CAPÍTULO 2. VIDA

Día 117

—Me duele, no puedo más— La chica se detuvo, Alejandro a su lado continuó trotando en círculos.

—No te detengas, fuiste quien insistió en comenzar a entrenar conmigo— Alegó, a lo cual la chica tan solo le miró y comenzó a trotar nuevamente.

—Siento una punzada en el costado.

—Es normal, tan solo intenta respirar lentamente, siempre por la nariz, y mantén tu propio ritmo, un paso constante.

—Es difícil, ya tu estas acostumbrado a un recorrido tan largo.

—Es el mismo recorrido que hice el primer día, concéntrate Karla.

—Concéntrate, concéntrate Karla, respira bien Karla, mantén tu ritmo Karla, puedes llegar a ser fastidioso, ¿Cuánto llevamos de recorrido?— Trotaban por un pequeño camino entre los árboles, el clima era algo frio debido a la temprana hora del día.

—Te duele el costado de tanto hablar.

—A ti te dolerá de una patada que te daré en el costado si no me respondes.

—Como si tuvieras fuerzas.

—Te sorprenderías de la fuerza que puedo sacar tan solo para patearte Alejandro.

—No sería la primera vez— Comentó él observándola, con su ropa ajustada y toda su figura sensual allí a su lado. Se sonrojó y volteó la mirada— Lo recuerdas, cuando estabas pequeña te gustaba pelear, más de una vez…

—Recuerdo una ocasión que te lancé al lodo por no haberme saludado.

—Yo recuerdo que te había saludado ese día, pero tú gritabas sobre no haberte dicho bonita.

—Pues te lo merecías, era el día de mi cumpleaños, debías darme algún halago.

—Sigue sin parecerme un buen motivo Karla.

—A mi si, y no me has respondido ¿Cuánto llevamos recorrido?

—Por el tiempo, calculo que unos quince kilómetros.

—¿Qué?

—El recorrido es de veinticinco.

—Pero…

—Ponte metas cortas, no pienses que faltan diez kilómetros, tan solo piensa en resistir tres minutos más, y luego tres más, y así…

—Hasta llegar a recorrer diez kilómetros más— Refunfuñó ella manteniendo el paso al lado del chico— ¿esto es lo que haces diariamente?

—Para comenzar, además de estas— El chico se levantó el pantalón para mostrarle un par de pesas alrededor de sus piernas— Luego hago una sesión de tiro y pulo las armas.

—¿Cómo puedes trotar con eso?— La chica se sintió retada y secándose el sudor aumento el paso— ¿Para qué entrenas Alejandro?— Se atrevió a preguntar.

—¿Para qué? Quizás porque no hay nada más que hacer, ¿qué hacen los soldados cuando se acaba la guerra Karla?— Le preguntó y la chica apartó la vista y se concentró en el camino, dejando un largo silencio de por medio— No quiero ser así, solo quiero despejar mi mente.

—Mejor hablemos de otra cosa— Repuso ella— ¿Cómo van las cosas entre tú y Alicia?

—No van, así de simple.

—Pero es que no lo entiendo, hasta hace un mes me habías admitido te gustaba y que sentías algo por ella.

—Y así es Karla, no te he mentido al respecto.

—Entonces no entiendo.

—Era distinto.

—¿Distinto cómo Alejandro?— Se comenzaba a exasperar.

—Piensa en ello como una guerra Karla, una simple guerra— Continuaba trotando, esquivando un par de arbustos que se atravesaban por la zona, el sol comenzaba a salir y el calor apenas llegaba a la copa de los arboles— Cuando estaba en guerra, cuando estaba en esa situación, apareció ella, y no lo tomes a mal, pero significó entonces todo para mi, y me gustó ver las diferencias entre nosotros…

—¿Y?

—Pues que cuando todo está en calma es distinto, no hay apremio por nada, no hay de qué protegerla, no hay peligro, no hay Yoshua, no hay sensación de poder morir a cada instante, y entonces comienzas a convivir con esa persona— Observó a la chica— Bueno, con todas ustedes, y comienzas a vivir una vida distinta, y aunque no me logro acostumbrar… no logro combinar con una persona que se levanta y comienza a rezar, come, limpia, lee y vuelve a orar…

—¿Has hablado con ella?— Preguntó, pero sabía muy bien la respuesta, los había escuchado varias veces— Quizás todo es un simple malentendido, además está Sara, creo que también deberías sentarte y conversar con ella, está muy pendiente de ti, aunque siempre grite y te diga mil cosas, la verdad es que se le nota que…— Alejandro se detuvo y con un movimiento brusco tapó la boca de la chica— ¿Qué sucede?

Pero Alejandro avanzaba hasta un árbol en carrera y apoyándose con la espalda sobre el macizo dio una ojeada, para luego abalanzarse, sacar una pistola de su espalda y apuntar en una dirección en la cual el follaje se movía. Pasó un instante en el cual la piel se erizó y las gotas de sudor rodaron por el cuerpo de la chica. Entonces recordó el miedo, y las imágenes de los muertos vivientes regresó a su mente.

