado a otro, pero se acostumbró rápido a aquello, repasaba ahora los mapas de Brasil que poseía, después de todo aquello era la única información que tenía. Al cabo de un rato llegó Claudia cansada y se acostó a dormir, no sin antes darle un beso en la mejilla. 
        —¡Yoshua!— Había pasado una hora desde que él analizaba los mapas cuidadosamente , cuando Alicia despertaba sobresaltada, sudando frio, se hallaba sentada en su cama, a su lado Claudia se daba vuelta entre las blancas sabanas.
        —No esperaba escucharte decir ese nombre al despertar— Comentó con algo de sarcasmo Alejandro desde un metro de distancia— ¿El mismo sueño?
        —Si… de nuevo.
        —Está de más decirte que no te preocupes, al menos no por eso, ahora tenemos otros asuntos sobre los cuales concentrarnos.
        —Lo sé, no es algo que haga con intención— La luz de la habituación era tenue, solo una lámpara en la mesa de noche se hallaba encendida con su resplandor blanco, se podía sentir el movimiento suave de la habitación— ¿Karla y Sara?— Preguntó la chica.
        —Manejan el bote, disfrutan haciéndolo, aunque les dije debían descansar… Claudia en cambio se quedó rendida de inmediato, le agradas.
        —A mi no, a ti, esa niña está muy apegada a ti— Expresó Alicia observando al chico— ¿Armando y Milena? ¿Estás seguro de ir allá Alejandro?
        —No han dicho nada, pero de seguro en el puente del Armonía, e iremos  a la zona afectada de la que Milena nos habló, por eso es mejor que descanses, será algo duro… y, no sé, sé bien a lo que te refieres, pero prefiero escuchar la versión de los hechos antes de tomar alguna decisión.
        —Sabes muy bien lo que pienso, y Dios no perdona a los pecadores… ¿Tú crees que sea otro virus?
        —No, Milena asegura que es el mismo, solo que por lo visto este mutó de diferentes formas según la región, y la muestra que ella se llevó para eliminar la infección solo tuvo éxito en cierto porcentaje de población, así que básicamente nos estaríamos enfrentando al mismo problema pero con modus operandi distinto.
        —Me da miedo todo esto Alejandro, y no sé qué pensar.
        —Siempre da miedo Alicia, siempre da miedo— Alejandro fijaba su vista sobre el papel anotando la fecha en la zona superior del escrito “DIA 175 DESPUES DE LA INFECCIÓN”— Más después de lo que vimos hoy— Pensó, pero no llegó a decirlo, sin embargo debía dejarlo por escrito, su encuentro con aquella cosa enorme 
        “Hoy partimos de casa muy temprano, las chicas me acompañan, cuando estábamos en camino antes de llegar a la refinería nos topamos con algunos muertos, uno de ellos no era identificable dentro de las tres primeras categorías que señalé, lo único con lo cual puedo describirlo es con la palabra “bestia”, lo llamaré Bestial, para futuras referencias, es enorme, rápido sin duda, desconozco si posea habilidades olfativas, pero su piel es gruesa y da un potente grito cuando caza, por lo visto no sabe diferencia a muertos de vivos, va por todo lo que se mueva.
Vamos camino al Armonia, llegaremos mañana en la mañana. Las chicas han discutido, creo que ha sido serio y no sé en qué parará todo.”
        —No me gusta discutir contigo— Se refirió a la chica cuando esta ya se levantaba— No se que estás pensando últimamente, pero me gustaría que las cosas fuesen como antes Alicia.
        —¿La Alicia boba que pensaba eras un ángel?
        —No espero que me veas como un ángel, pero tampoco ceo que fueses una boba.
        —Confié en ti ciegamente y en tu juicio, pero tú no estás buscando de eliminar la infección Alejandro, solo te estás dejando arrastrar por la corriente, y yo…
        —Tú crees que está mal lo que hago.
        —Ha de haber otras soluciones, Dios siempre tiene planes, descuida, estoy segura también tiene uno para ti— La chica se levantó y marchó de la cama, y él se quedó pensando donde había ido la chica que rescató el día setenta y dos de la infección, la dulce que creía en ángeles.
Necesitó recargar combustible dos veces y eran las doce y media del día para cuando divisó el Armonia a distancia, el viaje había sido agotador, o al menos así le pareció debido a que nunca estuvo tanto tiempo en un pequeño bote. El barco lucía menos impresionante que la primera vez que lo vio, el blanco impecable ahora se hallaba manchado de marrón en ciertos tramos y tenia marcas beige y gris como si algo se derramase desde el interior. Pese a ello continuaba siendo tan enorme como siempre, y ahora remolcaba en la parte de atrás una plataforma llena de vehículos un helicóptero, dos pequeñas barcazas, y dos barcos más grandes alejados apenas unos quinientos metros.
        Alejandro subió al final, siguiendo de cerca a Claudia a quien le daba miedo subir por la escalera hasta la cubierta. Arriba lo esperaba Armando para tenderle la mano, Milena e hallaba a un lado, y alrededor y grupo muy variado entre los cuales observó un rostro el cual no esperaba ver. Yoshua se encontraba a bordo.

     —¿Qué hace él aquí?— Karla apuntaba con la Beretta al chico a menos de medio metro de distancia, mientras que una chica de cabello rosado y puntas moradas la apuntaba a ella.

        —¿Qué es esto?

        —¡Hola Alejandro! ¡Cuánto tiempo viejo amigo!— Yoshua saludó al chico levantando la mano y con una sonrisa ligera muy falsa.

        —¿Qué hace él aquí?— Preguntó Alejandro a Milena y Armando, quienes no hallaban como expresarse e intentaban calmar al par de chicas que se apuntaban con las armas.

        —¡Dame la excusa para llenar de agujeros todo esto, anda perrita sexy!— La chica de cabella rosado provocaba a Karla acercando el arma a su cabeza.

        —O bajas el arma o te queda el cabello rojo— Alejandro sacó la Desert Eagle apuntando a la chica.

        —¡Es tan lindo cuando pelean por mi!— Comentó el otro chico con cinismo.

        —¡Cálmate Alejandro!— Soltó Armando haciéndole una seña para conversar aparte.

        —¡Bajen las armas todos!— Milena se interpuso bajando las armas de las dos chicas— ¡No quiero idioteces en mi barco niñas!

        —¿Is he the guy?— Alejandro reconoció el acento estadounidense en un hombre moreno oscuro, alto, con un traje verde militar y un rifle  atado a su cintura.

        —¿Es el sobreviviente?— Un hombre barbudo y algo panzón comentaba con una sonrisa burlesca desde atrás, vestía una playera abierta en v, y bermudas grandes verdes.

        Te lo explico adentro muchacho— Señaló Armando el camino, Alejandro guardó su pistola a regañadientes, no sin antes percatarse de la pierna de plástico y metal que usaba Yoshua para caminar.

        —¡Yo quería estallar algo!— La chica de cabello rosa se dio media vuelta con una sonrisa socarrona no sin antes picarle un ojo al chico y Karla quienes marchaban en dirección contraria.

        —¿Ese chico es Yoshua?— Preguntó Sara caminando al lado del grupo.                       

        Si— Contestó Alicia manteniendo el paso.

        —No te separes Claudia.

        —¡Gatita!— Se quejó la pequeña.

        —Ok gatita— Se disculpó— Espero que tengas una buena explicación.

        —No creo que exista una lo suficientemente buena como para tener a ese chico en el barco Alejandro, pero lamentablemente así están las cosas— Armando abrió una puerta metálica en cubierta y subió por unas escaleras— Ciérrenla al pasar, prefiero Alejandro que hablemos de esto en privado, aunque no es ningún secreto, pero tampoco algo que se dice a gritos.

        —Bien, pero las chicas vendrán conmigo.

        —Si descuida, no hay problema, no creo que sea problema, de hecho, me parece bien estén conscientes de lo que sucede— Observó a todas girando la cabeza— ¡Oh! ¡Allí está la chica de cabellos dorados!

        —Hola— Contestó Alicia sonriendo levemente.

        —¿Y donde está la gata? ¿y su hermana?

        —¡Miau!

        —Es un gusto verlo de nuevo señor Armando.

        —Y la hermosa Karla— Abrió la puerta del deck para hacerles pasar— Has crecido bastante, luces como toda una mujer, al igual que Alejandro, ya todo un adulto. Tomen asiento— El Sun deck era un lugar amplio con paneles y teléfonos, botones y un par de asientos al fondo junto a una mesa.

        —¿Qué sucedió? O ¿Cómo fue que él terminó aquí?— preguntó Alejandro sentándose.

        —Ordenes chico, ordenes.

        —¿Ordenes de quién?                                                                                                             

        —Los españoles que viste antes, y a ellos les mandan los estadounidenses, todo con la finalidad de sacar a la gente que se encuentra en Brasil, tenemos entendido se están movilizando otros siete grupos de personas con veinte trasatlánticos para rescatar y evacuar toda la zona.

        —Eso es bastante.

        —Algo que nosotros no podríamos hacer, además los americanos al parecer nos llevan la delantera y han construido una plantación y un criadero sobre plataformas.

        —Lo cual les hace ser el gobierno actual.