                Sin embargo del follaje salió un pequeño cachorro de zorro, con su pelaje rojizo y nariz puntiaguda, mirándolos tan asustado como ellos— Es un zorro Alejandro— Comentó ella respirando profundamente.

—Puede estar infectado— Alegó él, y fue entonces cuando la chica se percató del pulso temblante del chico y de su respiración entrecortada.

—¡No está infectado Alejandro!— Intentó imponerse.

—¿Cómo lo sabes?

—¡No nos ha atacado! ¡Se nota que tiene miedo!— Un instante de silencio, y el zorro corrió despavorido en dirección opuesta, desapareciendo entre el follaje nuevamente. Pero Alejandro continuaba sosteniendo el arma, con la mirada fija— Suelta el arma…— Comprendió entonces lo duro que debía de ser para el chico, este cayó de rodillas al suelo, y apoyó sus manos contra la tierra.

—Me convertí en un soldado  sin guerra— Las lagrimas caían por su rostro, ella se limitó a verle durante un instante.

—Le debo la vida al soldado sin guerra— Comentó— Y no es justo que el soldado se sobre exija, errar también es humano, incluso los soldados lo hacen— Karla se sentó a su lado— Toma, quiero que tengas esto— Se acercó hasta él, colocando en su mano un pequeño relicario de oro.

—¿Y esto?

—Era de mi mamá, fue todo lo que me quedó de ella cuando murió el día de la infección, da la casualidad que ese día me salvaste… así que… es tuyo ahora.

—¿Segura?

—Segura, ábrelo.

El chico apretó el relicario en su mano y con cuidado apretó un pequeño cerrojo, se escuchó un ligero click y la pieza se abrió en dos, no había foto adentro, solo una pequeña nota que decía “se fuerte”— Gracias— Expresó sonriendo un poco al levantarse.

Día 173

                La casa era espaciosa, de tres plantas, seis habitaciones, dos baños, una piscina, sótano, cocina empotrada, comedor y una enorme sala de estar. Cada superficie se encontraba perfectamente lisa y pulcra, o al menos así fue como la encontraron al llegar. Los muebles cubiertos con plásticos transparente. A su alrededor un enorme bosque que le hacía inaccesible a simple vista. Sin embargo su antiguo propietario se aseguró que nadie lograse entrar, pues todo se hallaba rodeado por una pequeña muralla.

                —Algún loco millonario— Pensó en voz alta Alejandro al revisarla, fue en el día 102 después de la infección, y para el día siguiente las chicas y él se mudaban a tal lugar, abandonando la compañía del equipo de trabajadores en el Armonía. Un lugar en el que a pesar de mantenerse alejados del resto, eran bien recibidos por todos.

                La casa parecía no haber sido usada jamás, las camas se hallaban intactas, la cocina impecable y la alacena vacía; situación que Alejandro remedió inmediatamente. Mudando sus antiguas pertenencias a tal lugar en una incursión  furtiva a “la ciudad de las cenizas” que antes fuese su hogar. Así había decidido llamarla, luego de ver en el estado en que copos negros volaban por doquier con el viento.

                La compañía de las chicas le resultaba algo extraña, podía pasar horas observándolas, sin lograr comprender sus reacciones, y manera de actuar. Esa fue la razón por la cual se sorprendió al ver que todas decidieron acompañarle a vivir, comenzando por la pequeña Claudia, la cual con un maullido se abalanzó sobre él para no abandonarle hasta tocar tierra.

                El recuerdo de los setenta y cinco días de infección se volvían difusos, a excepción de la sensación de miedo en las noches, esa angustia a la hora de dormir que le hacía despertar y ver el viejo celular que siempre guardaba en sus vaqueros para constatar la hora, relajarse e intentar conciliar algo de sueño, antes de que otro sobresalto y sonido imaginario le sentara con sudor en la frente. La pequeña Claudia era quien más parecía sufrir al igual que él, pues le visitaba constantemente en las noches para meterse bajo las sabanas y dormir  apretada contra su espalda.

                Ciento setenta y tres días atrás se desató un virus que convirtió a la mayoría de la población mundial en muertos vivientes. Alejandro logró sobrevivir pese a los obstáculos gracias a su capacidad de análisis, estrategias de las situaciones difíciles, e indudablemente suerte. Para la fecha setenta y dos después de la infección el chico vivía solo, sorteando los peligros en la ciudad, clasificando a los muertos vivientes en tres clases. Mutilados, eran aquellos lentos, con miembros cercenados o lesiones tan graves que impedían su movilidad. Después se hallaban los jadeantes, seres que lograban alcanzar grandes velocidades y fuerza sobre humana, pues sus cerebros ya no suprimían la tensión muscular; reaccionaban ante cualquier sonido a su alrededor, corriendo hasta el lugar para atrapar a su presa. Y por último se hallaban los olfateadores, los más peligrosos desde el punto de vista del chico, entre esta clase se hallaban humanos y animales por igual, sufriendo alguna clase de metamorfosis en la cual sus miembros se alargaban y sus narices de desarrollaban a grados extremos para hallar a su presa, y cuando la víctima era encontrada, proferir un grito que helaba los huesos y provocaba una estampida de muertos vivientes en su dirección.