        —No muy diferente de antes chico, mientras tengan la comida y las armas serán los reyes de todo.

        —¿Qué tiene que ver Yoshua?— Preguntó Karla.

        —Seremos cien personas las que harán el rescate, sacadas de cuatro grupos de sobrevivientes. Te imaginarás que nadie quiso ofrecerse voluntariamente, Yoshua o su grupo por lo visto lo hizo.

        —Será un desastre Armando, lo sabes.

        —Lo pienso yo, lo piensa Milena, lo piensas tú… Otra cosa es lo que piensen ellos. Llegaron anoche sin decirnos nada al respecto.

        —Por eso querías hablar conmigo.

        —He pensado que quizás es mejor tenerlo y vigilado muchacho— Rezongó Armando— Me hace falta Víctor en estos instantes, siempre hacía comentarios acertados.

        —¿Qué piensas hacer?

        —Milena y yo pensamos ir de todos modos, son muchas personas, además tenemos un pequeño plan que podría funcionar.

        —¿Cuál?

        —Lo discutiremos cuando estén todos, le dijimos a ellos que tú eras crucial Alejandro, de otra forma no te habrían esperado, anoche hubo una fuerte disputa por ello— El hombre daba una vuelta por la sala y alborotaba el cabello de Claudia.

        —Debiste decirme anoche, esto cambia por completo todo.

        —Lo sé, pero tampoco era prudente decirte por radio.

        —¿Nos podían escuchar?— Preguntó Alejandro.

        —¿Se pude hacer eso?— Inquirió Alicia.

        —Nunca me fio por completo de la tecnología, todos pueden usarla y manejarla, y generalmente hay alguien que la maneja mejor que tu— Agregó Armando— En persona nada se pierde.

        —Él hará algo apenas lleguemos, puedes tener por seguro que tendrá sus propios planes.

        —¡Lo sé muchacho, y me preocupa bastante! Y no te voy a pedir que vengas con nosotros, sé bien lo que ustedes, y las chicas han pasado por culpa de él.

        —A mi no me dejen a solas con ese chico o no lo vuelven a ver ¡Y no estoy jugando!— Karla se cruzó de brazos.

        —¿Quiénes son los otros?— Preguntó el chico.                  

        —Los españoles y un pequeño grupo estadounidense, estos están bien armados, ese bote en el que vinieron parece más una armería que cualquier cosa. El jefe de los españoles es un gordo él, llevaba una playera, se llama Santiago, lo llaman el Santo o Santo, no sé que pensar de él, pero los americanos parecen tenerle confianza, el segundo al mando es un chico quizás un poco mayor que tu, apenas lo vi ayer. El jefe de los americanos es Jhon, también hay una chica pero desconozco su nombre y el moreno de hace rato es Sam pero lo llaman SD.

        —¿Y la chica que estaba con Yoshua?— Preguntó Alejandro— ¿Yoshua dirige ese grupo?

        —Si, aunque son pocos, apenas quince personas, la chica se llama Cassy o Keisy, algo así. No presté mucha atención, me pareció tan problemática como el otro.

        —¿Qué piensan chicas?— Peguntó Alejandro mientras repasaba toda la información.

        —Nos podríamos ir a casa.

        —No con eso que dejamos atrás— Respondió Karla.

        —Yo creo que deberíamos seguir— Terminó por decir Alicia— Ya sabíamos que nos encontraríamos con Yoshua.

        —En parte tienes razón— Sopesó el muchacho, pero cambió de tema— Había una cosa que quería preguntarte armando y es sobre algo que vimos ayer.

        —¿Qué será?

        —Hay muertos de nuevo en la ciudad, jadeantes, mutilados, olfateadores…

        —Eso no puede ser, tu certificaste estaban muertos.

        —Si, lo sé, sin embargo el día de ayer habían, no me preguntes cómo, pero allí estaban.

        —Tenemos que hablar de eso con Milena, creo que eso nos acercará más a saber qué está ocurriendo.

        —Y hay una cosa más, ayer vimos algo que no entraba en ninguna e las tres categorías e muertos normales— Expresó Alejandro.

        —¿Cómo?

        —Lo llamé bestial, y era eso, una bestia enorme, debía medir cerca de tres metros, caminaba como un mono, es extremadamente fuerte y rápida.

        —¿Estás seguro de lo que viste muchacho?

        —Claro.

        —Pues no es la primera vez que escucho algo así, hay una grabación que tienen los trabajadores de cuando estábamos recorriendo las costas argentinas, hay una grabación de algo como lo que dices que recogieron en Mar del Plata.

        —¿Un video?