                En medio de tal apocalipsis los sobrevivientes se escondieron y agruparon en pequeñas guerrillas armadas, que saqueaban los alimentos y recursos de la ciudad. El día setenta y dos Alejandro consiguió encerrada en un contenedor rojo a una chica llamada Alicia, la cual había sobrevivido sin aniquilar bestia alguna hasta la fecha, y con la fuerte convicción de que Dios había enviado la plaga con alguna razón.

                Pero el día siguiente las cosas se complicaron, luego de que dos grupos planearan eliminarla. Alejandro se alió con Armando, Víctor y compañía. Un grupo de ex militares que se mantenía oculto en el fuerte de la ciudad. Sin embargo fue necesario el uso de una treta parta poder contrarrestar las fuerzas enemigas y salir con vida fue un acto de mera suerte.

Para el día setenta y cuatro Alejandro se entera que Yoshua, jefe de un grupo enemigo, se ha comunicado con Milena, una científica rusa que aseguraba poder erradicar la pandemia de muertos vivientes. Pero los fines de Yoshua eran siniestros, por lo cual Alejandro se le enfrenta, no sin antes anexar a Karla, una amiga de la infancia, Sara y Claudia, una joven y su pequeña hermana a sus filas.

                Milena, Armando y Alejandro trazan un plan en conjunto para conseguir el combustible para poner el Saliut 11, el transbordador de MIlena en órbita. Y a pesar de que el plan funcionó, Yoshua se salió con la suya, estallando la refinería de la ciudad e incendiando la misma en el proceso, todo con la finalidad de arrasar con los muertos vivientes de la zona.

                Pero ahora, en el día ciento sesenta la situación era distinta, Alejandro vivía en paz, las bitácoras quedaron olvidadas en un cajón, junto a las cámaras fotográficas, los viejos goggles. Se levantaba tarde, arropaba a Claudia, quien se escabullía nocturnamente hasta su cama. Se levantaba, preparaba el desayuno y salía a entrenar junto a Karla, se dedicaba a cuidar un pequeño huerto que había sembrado, cocinaba el almuerzo y el resto de la tarde le quedaba libre para leer o compartir con las chicas.

                Sara resultaba ser una joven rebelde en todo sentido, excepto para algunas labores del hogar, el resto del día lo gastaba en la computadora, investigando, leyendo o jugando. Dispuesta a discutir ante cualquier palabra, y a llevar la contraria, especialmente al chico, con quien podía debatir sobre el gasto energético hasta la cantidad de azúcar necesaria en un jugo de mora decente.

A diferencia de su hermana mayor, Claudia resultaba un amor, dibujaba, leía algunas tardes y gustaba de pasar el día en la piscina nadando. Continuaba insistiendo en ser llamada como “gatita”, aunque ahora conversaba en algunas ocasiones con el resto.

Karla era la más aguerrida del grupo, fiera e impulsiva; un temperamento que debido al desastre se había acentuado. Por ello las últimas semanas las había gastado entrenando fuertemente, bajo una rutina que Alejandro le había creado. Trotar durante la mañana para crear resistencia física, aerobics para darle elasticidad, natación y prácticas de tiro. Muchas veces el chico le acompañaba en la rutina, en otras terminaba ocupándose de asuntos pertinentes al hogar.

Paradójicamente Alicia era la más alejada actualmente del grupo, aun más después del día 121, en el cual Yoshua hizo acto de aparición en la ciudad— ¿Por qué no lo mataste cuando pudiste?— Fue el reclamo— ¿Por qué no lo matas?— Palabras que Alejandro no pensó salieran de la chica, pero que fueron dichas ante el dolor y el miedo. Ahora cada salida del chico representaba una mirada en reproche por parte de ella, y él no hallaba palabra suficiente como para disculparse ante el error pasado y el presente al no buscar el enfrentamiento, el cual consideraba innecesario.

Pero este día, el 173  era distinto al resto. La casa se hallaba alegre, con música en alto volumen y todas las luces encendidas en la noche, acto que nunca antes se dio debido a la costumbre de mantener el consumo eléctrico bajo. Pero era el cumpleaños de la pequeña Claudia, la chiquilla llegaba a los nueve años y todos le brindaban la atención merecida. La torta se hallaba en el horno, hecha por su hermana mayor, galletas de mantequilla preparadas por Alicia y un pudín de chocolate de la mano de Karla.

Alejandro se reservaba una sorpresa, la chiquilla había calado al punto de considerarla una hermanita menor a quien deseaba brindarle todo lo que estuviese a su alcance. Claudia se hallaba en la piscina y él revisaba en su habitación, buscando los regalos, cuando halló la antigua bitácora. Una sensación de nostalgia le embargó, no pudo evitar pasar la mano por el cuaderno y recordar las noches solitarias en su antigua casa, con la sensación de miedo constante y la necesidad de registrar lo sucedido para no volverse loco. Abrió el cuaderno, un par de fotos cayeron a sus pies, él sonrió y se sentó en la cama de su habitación a leer un poco.