        —No, bueno si, pero no se ve la imagen de la bestia esa, solo es un hombre asustado explicando lo sucedido.

        —¿Pero hablaba de una bestia como la que te digo?—  Preguntó, a lo cual Armando tan solo asintió con la cabeza— Armando, no hay forma de enfrentarnos a esa cosa, o al menos eso pienso.

        —Yo lo tomé a un hombre asustado nada más, pero si es cierto, esto es más complicado de lo que pensábamos, la cosa que el hombre hablaba había irrumpido a un edificio y destrozado medio lobby en cuestión de una sola ráfaga y a su paso eliminó todo lo que se le atravesaba.

        —Pues parece que si hablamos sobre la misma bestia— Se escuchó un par de golpes en la puerta antes de abrirse y ser Milena quien entraba en compañía del hombre gordo con playera.

        —Nos reuniremos en el salón, me gustaría me acompañasen— Milena tenía el cabello alborotado y parecía un poco gastada, no con la vitalidad que Alejandro la recordaba, y supuso debía de ser la presión de la cual Armando hablaba, el tener que dirigir a todo un grupo como el del Armonía.

        Descendieron en fila por las escaleras y caminaron por un par de pasillos, se notaba que donde ahora había cajas, herramientas y maderos antes debió haber sillas de descanso para turistas, pero era lógico después de todo lo sucedido, la vida no era la misma.

        El Armonia había sido un trasatlántico de fines turísticos en un pasado, en su interior hubo un enorme casino, una sala de teatro y decenas de restaurantes trabajando a la par, cuatro piscinas en el exterior y al menos otras dos internas, pero ahora era distinto. La zona central donde estuvieron las piscinas principales había sido derrumbado y se mostraban un par de poleas y en el fondo trabajadores soldando piezas de metal.

        —Ha cambiado bastante— Señaló Alicia observando el camino.

        Sin embargo continuaba siendo tan grande como siempre, y sus dieciocho pisos se identificaban por nombres, el Sun, era donde se hallaban los decks, o puestos de comando de las distintas áreas del barco luego venían, Aurora, Splendido, Miraggio, Arcobaleno, Incanto, Meraviglia, Sogno, Radioso, Favola, Sublime, Magnifico, Fantasia y Magico. Los pisos inferiores era donde se hallaban los motores y maquinaria que hacían funcionar el trasatlántico y por lo tanto no poseían nombres para identificarles.

        Recorrieron todo el barco en su extensión rumbo al deck quince, el lounge y donde se realizaría la reunión, mientras tanto Armando le informó a Alejandro que remolcarían su bote pues se pondrían en movimiento. Y este acepto sin darle importancia, mientras observaba con detalle todo lo que pasaba a su alrededor e intentaba divisar a Yoshua. Claudia no decía palabra alguna pero sujetaba su camisa fuertemente y no se apartaba de él.

        En la puerta del deck lounge el hombre gordo español le dio una palmada a un chico que portaba un rifle en la espalda al cual Alejandro tardó en reconocer debido a la raída barba que ahora lucia.

        —¿PerroBravo? ¿Miguel?

        —¿Disculpa? ¿Te conozco?— El chico se quedó contrariado ante la mención de su seudónimo.

        —Soy Alejandro, hablábamos por chat,, cuando existía claro…

        —¿Alejandro? ¿El de Venezuela?

        —¡El mismo hombre!

        —¡Joder tío pero quien carajos se iba a imaginar estabas vivo! ¡Re hostias contigo! ¡Y estás acompañado de tremendas tías! ¡Pásame una para acá!

        —¡Puedes soñar!— Sara pasó a la sala volteando su rostro como de costumbre.

        —No te preocupes, son así, ella es Claudia, Sara su hermana, Alicia y Karla— Las presentó, mientras pasaban por la puerta hasta la sala.

        —No te preocupes, que fieras también son interesantes las tías— Le lanzó un beso a la chica riendo— ¿Cómo sobreviviste?

        —Eso mismo te iba a preguntar. ¿Y cómo terminaste aquí?

        —Estaba de pasada y decidí saludar… no mentira que no las hemos liado bien fea en el camino, pero ahora vamos a darles una mano a los de Brasil.

        —¡Pasen y pónganse cómodos para comenzar la reunión!— Informó Milena, mientras Alejandro y Miguel conversaban en la puerta del deck.

        —Entonces tu también vas rumbo al desastre de Brasil amigo…— Alejandro pasó hasta la sala para ponerse cómodo en una silla al lado de las chicas frente a una mesa ovalada.