La última nota era del día 115, en ella él explicaba lo sucedido con Yoshua y su madre— Y te salvaste, a la final encontraste una manera de sobrevivir— Repasó mentalmente— Si tan solo Alicia comprendiera que no vale la pena luchar contra alguien como tú… ¿Qué pasó con la chiquilla con una fe inquebrantable que encontré en el contenedor rojo? ¿Cómo puede llegar a odiar tanto como para desear la muerte de alguien?— Observó el lapicero en la mesa de noche y se decidió a escribir una nueva nota.

Día 173

Hoy es el cumpleaños de Claudia, es bueno ver cómo va creciendo, la niña acostumbra a meterse en mi cama por las noches a dormir. Aunque no puedo criticarla, hace un par de noches su hermana, Karla y Alicia también terminaron durmiendo en mi cama y yo en el sillón debido a la tormenta que había.

Hoy hace una semana de mi última conversación con el Armonia, no tengo noticias de Armando y Milena, aunque me comentaron estarían recorriendo las costas de Argentina, y Milena comentó haber escuchado una radio transmisión extraña. Mañana intentaré comunicarme, quizás tenga éxito y pueda saber más al respecto. Sería grandioso hubiesen colonias de sobrevivientes en otros lugares.

Logré comprobar que no todos los animales se llegaron a infectar, algunos murieron y quedaron extintos en los primeros días de infección, otros llegaron a mutar, principalmente algunos perros y aves, otros simplemente se aislaron, y evitan comer carne putrefacta de los muertos. Supongo que intuyen el peligro. No he visto ganado vacuno, quizás deba adentrarme más en la zona de la sabana, pero ello implicaría dejar a las chicas solas, o viajar junto a ellas.

Pd: Yoshua sigue vivo, le ha disparado a Alicia en una pierna el día  121. Lo busqué luego en la ciudad, pero no le encontré. Alicia evita hablar conmigo desde entonces.

 

Cerró el cuaderno y lo colocó sobre la mesita de noche, tomó los cuatro regalos y salió de la habitación.  En el pasillo se escuchaba una canción en ingles de una serie infantil que la chiquilla gustaba de ver tiempo atrás. Se dirigió primero a la sala de estar, un amplio lugar con varios muebles, un par de computadoras y una laptop tirada sobre una mesa de patas cortas, y un televisor que poco llegaba a encenderse. Dejó los juguetes allí y buscó al resto de la compañía, Sara ahora salía de la cocina con un delantal y manoplas rosadas, quejándose con Karla, quien batía chocolate en un tazón.

—¡Ves! ¡No lavó la batidora donde hizo el chocolate! ¡Es una total desordenada!— Comentó Sara lanzándole uno de los guantes al chico— ¡Tendrás que lavarlos tú en su lugar!

—¡Claudia debería de salir del agua! ¡Se hace tarde!— Se escuchó la voz de Alicia.

—¡Déjala! ¡Es su cumpleaños después de todo!— La defendió Karla.

—Se puede resfriar, ya son casi las siete…

—Creo que Alicia tiene razón— Entró Alejandro en la cocina de la casa— Se puede resfriar, además creo que es hora de que abra sus regalos.

—¿Regalos?— Preguntaron las tres al compas.

—Sí, de eso quería hablarles, tengo regalos para ella, y quisiera cada una de ustedes eligiesen el que le darán…— Las palabras no habían terminado de salir de su boca cuando las tres abandonaron la cocina rumbo a la sala.

—¿Y en qué momento llegaste a buscarle regalos?— Inquirió Karla mirando fijamente al chico.

—Yo me pregunto lo mismo— Comentó en tono mordaz Alicia.

—¿Fuiste nuevamente a la ciudad?— Preguntó Sara, y mirando de reojo a Alicia terminó por lanzar en un susurro— ¿Lo viste?— Alejandro se limitó a negar con la cabeza.

—¿Y qué buscaste para Claudia?— Preguntaba Alicia.

—La tienes consentida, que envidia… ¡tener regalos!

—Si…

—No sean así, después de todo es la pequeña de la casa… nosotros… nosotros nos podemos acomodar, y sabemos bien sobre la situación, pero ella… es como si le hubiesen arrebatado la infancia.

—A todos nos arrebataron la vida Alejandro, no busques excusarte— Karla le pellizcó la oreja— Te gusta consentirla.

—¿Eso es?— Sara miró inquisitivamente al chico antes de lanzarse contra el mueble a ver la consola de videojuegos y su versión portátil junto a un grupo de videojuegos— ¡Yo le daré esto! ¡Y tendrá que compartirlo conmigo!— Exclamó.

—Oye, no es justo, acaparas el mejor regalo— Se quejó Alicia.

—Soy su hermana— Sacó la lengua. Luego miró al chico— Y tu parece que finalmente haces algo bien… ¡aunque no envolviste ninguno de los regalos!

Alicia eligió entregarle a la pequeña un par de vestidos y un bañador, todos envueltos en una bolsa plástica transparente. Karla optó la consola portátil, mientras Alejandro se quedó con la cámara fotográfica.

                —¿Y por qué todo este ruido?— La pequeña entraba la casa envuelta en un paño, mojada por completo.

                —¡Feliz Cumpleaños!— Gritaron, al tiempo que la pequeña se abalanzaba sobre ellos y los regalos, hasta que finalmente rompió a llorar en el sillón mientras apretaba contra su cuerpo uno de los vestidos.