    Yoshua se hallaba a escasas sillas de distancia, el americano moreno se colocó a su lado, mientras todos iban tomando asiento y las luces se apagaban para mostrar la imagen en una pared. Milena Armando, Jhon y el Santo se halaban de pie a los lados de la imagen, un mapa de Brasil se mostró, la imagen era obviamente satelital, y Alejandro se preguntó si era actual de la zona, y si estados unidos podía monitorearla desde tierra actualmente.

        -Llegaremos a Brasil en dos días, pero nuestra meta está a tres días, justo aquí, cerca de Rio de Janeiro, un poblado llamado Itaguai, atracaremos en Engenho, desde allí iremos a pie, y bordearemos la población e Itaguia,, después deberemos adentrarnos en las montañas y el rumbo será más seguro, Pirai se encuentra a siete días a pie por las montañas, desde el momento en que desembarquemos un par de personas irán en helicóptero hasta Pirai para alertar a la gente de allí que iremos a buscarlo, nuestra prioridad es hacer un camino a salvo por el cual poderlos evacuar aquí en Engenho- La voz fue la del estadounidense de nombre Sam, su acento era inglés pero pronunciaba a la perfección el español, como si lo hubiese hablado durante mucho tiempo- ¿Preguntas?

        -¿Qué tan lejos estamos de Rio?- Preguntó Yoshua.

        -A decenas de kilómetros chico, los muertos de allá no llegarán hasta nosotros, descuida.

        -¿Cuáles son los peligros que prevé?- Preguntó el español.

        -Es mucho tiempo para ir un grupo demasiado grande, lo máximo quizás sean cien personas, apenas lleguemos cerca de la carretera principal de Itaguai, debemos movernos al descampo y evitar a toda costa entrar a la ciudad, aun más llamar la atención, recuerden nuestra meta es mantener y hacer un camino seguro.

        -Movilizar a pie a un millón de personas no suena lógico, en un terreno montañoso donde caminaremos cerca de siete días? Con ellos se harían quince días fácilmente, mantener una población a salvo así durante tanto tiempo será imposible- Expresó Alejandro.

        -No hay mejor plan chico, contamos actualmente con pocos helicópteros, movilizarlos por aire sería imposible, mucho combustible, el cual no tenemos y tardaríamos semanas en ello.

        -¿Con qué equipo y cuanto apoyo contaríamos para ello?

        -Transporte terrestre y vigilancia satelital, y si cualquier cosa sale mal, el apoyo aéreo para sacarnos del lugar- Contestó el norteño.

        -¿No se colocarán puestos en el camino para resguardarlo?- Preguntó Miguel.

        -Si, cada diez kilómetros se quedará un grupo de cinco personas reguardando la zona, y mantendrán comunicación con la base sobre cualquier incidente.

        -Ahora me parece prudente indicarlo que sabemos- Señaló Armando- Según la información suministradas por nuestros compañeros norteamericanos, hay presencia de muertos en grandes cantidades en rio de janeiro, pero no han dejado la zona, por lo cual no serán de peligro, sin embargo, en Itaguai hay dos zonas peligrosas, en el norte y en el sur, ambas zonas las evitaremos, bordeándoles por acá- Señaló el mapa.

        -Pasaremos cerca de la represa Ribeiro das lajes, allí habrá un equipo que hará un pequeño campamento- Repasó el militar.

        -Hay otra opción, aunque implica pasar por la ciudad de Itaguai- Señaló Milena- Aquí en Engenho hay una vía ferroviaria en buen estado, que atraviesa toda la ciudad por el medio, hasta esta zona antes de llegar al parque Jacimar que se ve en esta zona, desde allí el camino seria a descampo, terreno plano y bordeado únicamente de plantaciones, así nos evitaríamos día y medio bordeando la ciudad y llegaríamos en menor cantidad de tiempo, además que el transporte de las personas seria mas segura y rápida- Puntualizó.

        -Pero implica hacer ruido- Señaló el español.

        -Dudo que cien personas sean silenciosas señor Santo.

        -¿Por que no tomamos la autopista que llega hasta la ciudad de Pirai?- Preguntó Alejandro- Podríamos ir en tren  primero y movilizar el quipo de transporte sin moverlo por la ciudad, y luego ir por carretera, después de todo la carretera y las vías del tren van muy cerca según lo que dice el mapa, así podríamos sacar a las personas en tres días, quizás cuatro.

        -Apoyo el pensamiento de Alejandro- Levantó la mano Yoshua- Aquí la cuestión importante es el tiempo, y mantener puestos cada diez kilómetros me parece una locura en termino militar, a menos que hagamos fuertes como castillos cada diez kilómetros y una vía elevada, no tendría sentido- Comentó el chico, Alejandro recordó que a pesar de ser su enemigo era alguien cuerdo y con una mente sagaz.