                —Trae el chocolate Karla— Comentó Alejandro.

                —¿Por qué ahora?

                —La solución de una mujer a los problemas es comer chocolates ¿no?

                —¡Serás idiota!— Recibió un golpe en la cabeza de parte de Sara. Sin embargo las chicas salieron hasta la cocina a buscar los dulces, él se quedó riendo por la broma gastada.

                —Miau, estoy feliz y… miau— La pequeña sollozaba en el mueble— Todos ustedes…— Alicia fue quien se acercó, la abrazó fuertemente mientras esta terminaba de llorar.

                —Eres la única gata que gusta de pasar el día en una piscina— Expresó él.

                —¡Miau! ¡Alejandro!— La chiquilla saltó el mueble, y el paño cayó al suelo mientras ella corrió para abrazarle, quedando en ropa interior. Rodeó al chico en sus brazos a la altura de su cintura, mojándole al contacto, este último simplemente sonrió.

                —Vamos, ve a secarte, todos queremos probar esos juegos— Le alborotó el cabello antes de despedirla con la mano, quedando a solas con Alicia en la sala.

                —Ella te quieres sabes.

                —Lo sé.

                —No creo que lo comprendas, te has convertido en una especie de hermano mayor, o quizás hasta un padre para ella— Alejandro se quedó pensativo ante las palabras de Alicia, no solo por su significado, sino también por lo raro de que ella le dirigiera la palabra.

                —Lo entiendo, y la verdad me siento feliz de tenerla aquí con nosotros… la verdad me hace feliz compartir con todas ustedes—La observó— Incluyéndote Alicia, aunque no comprendo el por qué te has alejado últimamente.

                —No te entiendo Alejandro, no entiendo por qué dejaste que Víctor muriese, no entiendo cómo dejaste que Yoshua escapase con vida, y menos entiendo cómo puedes tratar con una persona como Milena.

                —¿Milena? ¿Qué tiene que ver Milena?

                —¿Acaso no lo entiendes? ¿Cómo puedes confiar en alguien como ella?

                —Pues la pandemia zombi acabó ¿no? Supongo que eso es más que suficiente—  Exclamó él.

                —¿Acabó? ¿Seguro Alejandro? ¿Cómo sabes que no fue ella quien creó la pandemia en primer lugar?

                —Pues… — Pero Karla y Sara llegaban y él se limitó a guardar silencio.

                —¿Sucede algo?— Preguntó la hermana mayor de Claudia.

                —No, nada, solo mandé a Claudia a secarse para poder jugar en la consola, así que iré abajo a encender uno de las plantas eléctricas, y ya vuelvo… — Se quedó un rato abajo pensando en las palabras de Alicia, y de donde pudo provenir dicha idea— ¿Milena crear el agente ARE? No tendría sentido eliminarlo después, mucho menos salvarnos— Pero no podía negar que la simple  idea le hacía dudar, después de todo nunca llegó a conocer a la mujer a fondo. Y durante la estadía en el Armonia nunca pudo entablar conversación con ella.

                —Pero Armando si es de confianza, y él confía en Milena, y se encuentra con ella a diario, si hubiese algo raro me lo habría comentado— Se quedó pensativo, encendió la planta eléctrica— ¿En qué momento te lo comentaría? Tu único contacto ha sido por teléfono, y en esos momentos él se encuentra en compañía de ella— La planta arrancó con un ruido y un leve temblor— ¿Y de qué te preocupas? La epidemia acabó, para bien o para mal, ella cumplió su promesa— Se calmó y subió las escaleras de la casa.

                En la sala de estar Claudia y Sara terminaban de instalar la consola, mientras Karla comía chocolate y Alicia observaba desde el sofá. Alejandro observó a la glotona con mirada de “Y estas comiendo chocolate”, ella le devolvió la mirada con una expresión de “¡cállate!”

                Por alguna razón el resto de la noche le pareció transcurrió muy aprisa, apagaron las luces para cantar cumpleaños, comieron pastel y probaron todos los juegos al menos una vez, hasta que Claudia se quedó dormida en el mueble cuando tocó el turno de Karla y Sara para jugar. El se encargó de llevarla a su habitación, la contigua a la suya, a pesar de saber que la pequeña en algún momento de la noche huiría hasta su cama. La acostó y se quedó observándola un instante “como un hermano mayor, o padre”, recordó las palabras de Alicia y se permitió sonreír ante aquello, después de todo le agradaba cuidarla.

                Cayó sobre la cama como roca, se hallaba agotado, cerró los ojos y durmió inmediatamente. Soñó entonces sobre un lugar lejano, se hallaba en una especie de ciudad, él se encontraba detenido en medio de la calle, a su izquierda se hallaban grandes edificios, de vidrios azulados, debajo de ellos se hallaban autos de todo tipo, desorganizados, cubiertos de polvo y maleza. Sorprendentemente apareció entonces Yoshua, salía caminando del hall de uno de los inmensos bloques, en compañía de un pequeño grupo, y a su lado iba alguien que causó impacto, nada menos que Alicia. El grupo sorpresivamente se detuvo allí frente a él, Yoshua se montó sobre un carro sentandose, y le indicó se uniera a la compañía con un movimiento de la mano.