        -El problema es que la intersección de la vía que llega hasta Pirai se encuentra muy cerca de Rio de Janeiro, y estamos evitando a toda costa pasar cerca de esa zona.

        -The two kids are right dude, i dont wanna spend so much time in this, less there, ll be awfull if we stay to much- Opinó Jhon.

        -Entonces creen que es mejor la idea del tren y los vehículos- El hombre ordenó a que encendieran las luces del salón- Entonces hagamos una votación a ver que sucede. El resultado fue obvio de inmediato, la mayoría votaron por la opción de tomar el tren y luego tomar la ruta terrestre hasta el lugar.

        -Ya me parecía mucho eso de pasar seis o siete montañas caminando- Se dio un par de palmadas en la panza Santo.

        -Es un hecho, entonces tomaremos esa ruta, ahora me gustaría decidiéramos los equipos que iremos hasta la zona afectada. Por nuestra parte el equipo estadounidense desplegará un equipo de sesenta militares, todos estamos bien entrenados, varios de nuestros compañeros ya nos están esperando cerca del lugar. De igual forma contamos con suficiente equipo como para quien lo necesite.

        -¿Equipo? – Preguntó Sara con curiosidad en voz baja al chico.

        -Armas…- Susurró este en respuesta a lo cual ella asintió con la cabeza.

        -De nuestra parte iremos diez personas- Señaló el gordo español, Alejandro observó a Miguel y este hizo un gesto afirmativo.

        -Pues nosotros seremos solo cinco, somos un grupo pequeño pero sabemos movernos- Puntualizó Yoshua, mientras la chica de cabellos rosados picaba un ojo en dirección a Alejandro.

        -Yo iré- Alicia le dejaba en claro la información al chico moviendo solo sus labios. Karla lo miraba fijamente dejando sin dudas  su posición.

        -Nosotros podemos enviar a los veinticinco restantes- Expresó Milena.

        -¿Irás Alejandro?- Inquirió Armando en voz baja.

        -¡Tres de nuestra parte!- Contestó en voz alta el chico.

        -Bien muchacho, me da gusto saber contaremos contigo en el terreno- Tomó asiento al lado de Alejandro y bajó la voz- ¿Por qué tomaste la opción dela via? Yo la había pensado, pero implica pasar muy cerca de las zonas llenas de muertos.

        -Tres días Armando, tres días y habríamos muerto todos a causa de Yoshua y los zombies. Así en cambio creo que hemos subido un poco las posibilidades de sobrevivir.

        -Yo había sido más optimista y había pensando que muchos morirían, y que con suerte llegaríamos unos treinta o veinte a Pirai.

        -No creo, yo te diré que con suerte, quizás lleguemos diez a ese lugar, y eso tomando la vía más rápida- La conversación entre susurros se vio interrumpida por el carraspeo de Milena mientras Sam volvía a hablar.

        -El grupo de Santo Y milena se les entregará una plataforma agrícola como acordamos, y tendrán un grupo de sobrevivientes a su cuidado- terminó de decir, Alejandro observo a Armando comprendiendo la situación, en este caso los sobrevivientes eran como dinero en efectivo, implicaba responsabilidad, pero también trabajo en mano de obra y voz de mando a la hora de tomar decisiones.

        La reunión terminó sin contratiempos, y Armando les guió hasta sus camarotes, que se hallaban en el Arcobaleno, mientras que las del resto de los invitados se hallaban en el Radioso. Eran tres habitaciones para los chicos y seis camas en ellas, lo cual resultaba cómodo, algo bastante grande y considerado teniendo en cuenta que cerca de trescientas personas se hallaban en el Armonía.

        Apenas terminaron de desempacar sus pertenencias bajaron para dar una vuelta por la embarcación, al primero que se encontraron fue a Vladimir, el hombre se hallaba un poco más delgado y olía a grasa, continuaba igual de huraño pero ahora no era insolente  con ellos. Actualmente era el encargado del área de construcción y contaba con ciento cincuenta hombres trabajando casi las veinticuatro horas del día. Fue él quien le informó a Alejandro que estaban construyendo jaulas enormes para criar peces y armar un criadero dentro del mar, una idea que fascinó a las chicas asombrándoles.

        Al siguiente en encontrarse fue a Federico, uno de los hombres que antes trabajaba con Armando, lucía alegre pero sucio y con pedazos de madera en la cabeza, se hallaba en la sección del depósito realizando inventario constantemente.

        -¿Cuándo vas a aceptar salir conmigo Karla?- Le preguntó apenas verla con una sonrisa de mejilla a mejilla- En realidad me siento bastante cómodo aquí, aun no sé si saldré con el jefe en eso de Brasil, esto aquí ha sido un cambio bastante agradable, trabajo casi todo el día, pero no es nada del otro mundo, no hay sustos, no hay peligro de muerte inminente, no hay que limpiar armas ni cuidar al compañero, menos los gritos esos horribles. Claro que me vendría bien un seguro dental, ya saben y algo contra la vejez, pero el sindicato aun no se ha armado como es debido- Volvió a sonreír, con lo cual Alejandro se sintió satisfecho y terminó de recorrer la nave para culminar en proa observando como la nave surcaba rompiendo el mar.

        -Yo iré contigo a Brasil- Fue el comentario de Sara que cortó el silencio de todos.

        -Pero Claudia…

        -Yo también iré- Expresó la pequeña.

        -Nada que ver chicas, imposible- Negó con la cabeza- Ya bastante tengo con el hecho de que Karla y Alicia vengan conmigo.

        -¡Oye!- Karla le golpeó en el hombro- ¡Yo entrené contigo fue por esta razón!

        -Claudia no puede ir con nosotros, y tú no sabes disparar bien Sara.

        -¡Puedo ser de ayuda igualmente, y Alicia tampoco sabe hacer nada de eso! ¿Por qué ella pude y yo no?

        -No es cuestión de favoritismo Sara, tú eres menor, y está tu hermana.

        -¿para qué me diste la Dragunov si no me vas a dejar siquiera cubrirte las espaldas?- Se cruzó de brazos- No me voy a quedar en el barco a rezar porque no te maten como la ultima vez Alejandro,  fue horrible cuando la refinería estalló y todos pensamos que ustedes se hallaban allí.

        -¿Son reales o llenas de aire?- La chica de cabellos rosados apareció detrás de Karla y apretó sus senos con ambas manos, esta ultima se desembarazó dando un salto y un pequeño grito.

        -¿Qué haces loca?

        -Solo verificaba querida, es que se ven paradas y no parecía natural.

        -¡El hecho de que tu seas plana no quiere decir que las demás deban serlo!- Espetó Karla ante la otra.

        -¿Qué haces aquí?- Preguntó Alejandro a la compañera de Yoshua- ¿Dónde dejaste a tu amo?

        -Primero que todo, me llamo Cassie, es educado  usar nombres para dirigirte a otros, segundo, estoy paseando por el barco y quise saludar, y tercero- Alzó el cuello- ¿Tu me ves collar que diga Yoshua? ¿No verdad? Significa que no estoy amarrada a él.

        -Pero estás con él, y dudo que no conozcas su forma de actuar- Alejandro se hallaba de espaldas a la baranda de la proa.

        -Claro que sé como es, y me parece bien, me agrada como sujeto, el fin justifica los medios, es una premisa que me parece convincente a mi.

        -Cassie, no es por ser mal educado, pero la vedad no creo que salga nada de esta conversación- Alejandro tomó la mano de Claudia y comenzó a caminar en dirección contraria cuando se vio interrumpido por la voz de la chica.

        -Alejandro, la verdad Yoshua y tu me sorprenden, son enemigos pero se respetan mutuamente, yo soy mas de la particular opinión de que un tiro en la cabeza y todo olvidado, tu sabes, sin resentimientos y esas cosas…

        -Ok Cassie…

        -Alejandro ¿Tu crees que sea posible rescatar a un millón de personas?- La pregunta estuvo llena de malicia y Alejandro se detuvo, la respuesta era obvia, pero no iba a decirla.

        -¿Por qué lo preguntas?

        -Yo se lo pregunté a Yoshua, y me dijo que no había la más mínima posibilidad, y que cualquiera sabría eso- La chica se retiró con estas palabras saltando sobre un pie, su cabello rosado y de puntas moradas ondulaba con la brisa.

        La noche fue tranquila, al igual que los dos  días siguientes, pero en el tercer día a bordo debieron ayudar a asegurar todo  lo que se encontraba en la nave pues una tormenta se hallaba en el rumbo. El ambiente en el Armonia se hallaba caldeado y las órdenes rodaban de un lado a otro, eran los franceses quienes trabajaban con mayor calma mientras se lanzaban una botella de vino entre ellos al trabajar. Cada caja, cada instrumento debió ser amarrado o puesto bajo seguro, y con ello transcurrieron las horas tan rápido que a todos les pareció que el sol se ocultó a mediodía.

        La lluvia comenzó a eso de las ocho de la noche, para cuando eran las diez las fuertes olas hacían que el barco tambaleara de un lado a otro y el sistema eléctrico dejó de funcionar. Fue entonces cuando Alejandro escuchó sonar la puerta de su habitación por segunda vez esa noche.