                A su derecha sin embargo podía escuchar su voz, volteó aun sin dar crédito a sus ojos “¡Alejandro!” escuchó. La ciudad daba paso a las montañas, pero su superficie se hallaba colmada de casas en condiciones precarias, hechas de madera, bloque y laminas de zinc. Donde los callejones abundaban y se cruzaban entre sí. Abajo se acercaba un convoy militar a paso lento, a los lados un gran contingente de personas, la mayoría armados. El vehículo se detuvo y Armando salió del mismo, con el mismo aspecto hosco de siempre, Milena le secundaba, con su cabello rojo al aire. A los lados encontró a Karla, Claudia y Sara. Fue esta última quien se acercó llamándole— Alejandro…

                —¡Alejandro despierta!— El chico dio un pequeño salto en la cama. Frente a él se hallaba Sara con expresión de preocupación, mientras que Karla se hallaba parada a un lado de la cama.

                —¿Qué sucede?

                —Tenemos un problema— Expresó Karla en tono bajo, fue entonces cuando notó que Claudia se hallaba dormida contra su espalda, y por ello las otras dos chicas mantenían el tono bajo.

                —Cuéntame.

                —Afuera— Alegó Sara, pero el tono serio de su rostro alarmó al chico. Se levantó sin hacer ruido, las chicas le esperaban afuera.

                —¿Y?— preguntó al salir, no sin antes cerrar la puerta.

                —¡Volvieron!

                —¿Quién volvió?— Inquirió él.

                —Los muertos, volvieron Alejandro— Expresó seriamente Karla, y los tres se miraron, la noticia cayó como hielo sobre su cuerpo, su rostro denotaba perplejidad.

                —¿Es en serio? Y ¿Cómo…?

                —Ven a ver— Le condujeron hasta la sala, donde el par de computadoras se hallaban encendidas, una de ellas monitoreando las cámaras del muro exterior de la edificación— Lo notamos mientras jugábamos en la consola, emitió primero un sonido de alarma, ninguna de las dos le prestó atención, podía ser cualquier animal..

                —Pero luego continuó sonando, observé la cámara y allí estaban, tres muertos, mutilados afortunadamente— Completó Karla. Alejandro se acercó y revisó las cámaras que formaban el perímetro, una tras otra, y de pronto, allí estaban, eran cuatro mutilados, y en otra de las cámaras se podía observar un par de jadeantes en la penumbra.

      —Tengo que ir, algo debió llamar su atención para que se acercaran.

                —Se supone estaban muertos— Expresó Sara.

                —Pues parece les encanta no permanecer en ese estado.

                —¿Y si pasan el muro Alejandro? Tampoco es muy alto, solo tres metros, un jadeante o un  olfateador podría, incluso podrían estar ya adentro— Analizó Sara.

                —Lo sé, es por eso que Karla se quedará protegiendo.

                —¿Yo?

                —Si, tu, busca cloro en el sótano Sara, por favor— La chica asintió y salió corriendo— Necesitarás regarlo alrededor de la casa— Comenzó a caminar, y la chica detrás de él— Necesitarás un par de armas, no abras fuego a menos que observes algún olfateador o jadeante cerca. Necesito que estudies la situación y determines el peligro…

                —Alejandro yo…

                —Para eso entrenaste— Se detuvo, se hallaba afuera de su habitación, rumbo al armario, donde se hallaban las armas. La miró a los ojos, pudo observar el miedo y la indecisión recorriéndole— Se cuan buena eres Karla, incluso me superas en puntería y agilidad, confío en ti.

                —¿Y tú?

                —Estaré bien— Alejandro entró a la habitación, Claudia continuaba dormida, enrollada en las sábanas. Abrió el armario y comenzó a sacar el armamento. Unas cinco Berettas de bajo calibre, una ColtM4A1, una M82A1, un par de Dragunov, dejó la Stier Aug A2 en el armario y sacó la RSASS junto la siempre confiable Desert Eagle, por último tomó un par de radiotransmisores.

                —¿Necesitas todo el arsenal?

                —No, pero quiero que tengas algunas a la mano— Expresó él.

                —¿Y Alicia?

                —Déjala dormir, mantengamos esto tan en silencio como sea posible, apaguemos las luces también, hay que tomar todas las precauciones posibles— Sara volvía con tres garrafas de cloro en brazos.

                —Aquí están.

                —Bien, yo me llevaré una, mientras ustedes deberán…

                —Yo voy contigo— Sentenció Sara.

                —No Sara.

                —Si, iré.

                —No creo que…

                —Necesitarás a alguien que te cubra en cualquier caso, y Karla estará cuidando la casa. Además me conozco bien la ubicación de las cámaras alrededor del perímetro.

Él la observó seriamente antes de asentir con la cabeza para dar su consentimiento— Acércate Karla, quiero darte esto, serán tuyas después de hoy— Tomo un rifle de largo alcance— La Dragunov ya la conoces, has practicado con ella, es buena, pero si la usas prolongadamente se recalienta— Observó a Sara, quien no había tocado arma alguna y se preguntó si estaría bien— Puedes tomar tú la otra Dragunov si quieres Sara, ya que me vas a acompañar— Volvió a referirse a Karla— Toma un par de Berettas, ya sabes cómo funciona, también has practicado bastante con ellas, la M8 colócala en una ventana de la sala con el mirador nocturno.