        -Entra- Contestó sin dar mucha importancia, después de todo no podía conciliar el sueño fácilmente mantenía una pequeña lámpara halógena a su lado mientras acariciaba el cabello de Claudia quien si descansaba en la cama.

        La puerta se abrió y pasó Karla con unos de sus cortos bermudas y una franelilla blanca ajustada- No puedo dormir allá, Alicia no hace más que rezar, y pensé que Sara y Claudia estaban juntas.

        -Claudia se vino apenas comenzaron los relámpagos, hará eso de una hora.

        -No quería molestar yo…

        -Entra- Le animó.

        -¿Todas las noches se escapa hasta tu cama verdad?- preguntó ella, pero él no contestó salvo por encogerse de hombros- Supongo que es su manera de sentirse segura- Karla se sentó a un lado del chico quedando apoyada contra la pared- Ale, ¿qué quiso decir Cassie cuando dijo que era imposible salvar a un millón de personas?

        Hubo un momento de silencio antes de que contestara- Significa que el gobierno, si es que lo hay y Yoshua no tienen como finalidad rescatar a las personas que están en Brasil Karla.

        -¿Cómo?

        -Creo, sospecho que la foto que me mostró Armando por computadora fue real, lo cual implica que él ya estuvo en Brasil, y de seguro el gobierno estadounidense también, pero sea lo que sea que quieren, se encuentra todavía allí en Pirai.

        -¿Y las personas?

        -Están en medio de todo, y es factible que rescaten a un grupo, quizás. Pero no a todos, es imposible.

        -Suena cruel- se detuvo un instante- ¿Y tú aceptaste sabiendo esto?

        -Confío en Yoshua como mi enemigo, sé que él intentará obtener lo que sea antes que los americanos, pero de ser posible, me gustaría saber de qué se trata todo esto, y si hay alguna posibilidad de salvar a las personas, hacerlo.

        -¿Milena y Armando saben de esto?

        -Hoy lo discutimos brevemente, están de acuerdo, y Milena asegura que es muy probable que existieran laboratorios activos en Brasil, si es así hay la posibilidad de que investigaran sobre el agente ARE, es una posibilidad, una conjetura, pero vale la pena arriesgarse por ella- Un relámpago iluminó la habitación, Karla observó como las gotas de lluvia se estrellaban contra la ventanilla superior.

        -¿Sabes que día es hoy?

        -¿Veinte?

        -Veintiuno Ale, de Diciembre, hoy en mi casa estarían esperando la llegada del espíritu de la navidad, y todo estaría arreglado.

        -Lo siento.

        -No tienes de qué disculparte, es solo que el año pasado no pensé estar aquí, no pensé que mamá moriría, ni que pasaría navidad en esta nave rumbo a Brasil- Alejandro no volteó pero supo que la chica lloraba por su tono de voz.

        -Yo también extraño navidad, quizás debí arreglar la casa y todo eso, mi mamá también lo celebraba bastante, le gustaba adornar todo con figuras de santa.

        -Habría sido peor despedirnos de casa Ale- Hubo un extraño silencio y el sintió como la chica se recostó sobre las almohadas- ¿Sabes? Cuando estaba pequeña sentía envidia de ti los días de navidad. Tu mamá preparaba un banquete enorme, y bueno, sabes que en mi casa nunca hubo mucho dinero.

        -Pero tu llegaste a comer en la casa una vez creo.

        -Si, pero no era igual, no era mi casa, y bueno, era bastante pequeña y me daba envidia.

        -Podemos buscar de regresar antes del veinticuatro y celebramos navidad juntos.

        -Sería genial Ale- Sintió la respiración de la chica contra su espalda y la noche transcurrió en silencio.

        La mañana llegó temprano, la tormenta amainó en medio de la madrugada y Karla ni Claudia se hallaban en su cama, eran las seis de la mañana e el día de hoy había quedado con Vladimir de ayudar un poco en el área de soldadura a pesar de no saber nada al respecto, pero el hombre había insistido y él no quiso llevarle la contraria. Al salir de la habitación se encontró con Perrobravo.

        -¡Con que al fin despiertas galán!        

        -¿Ah?

        -Vi a la chica que salió de tu habitación, ¡la hostia, la tía está buenísima!- Hizo un gesto con sus manos señalando el pecho y el trasero.

        -Karla…

        -Esa misma, mira, ¡prepárate!- Le dio una fuerte palmada en la espalda- ¡Anoche llegamos a territorio brasileño y debemos estar por atracar, ya se puede ver la costa!

        -¿Qué?            

        -Así mismo hombre, ya estamos en Brasil, comienza la diversión tío.

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