—¿Irán caminando? Están los Jeep…

Le daba temor el ruido, pero también tenía que evitar a toda costa que una gran cantidad de muertos se aglomeraran alrededor del muro, pues el sonido de cualquiera de ellos podría atraer a otros y después de eso encontrar el aroma a humano sería muy sencillo, era algo que él sabía muy bien— Será mejor ir en uno de los jeep, pero aparcaremos lo más lejos posible de la muralla.

—Bien.

—Cualquier incidente comunícamelo por radio, y si ves que la situación es difícil, entonces despierta a las chicas y huye en el vehículo.

—¿Adonde iría?

—A la ciudad, a lo que antes era mi casa, nos encontraríamos allí.

—No exageren, no hay necesidad de…— Pero Sara fue interrumpida.

—Es mejor siempre estar preparados para lo peor— Alegó él mientras abría la puerta de la casa y salía  con Sara detrás de él.

—¿El relicario?— Pudo leer la pregunta en los labios de Karla, y él le hizo la señal de que se hallaba en su pecho antes de sentarse en el asiento de piloto y encender el vehículo. El motor ronroneó y se adentraron en la oscuridad, Alejandro no encendió las luces delanteras, decidió marchar de tal manera por el camino escabroso.

—Podrían ser algunos muertos que quedaron, que sobrevivieron a la extinción de alguna forma.

—Lo dudo mucho, no hay muchas probabilidades de que nos encontraran donde estamos.

—¿Cuándo fue la última vez que saliste Alejandro?— Preguntó  Sara.

—Hace más de una semana, el rastro humano no dura tanto tiempo, tampoco he sido tan descuidado.

—¿Podrían estar allí por casualidad?

—Estoy pensando sobre eso mismo Sara, aunque lo dudo, más de un muerto, y en dos sectores distintos del muro.

—Algo les atrajo… ¿Podría ser la música el día de hoy?

—Está muy lejos, el oído humano no alcanza a escuchar frecuencias tan bajas a tal distancia, aunque quizás algún animal podría…

—Son más de tres kilómetros ¿verdad?

—Eso creo— Contestó él, antes de tomar el radio control— Alejandro a Karla, Alejandro a Karla, cambio— Soltó el botón a un lado.

—Karla a Alejandro, repito, Karla a Alejandro, ¿Qué sucede? Cambio— Se escuchó ruidosamente por el aparato.

—Solo quería probar si las radios funcionan, recuerda apagar las luces de la casa ¿Alguna novedad? Cambio.

—Ninguna, ya lo hice, cambio.

—Estamos en contacto entonces cambio y fuera— Soltó el radio control y viró bruscamente para evitar una gran roca en el camino.

—¿Podría ser él?

—¿Él?

—Yoshua, después de todo sigue vivo, podría haber encontrado nuestra localización y luego…

—¿Haber traído consigo un grupo de muertos? La verdad, me preocupa más el hecho de que existan aun muertos. Después de eliminarlos me detendré a descubrir cómo llegaron hasta aquí— Cruzó a su derecha, el vehículo saltó al dar con un bache lleno de lodo, Sara observó las manchas de barro dar contra los arboles y la tensión en el rostro del chico.

—El otro día, cuando me preguntaste sobre nuestros padres— Intentó desviar la tensión— Siento haberte gritado, la verdad no me gusta pensar sobre ello, mi abuelo Tomás nos crió desde pequeñas.

—Lo sé, descuida, Claudia me comentó en estas noches.

—¿En serio?

—Si, en una de sus incursiones a mi cuarto— Contestó él, y ella permaneció en silencio el resto del camino. Los arboles se hacían más robustos e incluso en la penumbra se podía observar el musgo pegado a sus cortezas, el camino  cada vez era más pedregoso y serpenteante, lo cual indicaba que se acercaban al muro que rodeaba aquel lugar. Alejandro redujo la velocidad considerablemente hasta detenerse y guardar silencio al tiempo que tomaba sus armas.

—Alejandro.

—Dime— Preguntó él alzando la cabeza, para su sorpresa Sara se abalanzó sobre él propinándole un beso directamente en los labios, haciéndole caer hacia atrás en el asiento. Sintió sus labios contra los de ella, el calor de su boca, sus suaves, tiernos y recién desarrollados senos contra su pecho. La apretó contra su cuerpo y mordió suavemente su labio, respiró y recorrió su espalda cuando se percató de que se trataba de Sara y con un brusco movimiento la apartó a un lado— ¿Qué rayos fue eso?

—Quería hacerlo— Sentenció la chica acomodándose en el asiento, él se limitó a observarla recuperando el aliento, al tiempo que tomaba la Colt  y se la entregaba en la mano a ella, quedándose con la Desert Eagle y el rifle RSASS, acomodó el silenciador del último y bajó del vehículo.

—Hablaremos luego sobre esto— Realizó un ademán con la mano.

—¿No te gustó?

—No es momento Sara, en serio, necesitamos silencio.

—Ok— Culminó ella caminando a su lado, la Dragunov descansaba en la espalda de la chica, aunque no tenía intención de usar ninguna de las armas— Debemos encontrarnos cerca de la sección E, por lo cual, por allí debería estar la escalera— Señaló a su izquierda en medio de la oscuridad. Alejandro siguió el camino indicado, hasta toparse con una pared gris y a pocos metros de distancia una escalera de madera tal cual Sara mencionó.

Lo percibió entonces, el sonido de los pies al otro lado, aquella respiración entrecortada y expectante, subió lentamente asomando tan solo la cabeza un par de centímetros, fue entonces cuando los observó eran al menos cinco jadeantes dispersos por el lugar. Un escalofrío le recorrió— Hay muertos, aun hay muertos… ¿Cómo?— Tomó el rifle y apuntó, pensando en la mejor estrategia para poder matarles sin que le atacaran. Repasó los alrededores, buscando algún otro ser, pero no lograba verle. Finalmente pensó en algo y con gestos de manos le indicó a la chica que lanzara una roca por encima del muro.

Sara asintió y recogió una piedra del suelo y a la cuenta del chico la lanzó; Alejandro respiró profundo y esperó, la roca cruzó su visión formando un arco en el aire, y cuando iba a dar en el suelo, disparó. A pesar del silenciador se escuchó un leve estruendo, seco, pero audible, y los jadeantes reaccionaron moviéndose, uno de ellos fue atravesado en el cráneo por una bala, pero los otros cuatro buscaban el origen virando hasta la roca y luego hasta el muro. Alejandro disparó nuevamente. No había opción era cuestión de eliminarlos de inmediato, recargó y disparó nuevamente sin apuntar, fallando el tiro. Se escuchó entonces un grito, un bramido ensordecedor que rompió el silencio de la noche, el grito fue coreado por otros dos.

—¡Olfateadores!— La adrenalina fluyó por su torrente sanguíneo, los vellos se pusieron de punta— ¡El cloro Sara! ¡El cloro!— Ordenó al tiempo que los jadeantes corrían hasta el muro, sacó la Desert Eagle y disparó sin importarle el sonido. El estruendo y golpe del cañón contra su mano le estremecía, pero de inmediato dos de los muertos cayeron al suelo, inmóviles.

Un olfateador escaló el muro y se acercaba por un costado, Alejandro lo derribó con la culata del rifle y accionó nuevamente el arma— ¡Hay que irnos!— Sara disparó varias veces a un jadeante que saltaba la pared en un solo impulso, era un hombre corpulento y negro, calvo y con una gran cortada en el pecho desnudo, la piel se hallaba abierta y el hueso se podía observar.  Las balas de la chica daban en su tórax y piernas, sin embargo no se detenía. Sara observó como a tan solo dos metros de ella la cabeza del jadeante era destrozada y una salpicadura de sangre caía en la tierra seguida del cuerpo.

—¡Rocía con cloro el auto y enciéndelo!— Alejandro cayó de la escalera junto a un olfateador, una mujer de largos y delgados brazos que recibió tres impactos de bala en la cabeza. El tercer olfateador llegaba en carrera, Alejandro le recibió con la pierna alzada, una estrategia que observó antes de Armando, golpeando su cabeza derribándole mientras se encargaba del último jadeante. El rifle sonó dos veces nuevamente antes de que todo quedase en silencio.

Sara lo observaba, el carro se hallaba bañado en cloro al igual que ella, pálida y fría ante el frio de la noche— ¿Esos eran todos?

—Sí, de haber más habrían venido con los gritos y el ruido de las armas.

—¿Entonces se acabó?

—¿Quieres más?— Preguntó él, pero la chica rompió a llorar contra el metal del vehículo— ¿Qué sucede?

—Nada, es solo que… nada…

—Vamos tranquila, estamos bien después de todo— Recordó entonces que Sara nunca tuvo que enfrentarse a los muertos, siempre se halló protegida por el grupo de Verónica, y después, por él mismo y la compañía del grupo de Amando. La infección era un trauma que vivió en pocos momentos de cerca y el uso de un arma era algo aterrador— Relájate, ya pasó.

—Enséñame a disparar luego, quiero a… quiero aprender— La muchacha alzó la cabeza y respiró profundamente antes de observarle— No quiero sentir ese miedo jamás en mi vida. Él no se atrevió a prometerle tal cosa.

—Ale… ¡Ale!… ¡Alejandro cambio!— Se escuchaba el intercomunicador en el auto.

—¿Qué sucede Karla? ¿Cómo están las cosas por allá? Cambio.

—Normal ¿Y ustedes? Cambio.

—Bien, tan solo pasamos un susto, cambio— respondió él mientras Sara lo abrazaba y se lo permitió.

—Me alegra entonces cambio.

—¿Puedes ver algún otro muerto en las cámaras? Cambio

—Negativo, todo parece tranquilo, pero hay una trasmisión desde el Armonia a una de las computadoras, cambio.

—Bien, entonces estamos de regreso, quiero ver eso y preguntarle un par de cosas, cambio y fuera.

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